¿Sabemos cuántas partículas de plástico consumimos? Cada vez que adquirimos y tomamos alimentos y bebidas en el supermercado, no imaginamos la cantidad de microplásticos y nanoplásticos que estamos introduciendo en nuestro organismo. Según Environmental Working Group (EWG), organización sin ánimo de lucro que se dedica a la protección de la salud y del medio ambiente, ese consumo es equivalente a entre tres y doce bolsas de plástico al año.
Los microplásticos (partículas que miden entre 5 milímetros y 1 micrómetro) y nanoplásticos (partículas con un tamaño inferior a 1 micrómetro) proceden de diversas fuentes, están presentes en alimentos, en bebidas y en el ambiente que nos rodea, y su acumulación en el organismo humano plantea serias dudas sobre sus posibles efectos en la salud. El plástico es un material ubicuo, es decir, que se encuentra presente en casi todas partes, de forma común y extendida en el entorno, pudiendo acabar tras su degradación en los alimentos, el agua, el aire, etc.
Desde las botellas de agua embotellada (recordemos que una investigación puso de manifiesto que hasta el 93% del agua embotellada del mundo estaba contaminada con microplásticos y nanoplásticos) hasta los envases de comida y los utensilios de cocina, y es que casi todo lo que tocamos contiene plásticos. Irremediablemente la exposición continua a estos productos hace que ingiramos pequeñas cantidades de microplásticos sin que nos demos cuenta. Según el estudio publicado por el EWG, una persona adulta podría estar consumiendo hasta 71’69 gramos de plástico anuales o el equivalente a unas 12 bolsas de plástico del supermercado.
En los últimos años, diversos estudios han encontrado que las tablas de cortar de plástico, las botellas de agua embotellada y los recipientes de plástico reutilizables, son algunas de las principales fuentes de contaminación. A esto hay que añadir que el agua potable, sea del grifo o embotellada, son otra de las vías para la ingesta de microplásticos y nanoplásticos. Merece la pena recordar que un estudio realizado por biólogos de la Universidad de Victoria en Canadá apuntaba que los seres humanos ingieren decenas de miles de partículas de microplástico al año sin saberlo, explicando que como mínimo entre 39.000 y 52.000 partículas, cantidad que aumenta entre 74.000 y 121.000 partículas si se tiene en cuenta el aire que respiramos, y 90.000 partículas adicionales si se bebe agua embotellada.
Los microplásticos están presentes en todos los ecosistemas, en las tierras de los suelos agrícolas, en el aire y en el agua, esto inevitablemente implica riesgos para la salud y así se ha confirmado en un gran número de investigaciones. Hay que decir que aunque el impacto a largo plazo de los microplásticos en la salud humana aún no está completamente claro, los estudios sugieren que pueden tener efectos adversos significativos. Una investigación realizada por la Universidad Libre de Ámsterdam encontró microplásticos en el torrente sanguíneo de los humanos, lo que plantea preocupaciones sobre su capacidad para acumularse en los tejidos y órganos. Aunque la cantidad de partículas detectadas era mínima, los investigadores no descartan la posibilidad de que puedan representar un riesgo para la salud pública, especialmente al afectar a células vitales y órganos.
Por cierto, no hace mucho conocíamos una investigación realizada por expertos de la Universidad de Campania Luigi Vanvitelli (Italia), en la que se concluía que los nanoplásticos y microplásticos son un factor de riesgo potencial para la salud del corazón, siendo el primer estudio que muestra que las partículas plásticas están presentes en las placas ateroscleróticas, depósitos grasos en las arterias con exceso de partículas de lipoproteína de baja densidad, lo que resultó para los expertos una prueba irrefutable de su peligrosidad.
Investigaciones adicionales, como las llevadas a cabo por la Universidad Estatal de Arizona y la Universidad de Utrecht, han mostrado que las partículas plásticas pueden provocar la muerte de células inmunes y alterar el metabolismo celular en los pulmones humanos. Además, la presencia de estas partículas en órganos importantes como el cerebro o el hígado, podría tener efectos tóxicos a largo plazo, aunque los estudios están en etapas preliminares y se necesita más investigación para llegar a conclusiones definitivas.
Es casi imposible eliminar por completo la exposición a los plásticos, pero podemos tomar una serie de medidas para reducir su impacto, se pueden tomar acciones sencillas como sustituir las tablas de plástico para preparar alimentos por otras que sean de madera, evitar el uso de recipientes de plástico en el microondas, ya que el calor acelera la degradación de estos materiales que acaban en los alimentos, reducir el uso de fiambreras o botellas de plástico sustituyéndolas por su equivalente en vidrio, etc.
El problema de la contaminación por microplásticos y nanoplásticos es sistémica y por tanto, se necesita una intervención más allá de los cambios individuales que hemos citado. Los investigadores y expertos en el tema comentan que es fundamental que se promulguen políticas que limiten el uso del plástico a nivel industrial, mucho más restrictivas de lo que lo son actualmente. El estudio de EWG que podéis leer en este artículo, destaca que la ingesta de microplásticos no es un problema aislado, sino el claro reflejo de la dependencia mundial del plástico, siendo imperioso que se lleve e cabo una reevaluación global de nuestra relación con este material.
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