Alrededor del 50% de los consumidores no lee las etiquetas porque la letra es muy pequeña, y esto los fabricantes lo saben muy bien, por eso siguen utilizando la letra pequeña en la información de los productos alimenticios, y si lo continúan haciendo es porque muy orgullosos y satisfechos no deben estar. Así que si queremos comprar un producto y vemos que la letra es prácticamente ilegible… ya sabemos qué podemos pensar y también que deberíamos hacer.
Lo vergonzoso es que esto siga siendo un problema en nuestra sociedad, después de años y años de denuncias por parte de distintas asociaciones de consumidores, podemos mencionar como ejemplo esta denuncia de hace trece años, o la que recientemente ha publicado la OCU en su web. Esta organización de consumidores y usuarios define el etiquetado como el medio por el que el fabricante informa sobre las características del producto alimenticio que tiene intención de comprar.
La denominación, la lista de ingredientes, la posible presencia de alérgenos, la fecha de consumo preferente o caducidad, cómo conservarlo, cómo consumirlo, qué valores nutricionales tiene… Esta información sobre los productos que introducimos en nuestra cesta de la compra la debemos conocer, siempre es importante leer las etiquetas para saber qué vamos a comer y a dar de comer a nuestra familia, y los fabricantes lo tienen que poner fácil, con una letra y una presentación comprensible para todos.
Según el Reglamento 1169/2011 sobre la información alimentaria facilitada al consumidor, la información obligatoria deberá imprimirse utilizando una fuente con una altura mínima de la x de 1’2 milímetros. Si la superficie máxima del envase es inferior a 80 cm², se podrá utilizar una altura de la x mínima de 0’9 mm. Y si la superficie del envase es inferior a 10 cm², debe indicarse lo siguiente: Denominación del producto alimenticio; sustancias o productos que causan alergias o intolerancias utilizados en la fabricación o preparación y que sigan estando presentes en el producto acabado; cantidad neta del alimento; la fecha de «consumo preferente» o de «caducidad».
Ahora bien, si al tamaño de la letra, demasiado pequeña, le sumamos que está impresa sin contraste de color con el fondo de la etiqueta, cosa que sucede muy a menudo, y si el material es brillante y con las luces se deslumbra, lo que era difícil de leer se convierte en totalmente imposible. Es real que hay personas que luchan contra esta ‘desinformación tolerada’ llevando una lupa (hay quien la lleva en el móvil) al supermercado, porque ya no llega ni con las gafas.
Y qué vergonzoso es también que las alusiones positivas o eslóganes comerciales que se puedan incorporar en el etiquetado de un producto procesado o ultraprocesado estén en letras bien grandes, con colores muy llamativos y en la parte frontal. En fin, la OCU recupera este problema social y solicita etiquetados con letra más legible y mostrando la información esencial en el lugar destacado.
Pero esto ya lo sabemos, así que lo que queremos es compartir las respuestas de las preguntas que habéis leído en el titular: ¿Qué información sueles mirar cuando compras un alimento por primera vez? ¿Qué reclamos nutricionales o de salud influyen en tu compra? ¿Por qué no prestas más atención a la etiqueta? Y también nos gustaría que nos respondáis vosotros en los comentarios, porque las conclusiones de la OCU están basadas en una encuesta que han realizado a 921 consumidores, afirman que representativos de la población española.
Dicen que el 44% de las personas suele prestar mucha atención al etiquetado cuando compra por primera vez un producto alimentario, el 47% la mira por encima y el 9% nunca lee las etiquetas. De los consumidores que miran las etiquetas por encima, o que apenas las miran, 3 de cada 10 lo hacen porque les lleva demasiado tiempo, no tienen el hábito o no las entienden, pero sobre todo, porque la letra es demasiado pequeña, y obviamente, este problema es mayor cuanto mayor es el consumidor y más dificultades de visión tiene.
Así, según los datos recabados por la OCU, el 52% de los consumidores no presta más atención a la etiqueta porque la letra es demasiado pequeña. Los consumidores que consideran que perderían demasiado tiempo se cifran en el 29%, el mismo porcentaje de personas que afirman que simplemente no tienen el hábito. El 27% de los consumidores no presta la atención necesaria porque encuentran dificultad en la comprensión.
Importante es mencionar que el 12% de los consumidores consideran que resulta difícil encontrar lo que buscan en la etiqueta, y consideramos que a este porcentaje se debería sumar el de las personas que consideran que requieren demasiado tiempo, porque si la información se viera a simple vista, no habría que buscarla y no se perdería tiempo. ¿Cuántas veces hemos dado mil vueltas a un producto para encontrar dónde está la fecha de caducidad?
Hay que señalar también que el 9% de los consumidores que han participado en la encuesta no se fían de la información que se ofrece en el etiquetado, sólo hay un 3% que dice que es una información que no le interesa, una pena. Queda un 1% que dicen que no miran el etiquetado por alguna razón que no se concreta, ¿tenéis vosotros alguna a añadir?
Ahora veamos la respuesta a la información que interesa a los consumidores cuando compran un producto alimenticio por primera vez. Curiosamente, lo que más importa es la fecha de caducidad o de consumo preferente (82%), seguido de los ingredientes (69%) y a continuación la tabla de información nutricional (51%). Nos gusta saber que también consultan el lugar de origen o procedencia (49%). Bajo estas líneas os dejamos el gráfico para que veáis las cifras de cuánto suele interesar la información sobre las instrucciones, condiciones de conservación, fabricante, reclamos sobre beneficios para la salud…
Por cierto, no está de más señalar que según la edad de los consumidores se tiene más interés por una u otra información, por ejemplo, los mayores de 60 años miran más la fecha de caducidad y el origen del producto y los menores de 40 años suelen mirar más la tabla con los valores nutricionales, los reclamos sobre los beneficios nutricionales y las promociones. Y los consumidores de entre 40 y 60 años, por su parte, parecen interesarse por las instrucciones de cocinado, la conservación del producto y los beneficios para la salud. Podemos ver con estas tres generaciones, cómo ha cambiado el mundo…
Sobre los reclamos nutricionales o de salud (os recomendamos leer este post) que ilustran las etiquetas de los alimentos hemos hablado también muchas veces en Gastronomía y Cía, por lo que ya sabemos que en la actualidad, lo que más interesa es que no lleve azúcares añadidos (66%), le sigue la leyenda sobre el bajo contenido en grasas saturadas (60%), el bajo en calorías (51%), el bajo contenido en sal (49%), el sin aditivos artificiales (47%), el ‘Natural’ (46%), el rico en fibra (32%), el integral (31%), el contiene vitaminas (28%), el light (27%), el bio (25%), el rico en calcio (23%), el sin lactosa (19%), el sin gluten (13%) y el vegano/vegetariano (7%).
Si queréis conocer algunos detalles más de los resultados de la encuesta de la OCU, podéis acceder a su publicación pulsando aquí. Pero lo más importante es que siempre tengamos en cuenta que la alimentación es nuestra fuente de salud, o de enfermedad, y la primera nos la brindarán, sobre todo, los alimentos que no necesitan llevar etiqueta.