De vez en cuando aparece en los medios de comunicación una creación gastronómica con oro alimentario que se considera la más cara del mundo, también se dan a conocer productos que contienen oro y que por esta razón son más caros y en teoría más glamurosos. El oro no tiene un sabor característico y no tiene ningún valor nutricional, pero a pesar de ello lo han utilizado marcas y cocineros con el propósito de llamar la atención.
Dadas las características organolépticas y nutricionales de este ingrediente así como su historia, utilizar oro en la comida es inútil y anticuado, este ingrediente fue utilizado por la nobleza de la Europa medieval para decorar los alimentos y las bebidas, era un modo de demostrar lo rico y poderoso que era un anfitrión. Siglos más tarde el oro se sigue utilizando y son los más pudientes los que adquieren los productos y creaciones más extravagantes, algunos quizá por probar el oro, otros para demostrar su alto poder adquisitivo… Sorprende que cuando aparece una de estas creaciones en los medios de comunicación, sigan interesando y se consideren como algo innovador, original y/o especial.
Hace unos días se presentaba una «glamburger», considerada la hamburguesa más cara del mundo con un precio que alcanzaba los 1.400 euros, sus ingredientes son pan de oro, langosta, carne de Kobe, venado, queso brie de trufa negra, caviar de beluga, huevo de pato ahumado en nogal, sal del Himalaya y jarabe de arce entre otros. Los ingredientes mencionados se han utilizado por tener un alto precio y no porque combinen y se pueda experimentar una exquisita explosión de sabores. Esta glamurosa hamburguesa fue creada por un restaurante de Chelsea (Londres) y según sus responsables no pretenden comercializar muchas unidades, en realidad se ha creado para promocionar el local y parece que lo han conseguido dada la cantidad de medios de comunicación que se hicieron eco de esta glamburger.
Hace poco se presentaba también el considerado cóctel más caro del mundo, un cóctel que rinde tributo a la actriz Grace Jones en el Restaurante Gigi (Londres). Está elaborado con un coñac Armagnac de 1888, un champán reserva de 1990, y por supuesto, no faltan las virutas de oro, su precio supera los 11.000 euros. Se podría seguir nombrando una larga lista de creaciones con oro, algunas incluso accesibles, como aceites, cavas y champán, uvas de Nochevieja… en algunos casos incluso promocionan propiedades que el oro aporta a la creación gastronómica o al producto, y como ya hemos indicado no contribuye en nada beneficioso, por lo que es publicidad engañosa.
Se sigue utilizando el oro como un ingrediente exclusivo, da la impresión de que seguimos estancados en la época medieval, ya no es necesario utilizar oro en la comida para que los más pudientes muestren su posición, sin embargo, no paran de darse a conocer creaciones culinarias y productos con oro con el propósito de conseguir publicidad y que se hable de quienes los presentan. El oro es un aditivo aprobado por la Unión Europea (E-175) y aunque no tiene ningún efecto nocivo para el organismo, como decíamos, tampoco aporta nada. Como curiosidad, merece la pena ver el vídeo que nos muestra el proceso de elaboración del oro alimentario.
También os resultará interesante la explicación que proporciona Bertus sobre el proceso de elaboración de este ingrediente tan glamuroso. En fin, parece que el oro en la gastronomía tendrá sus momentos de protagonismo como cada año, al respecto os recomendamos leer el artículo publicado en el periódico digital The Independent.
Foto | Mirror