El rallador es uno de los utensilios básicos en cualquier cocina, muchas veces es de uso diario para rallar hortalizas, pan, queso, mantequilla, frutas… algunos alimentos se quedan más adheridos que otros, principalmente los que tienen grasa, así que en su momentos ya conocimos un truco para limpiar el rallador. Pero hoy queremos compartir dos trucos para rallar queso y uno tiene relación con su limpieza.
Engrasar con aceite de oliva el rallador antes de utilizarlo cumple dos funciones, por un lado ayuda a que ciertos alimentos se deslicen con más facilidad por su superficie, por ejemplo, si queremos rallar mozzarella fresca, dado que su textura es blanda y contiene mucha agua, no ‘corre’ suavemente por los filos del rallador, aunque no es difícil rallarla.
Por otro lado, el rallador se ensucia bastante, la grasa del queso se queda pegada y es mucho más resistente que el aceite de oliva, así que su limpieza sería más fácil, bastaría con agua caliente y jabón, y poca necesidad de frotar y destrozar la esponja o estropajo. Este consejo tiene relación con el que os explicamos para medir la miel.
Otra cosa a la que nos enfrentamos cuando rallamos queso, en este caso quesos de pasta dura, es que se llena la mesa de trabajo de virutas, pues la solución para evitarlo es similar al del rebozado de alimentos en una bolsa de cierre hermético (Ziploc), aunque este truco no sirve para todo tipo de ralladores.
La cuestión es que si se utiliza un rallador como el de la foto superior, basta con colocarlo dentro de la bolsa o en un cuenco amplio, y una vez que se ha rallado la cantidad necesaria (de queso u otros alimentos), puede que se escape alguna viruta, pero tendremos el ingrediente rallado bien recogido y fácilmente se podrá repartir sobre la elaboración culinaria e incluso guardar lo que sobre cerrando la bolsa, aunque ya sabéis que el queso rallado pierde sabor.
Foto | Tsuacctnt