Werner Arber es un reputado microbiólogo suizo que en breve cumplirá 80 años, se graduó en el Instituto Federal de Tecnología de la capital suiza y se doctoró posteriormente en la Universidad de Ginebra. Su carrera científica ha sido brillante, llegando a recibir en 1978 el Premio Nobel por los trabajos de investigación realizados sobre las denominadas enzimas de restricción. Sin duda, se trata de un hombre con amplios conocimientos en el campo científico y concretamente en el campo de la biología molecular.
Hoy conocemos las declaraciones que ha realizado el eminente profesor Werner Arber en torno a un tema de actualidad que preocupa a millones de personas, nos referimos a los alimentos transgénicos. Al parecer, el profesor Werner, durante una conferencia pronunciada en la inauguración del auditorio Galileo Galilei de la Academia Mexicana de Ciencias, respalda el desarrollo de alimentos transgénicos sin lugar a dudas.
Werner Arber indica que es adecuado trabajar en estos campos y producir alimentos transgénicos para abastecer a la población, realiza una comparativa entre la naturaleza, concretamente la evolución y la ingeniería genética. La única diferencia entre ambos conceptos es el tiempo, la naturaleza realiza los cambios en periodos muy largos. En cuanto a errores o éxitos, ambos conceptos presentan la misma magnitud, salvando evidentemente el factor tiempo.
El profesor indica que se ha instaurado una idea errónea con respecto a los alimentos transgénicos y que se debe tener en cuenta que la ciencia utiliza los métodos que la naturaleza le ha enseñado, adaptándolo y por decirlo de algún modo, reinventado lo que la naturaleza tardaba en realizar miles de años. Además, para respaldar todo lo manifestado, Werner Arber sostiene que sin cambios y sin mutaciones la evolución no tendría razón de ser. Claro que no es lo mismo la modificación genética con genes de otras especies que la naturaleza no combinaría, que la edición genética para mejorar el genoma de una misma especie, o la modificación utilizando genes de familias similares, por ejemplo diferentes variedades de tomates.
Nosotros podríamos hacer una comparativa, no es lo mismo el pan tradicional que se prepara a mano y en un horno de leña, que el que se prepara de forma industrial. Todo requiere su tiempo y quizás, la naturaleza y la evolución también lo necesiten. Resulta curioso comprobar cómo Monsanto, una compañía agrícola especializada en el desarrollo y producción de semillas modificadas genéticamente, se hace eco de la noticia. Debería hacerse igualmente eco de sus fiascos, un ejemplo sería el maíz transgénico MON863, maíz que según una investigación del Comité de Investigación e Información Independientes sobre la Ingeniería Genética, puede resultar nocivo para la salud humana, curiosamente la Unión Europea permitió anteriormente su comercialización.
Otro ejemplo sería el Maíz Mon810, recientemente prohibido en Francia por los posibles riesgos de contaminación genética que puede provocar en el medio ambiente y por la posibilidad de que de alguna manera incida en la salud humana, la prueba para tal afirmación es que algunos insectos mueren consecuencia del maíz cuando no debería representar ningún peligro para ellos.
Quizá el problema no son los estudios científicos, sino el poder económico y la poca solidaridad que existe, son compañías como Monsanto las causantes de que no sean aceptados los alimentos transgénicos y se vean como un posible riesgo. Como siempre decimos, siempre que exista un consenso científico internacional y las investigaciones no sean de carácter privado (semi escondidas) aceptaremos los transgénicos. Evidentemente el profesor habla desde el punto de vista científico y no implica a otros que son los que realmente enturbian este tipo de alimentos, como por ejemplo, el informe secreto divulgado por el periódico inglés The Independent alertando sobre su contenido. Al parecer, la compañía Monsanto conocía los efectos negativos del maíz Mon 863 y sin embargo, no dudó en comercializarlo.
En cierto modo estamos de acuerdo con el profesor, pero evidentemente la ciencia está al servicio de dos bandos, algo que no resulta beneficioso.
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