La sidra es una bebida que es ampliamente conocida y apreciada, pero carece de una definición oficial en el ámbito europeo. Según la Real Academia Española (RAE), la sidra es una “bebida alcohólica, de color ámbar, que se obtiene por la fermentación del zumo de manzana”. Por su parte, el diccionario francés Larousse describe la «cidre» como una bebida alcohólica obtenida por la fermentación del jugo de manzana. A pesar de estas definiciones en países donde esta bebida es especialmente popular, no existe una normativa común en la Unión Europea que delimite qué puede denominarse sidra.
Se trata de un vacío legal que ha llevado a un curioso escenario donde en cada país comunitario, productores y consumidores definen la sidra según sus propios criterios. La bebida puede ser espumosa o sin gas, clara o turbia, e incluso integrar trocitos de manzana, del mismo modo, el contenido alcohólico varía de forma significativa, desde los niveles más bajos (1% o 2%) hasta casi un 13%.
Sin embargo, la Comisión Europea ha propuesto introducir estándares comunes de comercialización de la sidra para armonizar el mercado comunitario, como ya ocurrió en su momento con otros productos como la mermelada o la leche con las denominadas «directivas del desayuno». Se trata de un conjunto de normas donde se establecen estándares comunes para la composición, etiquetado y denominación de determinados productos alimenticios como la miel, los zumos de frutas, las confituras y la leche deshidratada.
El caso es que el nuevo proyecto busca establecer un contenido mínimo de zumo de manzana o de pera del 50% (sin filtrar) para las sidras y las peradas (zumos de pera). Aunque esta medida podría satisfacer a los que defienden una visión tradicional y auténtica de lo que debería ser la sidra, pone en riesgo a los productores industriales que elaboran esta bebida con tan sólo un 15% de zumo e incluso menos, el resto está formado por agua, azúcares añadidos, concentrados de zumos, colorantes y saborizantes artificiales. Se trata de bebidas alcohólicas etiquetadas como sidra, pero que en realidad están más cerca de ser refrescos con alcohol, pudiéndose citar marcas como Strongbow, Kopparberg o Somersby.
Las preocupaciones surgen en los países nórdicos, Suecia, Dinamarca y Finlandia han expresado su oposición a la propuesta, apuntando que podría afectar negativamente al crecimiento e innovación del sector. Por ello han enviado una carta a Wolfgang Burtscher, director general de Agricultura de la Comisión, donde han expresado su preocupación por aplicar un estándar tan rígido porque limitaría las posibilidades de expansión y exportación, señalando que estas cuestiones son pilares fundamentales para los productores nórdicos. Por ejemplo, Suecia exporta el 75% de su producción anual de sidra, lo que representa un tercio de todas las exportaciones de sidra en la Unión Europea. Por otro lado, Dinamarca ha visto crecer sus exportaciones de forma notable, pasando de 17 millones de litros en el año 2020 a 27 millones de litros en el año 2023.
Propuesta inclusiva: sidra tradicional y sidra industrial
Para evitar estas supuestas consecuencias negativas, los países nórdicos han sugerido una solución intermedia, diferenciar entre “sidra” y “sidra tradicional”, esto nos recuerda en cierto modo a la carne tradicional y la carne de cultivo, recordemos que en su momento Rebecca Cross y los responsables de Good Food Institute, argumentaban que la carne es carne, sea de granja o de cultivo, y la única diferencia era el método de producción, algo cuestionable para muchos consumidores.
El caso es que se cree que con este enfoque se podría facilitar que ambos tipos de producto coexistieran, satisfaciendo a los consumidores que buscan una experiencia más auténtica y sin perjudicar a los productores industriales. Esta propuesta no parece ser bien aceptada por otros países, aquí leemos que Francia, un país con gran tradición en la elaboración de sidra en regiones como Bretaña y Normandía y donde la sidra es el 100% del zumo de manzana, ha mostrado sus reservas ante esta propuesta. Por su parte, España, que es un gran productor de sidra, no se ha pronunciado y aún no ha adoptado una postura oficial ante la propuesta.
Establecer una definición oficial de sidra en la Unión Europea es por ahora un problema, un desafío que refleja la diversidad de las tradiciones, los mercados y las preferencias en la UE, por ello, para llegar a un consenso será clave equilibrar la protección de las tradiciones locales con la innovación que impulsa el crecimiento del sector industrial. Seguramente no tardaremos en tener nuevas noticias a través de la página oficial de la UE.