Hace unos días Francia anunció sus planes para prohibir el dióxido de titanio en los productos alimenticios a partir de enero de 2020, como ya hemos comentado en otras ocasiones, se trata de un colorante que no tiene ningún valor nutricional, se utiliza únicamente con fines estéticos, para blanquear salsas, caramelos, productos de panadería y confitería, etc. Recordemos que en mayo de 2018 el gobierno francés anunció que barajaba la posibilidad de prohibir este aditivo alimentario ante los resultados de distintos estudios que advertían que el dióxido de titanio podía provocar diferentes problemas de salud.
Pues bien, días después de este anuncio, la BEUC (Organización Europea de Consumidores) ha pedido a la CE a través de una carta que prohíba el dióxido de titanio (aditivo alimentario E171). En el documento se expone la medida francesa y las inquietudes que tiene este país por la seguridad y salud de los consumidores, algo que debería ser secundado por la Unión Europea, ya que todos los europeos merecen un el máximo nivel de protección. Se pide a la Comisión Europea que siga el ejemplo de Francia y presente una propuesta legislativa que elimine el E171 de la lista de aditivos permitidos en la UE.
En 2017, una investigación del Instituto Científico de Investigación Agronómica de Francia demostró que las nanopartículas de dióxido de titanio se extendían por todo el organismo afectando al sistema inmunológico e incrementando el riesgo de cáncer. Ese mismo año, otra investigación estadounidense demostraba que las nanopartículas de dióxido de titanio podían afectar a las funciones del epitelio intestinal, a la absorción de nutrientes, a la protección contra los microorganismos patógenos, etc. Dados los posibles riesgos para la salud, y que se trata de un aditivo que no tiene ningún valor para el consumidor, lo lógico sería prohibirlo y más si nos atenemos al principio de precaución, que supuestamente es fundamental en la UE.
Claro, que la Comisión Europea se atiene al veredicto de la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea), recordemos que en 2016 la agencia presentó una reevaluación de los colorantes alimentarios autorizados en la UE destacando que, a pesar de que existen estudios científicos en los que se concluye que el dióxido de titanio puede suponer un riesgo, el aditivo no representaba un problema para la salud de los consumidores. Sin embargo, hay que apuntar que los dos estudios que hemos citado, así como otros que se han realizado, son posteriores al veredicto emitido por la EFSA y aportan nuevos datos que esta agencia debería considerar (siempre que la Comisión Europea le solicite una nueva reevaluación).
La BEUC insta además a la Comisión Europea a que no realice objeción alguna, ni ponga en marcha una acción legal contra la decisión del Gobierno francés de prohibir el aditivo alimentario E171. La organización de consumidores comenta que un intento de impugnar o retrasar la medida francesa sería arriesgado, ya que se enviaría una señal errónea a los ciudadanos de la UE, que esperan que se ponga en primer lugar su salud y seguridad. Como ya hemos comentado en otras ocasiones, algunas decisiones de la CE parecen poner por delante los intereses económicos.
La decisión francesa se basa en la adopción del principio de precaución, principio que, en teoría, debería seguir también la UE, ya que en su reglamentación se indica claramente que un aditivo alimentario sólo puede autorizarse si su uso es seguro, está tecnológicamente justificado y ofrece determinados beneficios. El E171 no cumple con ninguno de estos principios, como ya hemos comentado, su finalidad es puramente estética y beneficia únicamente a la industria alimentaria. Por ello, se propone eliminar el aditivo de la lista de aditivos alimentarios autorizados de la UE.
Hay que destacar que la Asociación de Fabricantes de dióxido de titanio (TDMA), organización con sede en Bruselas que representa los intereses de los fabricantes de este aditivo, comenta que la decisión francesa no tiene fundamento alguno, aunque no rebate los estudios que se han presentado en los últimos años. También destaca que, aunque el IARC (Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la OMS) clasifica al dióxido de titanio como un posible carcinógeno para los seres humanos, es un riesgo sólo si el producto es inhalado, por lo que no se puede aplicar a los alimentos. Esto es irse por los cerros de Úbeda, ya que debería proporcionar argumentos que rebatieran los resultados de los estudios mencionados.
En fin, veremos si la CE atiende la petición de BEUC o hace como con otras cuestiones, ignorar el tema y seguir con su política, donde predominan los intereses económicos y otras cuestiones antes que la salud y seguridad de los consumidores. A través de este documento (Pdf) podréis leer la carta que BEUC ha enviado a la Comisión Europea acerca del E171.
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