El término ‘reduflación’ hace referencia a la práctica de la industria alimentaria de reducir la cantidad de un producto que comercializa, pero sin reducir el precio equitativamente (incluso pudiendo incrementarlo), y sin notificarlo al consumidor, por lo que, como consumidores, creemos que estamos comprando lo de siempre, cuando en realidad estamos comprando menos cantidad de producto y pagando lo mismo (o más).
Pues bien, la primera ministra francesa Elisabeth Borne, ha anunciado que quiere acabar con esta práctica y a partir de noviembre de 2023, se prohibirá la reduflación en Francia. La ministra explica que todos los productos afectados por cambios en las cantidades, es decir, que hayan sufrido reduflación o shrinkflation, deberá ser expresamente indicado y de forma muy clara en las etiquetas para que el consumidor tenga conocimiento de ello, acabando con este ‘arte’ de encarecer los productos sin que el consumidor se dé cuenta.
La práctica de la reduflación es cada vez más utilizada por los fabricantes de productos alimenticios envasados, especialmente en estos dos últimos años, donde han tenido que afrontar costes más elevados de materias primas. Pero del mismo modo que ellos saben lo que compran para elaborar sus productos, es necesario que los consumidores sepamos lo que compramos, no se puede permitir que reduzcan la cantidad de producto comercializándolo al mismo precio o aumentándolo sin informar debidamente.
En el caso de Francia, organizaciones como Foodwatch han realizado campañas contra estas prácticas que podrían considerarse un fraude, dando ejemplos de algunos productos que de un modo disimulado contienen menos producto sin informar al consumidor y sin modificar el precio, siendo el método que tienen los fabricantes de evitar tener que encarecer los productos y perder ventas.
La organización denunciaba que la falta de transparencia era inaceptable y que muchos consumidores que estaban acostumbrados a adquirir muchos de los productos afectados, pasaban por alto la reducción de la cantidad. Foodwatch Francia celebra que las campañas y los movimientos contra estas prácticas hayan dado sus frutos, y aunque ahora se anuncia oficialmente por Elisabeth Borne, a finales del pasado mes de agosto el Ministro de Economía Bruno Le Maire, anunciaba que se tomarían medidas para poner fin a lo que denominan contracción inflacionaria.
El rumbo del gobierno francés demuestra que se pueden tomar decisiones políticas que velen por los intereses de los consumidores, pero lo cierto es que hay que seguir dando pasos, recordemos que otra práctica que se ha vuelto habitual es la ‘cheapflación’, es decir, la sustitución de materias primas o ingredientes de un producto en cuestión, por otros cuyo coste es menor y que probablemente sean de peor calidad. Según la legislación de nuestro país, está permitida la práctica de la sustitución, siempre que los consumidores sean informados debidamente de un modo claro y fácil de comprender, aunque es fácil sospechar que esto no ocurre en la práctica.
Volviendo al tema de la reduflación en Francia, algunas cadenas de distribución como, por ejemplo, Carrefour, ya han empezado a señalar por su cuenta a aquellos productos afectados por esta práctica, en un intento de mostrar que la responsabilidad es de los fabricantes de alimentos. En su etiquetado se indica que el producto en cuestión ha reducido su cantidad y ha incrementado su precio, pero, de momento no han señalado aquellos que han reducido su contenido y el precio se ha mantenido, algo que han denunciado algunas organizaciones de consumidores.
Podéis conocer más detalles de la noticia a través de este artículo publicado en el periódico digital Capital.