En 2017 esta investigación publicada en la revista científica Nature Geoscience concluía que la redistribución de los cultivos del mundo podría favorecer el aumento de la producción alimentaria y reducir el gasto de agua, un bien preciado que cada año resulta más escaso. Sin embargo, los movimientos propuestos planteaban varias dudas y complicaciones difíciles de superar, como barreras culturales o políticas, patrones de consumo de la población de cada país, la oferta y demanda de cada cultivo, los medios económicos y maquinaria para la puesta en marcha de los cultivos, etc.
Pues bien, hoy conocemos una nueva investigación realizada por expertos de las universidades de Cambridge, Pekín y Harvard, en la que se concluye que reubicar las tierras de cultivo podría revertir el impacto ambiental. Los expertos consideran que es necesario reubicar las tierras de cultivo actuales a otras zonas que se consideran óptimas, esto contribuiría también a favorecer la regeneración de ecosistemas de las áreas que se abandonarán, lo que podría hacer retroceder el “reloj” de las emisiones de carbono.
Los investigadores comentan que la conversión de tierras naturales en tierras de cultivo ha contribuido en los tres desafíos ambientales más graves a los que se enfrenta la humanidad, la pérdida de biodiversidad, la escasez de agua y el incremento de la emisión de gases de efecto invernadero. Recordemos que la producción de alimentos es responsable de la cuarta parte de las emisiones de estos gases en el mundo. En este sentido, merece la pena retomar la lectura de este informe de Oxfam en el que se concluía que la producción de alimentos básicos como el arroz, el maíz o la soja, tiene un enorme impacto ambiental. También es interesante dar un vistazo a esta investigación en la que se apunta que la carne supone casi el 60% de todos los gases de efecto invernadero.
En el estudio se utilizaron mapas globales de las áreas de cultivo actuales de los 25 principales cultivos del mundo, como la cebada, el trigo y la soja, alimentos que en su conjunto suponen más de las tres cuartas partes de las tierras de cultivo de todo el mundo. Se utilizó un modelo matemático con el que se analizaron las distintas formas posibles de distribuir las tierras de cultivo, teniendo en cuenta que no se produjera una pérdida de productividad. De este modo se pudieron identificar las opciones más beneficiosas para mantener la producción y a la vez reducir el impacto ambiental.
Los investigadores comentan que en muchos lugares los cultivos han reemplazado a los hábitats naturales que contenían mucha biodiversidad y carbono, además, se apunta que se han puesto en marcha cultivos que ni si quiera crecen en condiciones óptimas, lo que juega en contra de la productividad, favorece el gasto de agua y las emisiones de gases de efecto invernadero. Por tanto, la propuesta es trasladar esos cultivos y dejar que esas zonas se regeneren, afirmando que daría como resultado beneficios ambientales de forma rápida y significativa.
Optimizando áreas de cultivo se obtendrían nuevas y amplias extensiones para la producción de alimentos básicos importantes, sobre todo en el medio oeste de Estados Unidos y áreas situadas debajo del desierto del Sahara (África). En contraste, se apunta que grandes áreas de cultivo situadas en Europa e India, se restaurarían a su hábitat natural, algo que dudamos que se aceptara, por ejemplo, en Europa, donde ya se han puesto en marcha políticas para incrementar la producción de productos como la soja, a fin de reducir la dependencia de terceros países. Tampoco hay que olvidar que según un informe de Greenpeace, más del 70% de la superficie agrícola de la UE se destina a la alimentación del ganado, algo que juega en contra de la seguridad alimentaria y el medio ambiente.
Según los resultados del estudio, se lograría reducir en un 71% el impacto del carbono de las tierras de cultivo globales al ser regeneradas a su estado natural inicial, además, el impacto de la producción de cultivos en la biodiversidad se reduciría en un 87%, y con ello la necesidad de regar al trasladar cultivos donde la pluviosidad es elevada, el gasto de agua sería menor. Los datos son buenos pero no son viables, de hecho, los expertos reconocen que estas medidas no se pueden poner en práctica en la actualidad, pero lo interesante de este estudio son los resultados, que pueden ayudar a reubicar nuevas áreas de producción en lugares óptimos.
Podéis conocer más detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la Universidad de Cambridge, y en este otro publicado en la revista científica Nature Communications Earth & Environment.