En el Museo de la Ciencia de Valladolid resplandece el Restaurante Ramiro’s. No sabemos si describirlo como una grata sorpresa, pues éramos conscientes de que la cocina que allí ofrecen nos iba a encantar, pero además el entorno, el servicio y el ambiente, es digno de laurear. Evidentemente, la estrella Michelin de la que goza es bien merecida, sin obviar el Sol Campsa.
Jesús Ramiro es chef y propietario del Restaurante Ramiro’s, recordemos que Ramiro’s también está en Puerto Rico, donde ha recibido muchos premios y reconocimientos por su calidad y profesionalidad. Naturalmente, Jesús Ramiro está rodeado de un espléndido equipo en el que también se encuentra su hijo, Jesús Ramiro Flores, responsable del restaurante de Valladolid mientras Jesús está en Puerto Rico o realizando otras actividades gastronómicas.
El Grupo Ramiro’s está compuesto, además de los restaurantes, por un taller dedicado a la investigación, a la creación, a la asesoría y a la formación gastronómica, y por una tienda de vinos (Wine Cellar), también ubicados en Valladolid.
El Restaurante Ramiro’s se encuentra en la décima planta del Museo de la Ciencia de Valladolid, es un privilegio tanto para el local como para los comensales que lo visitamos, que disfrutamos de excelentes vistas a la ciudad. Y de la cocina, casi mejor que veáis las fotos y vayáis anotando una visita en vuestra agenda, destaca una respetuosa tradición culinaria de Castilla y León fusionada con la cultura de otras cocinas internacionales y con la creatividad de la cocina de vanguardia en todos los aspectos, respeto a la materia prima para proporcionar sabores naturales, muchos de ellos guardados en nuestros recuerdos, pero mejorados en texturas, en equilibro, en aromas…
La comida empezó con unos snacks, Crujientes de queso con mermelada de manzana. Un largo aperitivo nos mostró enseguida la creatividad de la cocina, empezamos con Sabores de Castilla y León, un plato que prepararon en una mesa auxiliar que se encontraba junto a nuestra mesa. Estaba compuesto por pimientos del Bierzo, boletus de Soria, morcilla de Burgos, piñones de Tierra Pinares, alubiones de Soria, sal de lechazo, aceite arbequina y no recordamos si nos dejamos algo. La degustación de este plato se realizaba mojando pan y procurando tomar un poco de todo. Una delicia que se pronunciaba con un Pan de Valladolid crujiente, recién hecho.
Continuamos con aperitivos como el Bombón de all i oli y jamón, la Croqueta de boletus, una Magdalena de queso dulce y una suave crema que limpió nuestro paladar para continuar con un Montadito de bonito con pimientos asados y crema de ajo blanco trufado. Los platos los dejamos limpios, indiscutiblemente.
Nos sorprende a continuación un Arroz negro de chipirones con aire de parmesano y escamas de atún en movimiento. Aunque en las imágenes no se pueda apreciar, las escamas de atún se mueven en el momento de servicio del plato, esto se debe a que se están rehidratando en caliente y provocan expectación, sin duda alguna. El arroz estaba delicioso, un grano de calidad como el Senia con una cocción en su punto, sabor suave y equilibrado.
El plato de pescado estaba compuesto por un Bacalao con crema de erizos de mar a la vainilla y guisote de sus callos. Cada vez nos gusta más la crema de erizos, potencia el sabor a mar de forma deliciosa, con el bacalao es ideal, además el toque avainillado es también una gran elección para los pescados y mariscos.
El Lomo de ciervo con tierras de miel, pinar y cacao parecía un cuadro, el arte se encuentra en la presentación, parece un paisaje castellano-leonés (con sus montes, sus árboles, sus tierras, la representación del ganado…), pero también en la elaboración, la carne estaba tierna y sonrosada, acompañaba además de una quenelle de queso de Valdeón que le sienta muy bien.
Vamos por un prepostre que golosamente nos prepara para disfrutar de la parte más dulce. De nuevo elaboran ante nosotros, esta vez al otro lado de la mesa, una Mousse de chocolate blanco. Su elaboración es con nitrógeno líquido, es decir, por congelación. En la galería de imágenes podéis ver que se vierte la mousse a cucharadas en el nitrógeno líquido y se le da unos segundos de tiempo para que el resultado sea una nube, una roca de chocolate blanco que nos sirven en pequeños cuencos para su degustación. Su textura es muy agradable, refrescante, parece que se funde en el paladar y el sabor se conserva perfectamente.
De postre nos sirvieron un Pastelito caliente de almendras con una quenelle de coco, combinación exquista, tanto de sabores como de texturas y contraste de temperaturas. El pastelito es lo que conocemos como coulant o soufflé, un postre irresistible para todos y que ‘almendrado’ no tiene nada que envidiar al del chocolate más negro (que nos encanta).
Aún llegaron los Petit Fours para endulzarnos el café y acompañar una muy grata sobremesa.