Hoy es noticia Australia, el motivo son los vinos elaborados con pescado, concretamente con un producto denominado ictiocola que se obtiene de la vejiga del esturión y que sirve para clarificar vinos. En realidad lo que hacen los productores australianos es introducir un par de cucharadas de este producto en cada uno de los tanques de fermentación, podríamos decir que es una cantidad insignificante teniendo en cuenta los litros que puede contener uno de estos tanques, pero al parecer resulta efectivo y logra suavizar los vinos obtenidos para que resulten más agradables al paladar. Por cierto, la ictiocola también se emplea para clarificar la sidra o la cerveza.
Hasta ahora los productores no tenían la obligación de indicar en las etiquetas de este tipo de vinos la inclusión de ictiocola y la nueva normativa adoptada en materia alimentaria tampoco les obliga a ello, pero la polémica sobre los vinos elaborados con pescado se ha iniciado.
Los bodegueros no están de acuerdo en incluir la información de su contenido en las etiquetas del vino e indican que siendo una cantidad tan insignificante no es necesario informar al consumidor. Resulta gracioso conocer las declaraciones realizadas por David Lowe, presidente de la asociación de productores vitivinícolas de Nueva Gales del Sur al canal ABC, “Para alguien que va al supermercado, donde nadie puede asesorarlo, sería mejor que no piense que el vino australiano que va a comprar huele a pescado”.
Lo que más sorprende de todo es que los organismos competentes que se encargan de regularizar las normas alimentarias determinen que se puede realizar la excepción de informar a los consumidores de la inclusión de ictiocola, los argumentos para ello son que la cantidad utilizada es insignificante y la imposibilidad de que pueda provocar algún tipo de alergia en los consumidores, a no ser que se bebieran varios litros de vino, cosa improbable según los organismos responsables en materia alimentaria.
Al margen de que pueda o no ser perjudicial la sustancia en cuestión, los consumidores del país de los canguros o de cualquier otro país, tienen derecho a conocer el contenido exacto de un producto, si realmente no encierra ningún problema de salud no hay porque obviarlo por insignificante que sea la cantidad empleada. En Europa hace años que se excluyó la obligación de indicar en las etiquetas alimentarias determinadas sustancias que la EFSA consideró que podían tener una escasa o nula incidencia en la salud humana. Primero se estableció un listado provisional de los productos excluidos, pero a finales del año pasado esta lista pasó a ser permanente.
Si realmente se pretende mostrar transparencia en el etiquetado alimentario se deberían mostrar todos y cada uno de los ingredientes que conforman un producto, que no produzcan reacciones alérgicas u otro tipo de problemas de salud no es una excusa. En todos los productos de alimentación que se comercializan se indican los ingredientes y muchos de ellos no son nocivos para la salud, ¿entonces por qué los mencionan?, lo mismo se debería hacer con la ictiocola, la lisozima (sustancia obtenida del huevo que también se emplea en el vino), la albúmina (también obtenida del huevo y empleada para clarificar vino y sidra), el lactitol y muchas otras sustancias de las que los consumidores no tenemos ninguna noticia.