Cada vez aparecen más estudios que concluyen que es necesario aplicar un impuesto a la carne como un modo efectivo de reducir su consumo, el impacto ambiental y mejorar la salud de los consumidores. Hoy mismo conocemos una nueva investigación desarrollada por expertos de la Universidad de Oxford en la que se concluye que introducir un impuesto en la carne podría salvar muchas vidas, según los resultados, se estima que el gravamen prevendría más de 220.000 muertes y permitiría ahorrar al sistema de salud unos 40.000 millones de dólares anuales.
Los investigadores centraron su trabajo en la aplicación de un impuesto óptimo en la carne roja que se comercializa en 149 regiones del mundo, óptimo en base a la situación económica y sanitaria concreta de cada región a fin de provocar un cambio en el patrón de consumo. Según los expertos, en los países desarrollados el impuesto debería ser como mínimo de un 20%, cifra que ya se ha barajado en otros estudios, aunque recordemos que en otras investigaciones se ha recomendado que el impuesto sea del 40% como medida más efectiva para poder reducir su consumo.
Continuamente se está hablando del impuesto en los productos cárnicos, según algunas organizaciones como FAIRR (Farm Farm Investment Risk and Return), en un plazo de cinco a diez años, este gravamen se introducirá a nivel internacional de forma inevitable. Las razones son obvias, existen evidencias sobre la relación entre el consumo de carne y las emisiones de gases de efecto invernadero, el aumento de la obesidad y las enfermedades asociadas, el incremento del número de bacterias resistentes a los antibióticos, los riesgos para la salud del consumidor, la amenaza de la disponibilidad del agua y su contaminación, la seguridad alimentaria mundial o la degradación y deforestación del suelo.
Según los resultados de la investigación, se calcula que en el año 2020, unos 2’4 millones de muertes serán atribuibles al consumo de carne roja y carne procesada, en términos económicos se determina que los costes de la atención médica asociados al consumo de carne serán de unos 285.000 millones de dólares. Estas cifras se incrementarán en los próximos años si no se aplican soluciones como gravar los productos cárnicos, los expertos comentan que el consumo de carne fresca o procesada, excede los niveles recomendados en las pirámides nutricionales de la mayoría de países de ingresos medios y altos, lo que obliga a tomar medidas como el mencionado impuesto.
Ese elevado consumo de productos cárnicos está teniendo un impacto significativo en la salud de los consumidores y en los sistemas sanitarios, que son financiados por los propios contribuyentes, a esto hay que sumar que estos problemas afectan a la economía de los países, por ejemplo, con el aumento de personas que deben dejar de desarrollar su actividad laboral a causa de las enfermedades. Los expertos creen que del mismo modo que se aplican impuestos a productos que son poco o nada saludables como el tabaco, el alcohol, las bebidas azucaradas, etc., es necesario introducir el impuesto en la carne, ya que sería una medida que podría alentar a la reducción de su consumo.
Los resultados muestran que el gravamen facilitaría la reducción del consumo de la carne procesada en dos raciones por semana en los países con ingresos altos, a nivel mundial el consumo se reduciría en un 16%. En los cálculos de los niveles impositivos se ha seguido el principio de la tributación óptima para tener en cuenta el coste para la salud por el consumo de carne, los resultados muestran que los ingresos fiscales ascenderían a 172.000 millones de dólares a nivel mundial, cubriendo el 70% de los costes sanitarios por enfermedades asociadas al consumo de carne roja y carne procesada. Si se quiere cubrir el 100% de los gastos sanitarios, sería necesario duplicar el gravamen, es decir, la medida que recomienda FAIRR.
Los investigadores esperan que los gobiernos consideren introducir el impuesto de la carne como una medida eficaz para que los consumidores tomen decisiones más saludables y sostenibles. Este gravamen sería un claro mensaje para los consumidores y un modo de eliminar la presión que los problemas de salud ejercen sobre los sistemas sanitarios de los países. Aquí leemos que en el estudio también se ha concluido que reducir el consumo de carne tendría efectos positivos en el cambio climático, la misma conclusión a la que han llegado muchas otras investigaciones.
Los expertos comentan que nadie quiere que los gobiernos digan a las personas qué pueden o no comer, pero los resultados del estudio dejan claro que el consumo de carne roja y procesada tiene un alto coste para la salud de las personas y del planeta, por lo que es necesario tomar medidas como el mencionado gravamen. Este estudio, a diferencia de otros, se centra más en el gasto económico, algo que preocupa especialmente a los gobiernos, por lo que hay más posibilidades de que tengan en cuenta los resultados. Ya sabemos que cuando se toca el tema económico, los mandatarios prestan más atención que si se toca el tema sanitario o los beneficios para el medio ambiente.
Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la revista científica PLOS One.