La correcta manipulación y conservación de los alimentos es de vital importancia para tener control sobre la seguridad alimentaria, así que además de tratar temas fundamentales sobre higiene alimentaria y manipulación de alimentos, de los que obtenemos fácilmente información a través de las entidades públicas y privadas relacionadas con la salud, nos gusta obtener explicaciones sobre cuestiones que no están reflejadas en estas normas básicas.
Y especialmente porque nos consta que hay ocasiones en las que las recomendaciones de expertos en salud y seguridad alimentaria, así como de agentes de salud comunitaria, entre otros, no siempre son acertadas. Recordemos cuántas veces hemos leído, escuchado e incluso recomendado que los huevos no se guarden en la puerta del frigorífico, y cómo después hemos conocido un consejo totalmente contrario, lo explicamos en este post.
Así que entre las cuestiones que se modifican después de realizarse más estudios y adquirir más conocimientos, y las que hasta el momento podíamos no habernos planteado, es esencial actualizarse día a día en relación a las pautas de higiene y seguridad alimentaria, quizá lo más complicado es hacerlo de fuentes rigurosas. Hemos hablado sobre el uso de guantes para cocinar, si se deben lavar las ensaladas de bolsa, si se debe lavar el pollo, cómo se deben cascar los huevos, cómo se debe guardar una conserva una vez abierta…
Y hoy vamos a resolver la posible duda sobre si quitar o no quitar la tapa de aluminio de lácteos como el yogur, el queso fresco, el kéfir, la mantequilla, los quesos untables… y contadnos, ¿lo hacíais bien? Estamos seguros de que muchos de vosotros responderéis que sí, nos satisface decir que nuestra respuesta también es afirmativa. Si no sabéis de qué estamos hablando, os lo aclaramos enseguida.
Los productos lácteos frescos como el queso tipo Burgos, el queso fresco batido, el yogur en formato de medio kilo o más, el kéfir y otros, se suelen presentar en tarrinas de plástico y llevan dos tapas, una de aluminio que está totalmente adherida a la tarrina, y una de plástico que la cubre y es de quita y pon, ya que este tipo de productos normalmente no se consumen de una vez.
Así que podemos hablar de que hay dos tipos de consumidores de estos productos, los que retiran totalmente la tapa de aluminio (en la que siempre hay restos del producto lácteo, a no ser que como Fage, tenga también una tapa de papel encerado o similar) y la desechan y después cierran la tarrina con la tapa de quita y pon, y los que no terminan de despegar la tapa de aluminio y después de tomar la cantidad de lácteo deseado, la vuelven a colocar bajo la tapa de quita y pon.
Estos últimos suelen argumentar que no quitan la tapa de aluminio (también puede ser de otro material, como papel) porque si está en el producto es por algo, porque consideran que protege y conserva mejor el lácteo, o simplemente por pereza o por no pensar en si es mejor o peor quitarla. Y quienes retiramos totalmente la tapa de aluminio podemos hacer simplemente eso o, además, servir el producto lácteo y limpiar el borde de la tarrina para que no queden restos que sean más susceptibles de resecarse o estropearse.
Bajo estas líneas podréis ver un vídeo en el que el tecnólogo alimentario Mario Sánchez, explica por qué hay que retirar la tapa de aluminio de los productos lácteos, así que nosotros os lo contamos a continuación. Siempre que se abre un envase de las características de los mencionados productos lácteos (igual que sucede con otros), empieza su deterioro porque entra en contacto con factores externos, aire, humedad, bacterias… Y especialmente los restos que quedan en la tapa de aluminio, están más expuestos a los factores externos que pueden acelerar la aparición de moho, por ejemplo.
Así que si se retira la tapa, el rápido deterioro de los restos que hay adheridos a ella, no afectará a lo que queda en la tarrina, se conservará en mejores condiciones. Y no está de más recordar que una vez que el producto se ha abierto, empieza a contar la fecha de caducidad secundaria, ya sabéis que los fabricantes indican en los envases cuántos días se puede conservar el producto en las condiciones adecuadas, una vez que se ha abierto. Es recomendable cumplirlo.
Foto 2 | Charlene