A estas alturas seguro que todos conocéis las semillas de chía y algunos de sus beneficios y usos en la cocina. De todas formas, podemos recomendaros leer este post en el que os explicábamos algunas curiosidades e información que os puede interesar si incluís estas semillas en vuestra alimentación, desde su origen, pasando por sus características, por su fama de ‘superalimento’, por sus propiedades, sus valores nutricionales… hasta cómo se debe consumir la chía.
Entonces, si lo que se conoce como chía es una semilla, ¿qué es un huevo de chía? Pues en primer lugar hay que decir que no existen los huevos de chía, sobra decirlo, simplemente es la traducción de ‘chia egg’, una definición que se ha popularizado mucho en los blogs de habla inglesa (y después en el resto), sobre todo en los de alimentación vegana, ya que elaboran recetas sin productos de origen animal, y necesitan un sustituto del huevo.
Así que eso es ‘un huevo de chía’, lo que con más acierto se definiría como semillas de chía remojadas (o activadas) para sustituir al huevo, por ejemplo. Si os preguntáis qué usos puede tener le mencionado ‘huevo de chía’, pues es de lo más variado, en principio puede utilizarse como se utilizaría un huevo en cualquier receta de repostería o en la que se incorpore como aglutinante, coagulante, emulsionante, espesante, estabilizante…
Si leéis recetas de repostería vegana seguramente encontraréis en más de una ocasión (y cada vez más a menudo) que en los ingredientes se demandan uno o dos huevos de chía, parece ser que se podrían sustituir hasta tres huevos con semillas de chía, y que mayor cantidad no daría buenos resultados. Hay que decir que, aunque estas semillas sean un buen sustituto del huevo y permitan hacer galletas, bizcochos, distintos tipos de masas y demás, el resultado puede ser bueno, pero no es lo mismo.
¿Cómo se prepara un huevo de chía?
El caso es saber cómo se prepara un huevo de chía, o cómo se preparan las semillas de chía para sustituir al huevo de gallina, pues es muy sencillo, lo importante es conocer la proporción de los dos ingredientes necesarios, éstos son las semillas de chía y un líquido. Normalmente se hace con agua, pero también se puede hacer con bebida vegetal o leche, entre otros líquidos, dependerá de la receta que se vaya a elaborar y de los gustos de cada uno.
Lo que necesitan las semillas de chía es que liberen el mucílago, convirtiéndose entonces en una especie de crema gelatinosa. Si habéis probado los denominados púdines de chía ya sabéis a qué nos referimos. De hecho, si consumís chía sabéis que para que sus propiedades nutricionales sean efectivas al consumirlas, es necesario dejarlas en remojo, lo que también se conoce como ‘activar las semillas’, o triturarlas en su defecto triturarlas, en caso contrario salen igual que entran.
Para hacer un huevo de chía se debe mezclar una cucharada sopera de semillas de chía y tres cucharadas soperas de agua tibia. Esta mezcla se debe dejar reposar en un bol hasta que se hidrate y la chía se vea envuelta en el mucílago, que es un tipo de fibra soluble de textura viscosa. Es mucho mejor si las semillas de chía están trituradas o molidas, algo que se consigue en pocos segundos con el molinillo de café, pues se obtiene una textura con más efectividad, en menos tiempo (bastarán unos cinco minutos), más fina y más similar al huevo batido.
También se puede hacer un ‘huevo de semillas de lino’
La misma función que las semillas de chía las pueden cumplir otras semillas quizá más populares en nuestra cultura como son las semillas de lino o linaza, el sistema es el mismo, poner en remojo una cucharada de las semillas molidas con tres cucharadas de agua y dejar cinco minutos o hasta que se obtenga la mezcla viscosa similar a la clara del huevo.
Y si os sobran semillas activadas porque habéis hecho más cantidad de la deseada, recordad que se pueden añadir a un yogur, por ejemplo, e incorporar sus propiedades nutricionales a cualquier desayuno, postre o merienda.
Foto 2 | Philipp Alexander