Una de las iniciativas de la Unión Europea que abordan el problema del desperdicio alimentario es el Proyecto Agrimax, cuyo objetivo es convertir los residuos de alimentos y de cultivos en nuevos productos de alto valor. Con estos residuos se trabaja para la producción de nuevos compuestos con base biológica para la industria química, para el envasado alimentario y para la agricultura, por ejemplo, aditivos naturales, envases biocompuestos, fertilizantes, etc.
De toda la biomasa utilizada, una parte no se podrá utilizar con los fines descritos, por lo que, o bien se usará para crear biogás, o bien se devolverá a la tierra para enriquecer el suelo. El objetivo es convertir a Agrimax en un modelo referente de economía circular, donde los residuos encuentran nuevos usos por parte del sector que los produjo, cerrando un bucle entre la producción inicial y la reutilización.
Lo cierto es que encontramos proyectos similares en otros países del mundo, se puede citar el trabajo desarrollado por la empresa canadiense Comet Biorefining, que trabaja en la transformación de residuos agrícolas en edulcorantes y fibra para productos alimenticios. Con este tipo de propuestas, además de reducir los residuos, los agricultores obtienen rentabilidad por algo que habría terminado abandonado en el campo o quemado.
La UE comenta que en Europa se desperdician cada año unos 700 millones de toneladas de cultivos y unos 90 millones de toneladas de alimentos, esto supone un derroche económico cuantificado en unos 936 mil millones de dólares, a esto hay que añadir que el volumen de desperdicios es responsable del 8% de las emisiones globales anuales de gases de efecto invernadero. A este desperdicio habría que añadir el generado por los consumidores que, según algunos estudios, se cuantifica en millones de kilos de frutas y verduras al año.
El caso es que para poder llevar a cabo este proyecto se han estado construyendo dos plantas piloto de procesamiento, una biorrefinería localizada en una granja familiar en el norte de Italia, donde se empezarán a procesar cereales y tomates para producir ácido ferúlico, licopeno, cutina y hidrocompost. La otra refinería se está construyendo en las instalaciones de un productor de frutas del sur de España, en ella se procesarán residuos de las olivas y las patatas para producir fibra, proteínas, polifenoles y aromas.
En ambos lugares se aplicarán las mejores tecnologías de procesamiento que se adapten a los diferentes tipos de desechos, sea la extracción por ultrasonidos, los tratamientos enzimáticos, la filtración, etc. En principio ambas plantas piloto están preparadas para aceptar diferentes tipos de materias primas, también se ha creado una plataforma de partes interesadas conectadas online para coordinar la provisión de residuos, algo necesario para poder mantener operativas de forma continua ambas plantas.
El proyecto evaluará los problemas ambientales y éticos relacionados con su producción, es decir, sus posibles implicaciones en la seguridad, en las reglamentaciones, se evaluará el efecto de los nuevos fertilizantes en la salud del suelo, etc. Paralelamente se trabaja en estrategias comerciales que permitan dar salida a los nuevos productos que se desarrollen, siempre garantizando la sostenibilidad de la producción y la viabilidad económica para todas las partes interesadas. Si todos se desarrolla según lo esperado, se plantea la posibilidad de que estas plantas fueran gestionadas por cooperativas agrícolas, así como su instalación en diferentes regiones europeas.
El Proyecto Agrimax se inició en 2016 y está previsto que finalice en septiembre de 2020, en él participan España, Bélgica, Italia, Noruega, Alemania, Irlanda, Reino Unido, Austria, Eslovenia, Hungría y los Países Bajos. A continuación, podéis ver un vídeo en el que explican de forma resumida los objetivos del proyecto.
Podéis conocer más detalles de este proyecto para reducir el desperdicio alimentario a través de su página oficial.