En Estados Unidos han puesto en marcha un plan para intentar frenar la resistencia de los insectos al maíz transgénico, el plan resulta bastante curioso. Se pretende cultivar maíz tradicional a modo de refugio para los insectos, para que puedan comérselo y evitar que coman maíz transgénico con la consiguiente posibilidad de acelerar el proceso de resistencia. El plan ha sido puesto en marcha por la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos y obliga a los agricultores que trabajan con el maíz modificado genéticamente, a que cultiven el maíz tradicional para que los insectos no ingieran las toxinas Bt (genes del Bacillus thuringiensis), al reducirse el número de insectos que comen en los cultivos modificados genéticamente, se reduce la descendencia de insectos que han adquirido la resistencia a la toxina.
Los refugios para frenar la resistencia al maíz modificado genéticamente deben ser de un 20% del total de la superficie cultivada, aunque dependerá también del tipo de maíz, algunas plantas contienen dos tipos diferentes de toxinas Bt, en este caso el porcentaje lo establecen en un 5%. Sin embargo, los investigadores apuntan la rápida evolución de los insectos y su gran capacidad para adaptarse a las condiciones adversas (en este caso la comida), por ello, para que el maíz transgénico siga siendo efectivo, recomiendan que los refugios sean de hasta un 50% y un 20% para el maíz que contiene 2 genes modificados.
Al principio, el maíz Bt logró reducir, en teoría, los costos de producción, se redujo el número de insecticidas empleados y se lograban frenar en cierto modo las plagas que asolan los cultivos, como por ejemplo el taladro o barrenador, insecto responsable de las mayores plagas que atacan el maíz y que provocan pérdidas que rondan los 1.000 millones de dólares anuales. Pero la tortilla se ha girado, como sabemos, todo ser vivo lucha por sobrevivir e intentar adaptarse a las condiciones del entorno, por lo que los supuestos beneficios del maíz transgénico parecen haber desaparecido, la proteína tóxica antes mortal para insectos y nematodos ha pasado a ser un alimento más. Al respecto sería interesante retomar la lectura del post sobre la resistencia que han desarrollado los insectos.
Lamentablemente, la mayoría de semillas que se producen en Estados Unidos son transgénicas, por lo que ahora se incrementará significativamente la demanda de semillas tradicionales, cambiar el modelo productivo llevará tiempo, por otro lado, seguramente será un inconveniente para los agricultores que en su momento optaron por cultivar maíz Bt para obtener rentabilidad y hacer frente a las plagas. Monsanto no les advirtió de estos riesgos y probablemente el gigante biotecnológico sabía que antes o después pasaría esto, de ahí que iniciara nuevos trabajos en los que el maíz recibe hasta ocho variedades de genes diferentes, un ejemplo es el maíz transgénico SmartStax, nuevo cultivo fruto de la colaboración entre Monsanto y Dow Chemical, una de las empresas químicas más grandes del mundo. Esta es una carrera muy peligrosa, cuando más complejo sea el cóctel, más resistentes terminarán siendo los insectos y lograrán acabar con cualquier tipo de cultivo.
Con la inclusión de ocho genes diferentes se creaba un super maíz capaz de soportar herbicidas, insectos y enfermedades, dejando al margen los herbicidas (algo que podría provocar la resistencia de las hierbas), se les están dando herramientas a enfermedades e insectos para que sean capaces de soportar todo tipo de condiciones adversas en lo que respecta a la comida. El desarrollo de variedades de maíz como esta, hacen sospechar que antes o después sustituirán a las que sólo contienen una proteía Bt, como por ejemplo el maíz Mon 810.
A través del artículo de EurekAlert, podemos saber que los expertos apuntan otras estrategias complementarias a los refugios de maíz tradicional para frenar la resistencia desarrollada por los insectos, cambiar de tipo de cultivo periódicamente, utilizar insecticidas tradicionales, etc. Preservar el medio ambiente, garantizar la rentabilidad de los agricultores y evitar la resistencia de los insectos, es una ecuación muy complicada. Podemos pensar que las soluciones propuestas son temporales, hasta que se introduzcan nuevas variedades de maíz con una gran carga genética modificada, y con las mismas promesas que se realizaron cuando se introdujo el maíz Bt.
Los investigadores indican que está ocurriendo lo que ya se vaticinaba gracias a los experimentos realizados en los laboratorios y la teoría de la evolución. Parece ser que la primera vez que se detectó que los insectos eran resistentes a los cultivos modificados genéticamente fue en el año 2009 en el Estado de Iowa, aunque no fue hasta el año 2011 cuando se dio la voz de alarma al constatar que hasta cuatro plantaciones en las que se cultivaba el maíz desde hacía tres años eran pasto de los insectos sin que les afectase en lo más mínimo.
Culpaban de ello a la falta de rotación en los cultivos, algo necesario para que el terreno no se empobrezca, pero ocurrió y ahora se extiende irremediablemente. Los expertos plantean los refugios o podríamos decir «comederos libres», como medida para que desaparezca la resistencia, teniendo en cuenta que un campo puede albergar millones de insectos, decir que se puede reducir el número de insectos que cuentan con la resistencia parece algo inverosímil, de ahí que se proponga que las superficies refugio se incrementen.
La justificación para esta acción son las llevadas a cabo con el algodón transgénico, parece ser que existía el mismo problema, y gracias a estos refugios (cultivo de algodón tradicional) se ha logrado frenar la resistencia durante una década. Por otro lado, también indican que donde no se planten estos «comederos» en pocos años plagas resistentes acabarán con todo el cultivo. La resistencia que desarrollan los insectos es motivo de una profunda preocupación, ¿no sería mejor y más fácil abandonar el maíz transgénico?
Podéis conocer más detalles sobre la noticia a través del artículo publicado en la Universidad de Arizona.
Foto 1 | Alternative Heat