Un profesor emérito de política agrícola europea en el Trinity College (colegio constituyente de la Universidad de Dublín), durante la celebración de una asamblea de ciudadanos ha propuesto poner en marcha un impuesto a las emisiones agrícolas en Irlanda, es decir, que los ganaderos del país paguen por las emisiones de gases de efecto invernadero resultantes de la actividad ganadera.
En esta asamblea constituida por 99 ciudadanos elegidos como representación de la población de Irlanda para tratar temas clave que afectan al país, se discutían los efectos del cambio climático y lo que se podría hacer para frenarlo. La propuesta no fue bien recibida por algunos miembros de esta asamblea que argumentaron que el impuesto a las emisiones agrícolas, provocaría irremediablemente un aumento del precio de los alimentos, teniendo implicaciones en toda la economía del país.
El profesor Alan Matthews tiene claro que se trata de una propuesta impopular, nadie quiere aceptar tener que pagar un suplemento económico por su producción, pero considera que quizá es la mejor forma para poder alcanzar los objetivos climáticos. No obstante, el profesor no se centra sólo en el tema agrícola, cree necesario introducir un impuesto de estas características en otras áreas, como el sector de la construcción, el transporte, etc. Comenta que todos los sectores deben estar sujetos a la misma disciplina y que no hacerlo representa transferir el coste medioambiental a otros sectores, algo que no se puede considerar en un futuro sostenible.
Reducir las emisiones de carbono es uno de los objetivos de Irlanda y del resto de países de la Unión Europea, en el caso de Irlanda, la mayor parte de las emisiones proceden de la agricultura, de ahí que el debate se centrara en este sector. En el país existen esquemas para que los agricultores trabajen en modelos basados en la eficiencia alimentaria, en la gestión de los pastos, en la genética del ganado, etc., a fin de poder alcanzar los objetivos marcados para el 2030 en la reducción de las emisiones, pero a pesar de todos los planes, el profesor cree que va a ser imposible reducir el 30% de las emisiones para el año 2030 en relación a los niveles existentes en el año 2005.
Según las proyecciones, y dada la expansión de la producción ganadera, las emisiones serán en el año 2030 más o menos las mismas que las registradas en la actualidad. Considera que no basta con decir que se hace lo que se puede para ser más eficientes, por ello, considera que un impuesto será una medida efectiva. Sería interesante saber cómo puede reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un impuesto, muchos no creen que esta sea la solución, aunque posiblemente algunos gobiernos vean con buenos ojos este tipo de medidas, especialmente aquellos que buscan continuamente un modo de introducir nuevos impuestos para incrementar los ingresos en las arcas del Estado.
Alan Matthews considera que implementar el impuesto en las granjas de ganado no sería sencillo, pero que se podría hacer, por otro lado, con esta medida se buscaría recompensar a aquellos ganaderos que realmente buscan ser más eficientes y trabajan para reducir su huella de carbono. Para poder calcular el gravamen se utilizarían las herramientas proporcionadas por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNCC) organismo que empezó a funcionar en 1992 con el propósito de reforzar la conciencia pública mundial sobre los problemas relacionados con el cambio climático.
El profesor explica que existen tres niveles de evaluación para medir las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que sería factible la medición e implantación del impuesto en base a los resultados. Por ejemplo, un litro de leche tiene un gravamen estándar calculado, si el ganadero responsable de su producción demuestra que su temporada de pastoreo es más larga que la de otros ganaderos, algo que según el profesor se asocia a un menor volumen de emisiones, contribuiría a que se le redujera la tasa.
En esto no estamos del todo de acuerdo, merece la pena destacar que hace unos días aparecía un estudio realizado por la Food Climate Research Network (FCRN) en el que se concluía que la reducción de carbono obtenida por el ganado alimentado con pasto no equilibra el metano generado, siendo este gas mucho más peligroso que el dióxido de carbono. El estudio apunta que las vacas alimentadas con pasto producen entre un 40% y un 60% más gas metano que las alimentadas con grano, además, utilizan más tierra y agua a lo largo de su vida, podéis conocer todos los detalles del estudio a través de este Pdf.
A esto hay que añadir que en el año 2015, un estudio realizado por expertos de la Universidad de Oxford y el Bard College cuyo objetivo era determinar el método de producción ganadera más respetuoso con el medio ambiente, concluyó que ningún sistema era tan bueno como para permitir que siga aumentando la producción y el consumo de carne, siendo la mejor solución reducir el consumo de este alimento para limitar en lo posible el impacto climático, de ello hablábamos aquí.
Según leemos en éste artículo, el profesor explica que es necesario empezar a trabajar cuanto antes para reducir la huella del carbono, ya que de lo contrario, el contribuyente irlandés tendrá que comprar las asignaciones o derechos de CO2 de otros países europeos. Es decir, las compañías que necesiten aumentar las emisiones por encima de su límite, deben adquirir créditos a otras compañías que contaminan por debajo del límite marcado por el el número de créditos que le ha sido concedido.
Aunque hemos hablado de la ganadería, no hay que olvidar que en el caso de la agricultura los alimentos básicos provocan un enorme impacto ambiental, la producción de soja, arroz, maíz, aceite de palma y trigo generan más emisiones de gases de efecto invernadero que los producidos de forma individual por casi cualquier país del mundo. El problema es el modelo industrial de producción alimentaria y los hábitos dietéticos de la población, es necesario trabajar para reducir el impacto de las emisiones contaminantes en la cadena de suministro con medidas concretas, sean basadas en la ciencia, mediante un cambio a un modelo de producción ecológica, mediante el cambio de hábitos alimentarios y principalmente reduciendo el consumo de carne.
No tiene mucho sentido hablar de la introducción de impuestos como el propuesto por el profesor, cuya eficacia para alcanzar los objetivos medioambientales es bastante discutible. Si este tipo de medidas se introdujeran en un país, seguramente se produciría un efecto dominó y otros países lo pondrían en marcha, el calentamiento del planeta sería un buen argumento para aplicar el gravamen, del mismo modo que lo es el impuesto del azúcar o los refrescos, no se solucionan los problemas a golpe de tasas.
Foto 1 | kathryn