La FUCI (Federación de Usuarios Consumidores Independientes) ha enviado al Ministerio de Salud, Política Social e Igualdad, una propuesta para la implantación del impuesto de la grasa en España. A diferencia del impuesto de las grasas en Dinamarca, cuya finalidad parece recaudar fondos para las arcas del estado, o la propuesta del impuesto sobre el fast food en Portugal, solicitud realizada por el Colegio de Médicos de este país y que parece estar sujeta a evitar recortes presupuestarios en el Sistema Nacional de Salud, la propuesta española solicita que el dinero recaudado se destine a abaratar aquellos alimentos que se consideran saludables.
La FUCI invita a seguir el ejemplo de Dinamarca pero evidentemente con un objetivo más coherente que podemos relacionar con el deseo de mejorar la dieta de la población, reducir el índice de sobrepeso y obesidad, y las diferentes enfermedades que se asocian a estos problemas, como por ejemplo las enfermedades cardiovasculares. Gravar los alimentos ricos en grasas e invertir el dinero en el abaratamiento de frutas, verduras y demás alimentos saludables es una buena opción, aunque dudamos que se aplique, la razón es simple, falta dinero en las arcas del estado y parece que el único objetivo es recortar y recaudar. Pero un impuesto de la grasa en España con estas características sería pionero y demostraría un verdadero interés por la salud de la población.
El presidente de la Federación de Usuarios Consumidores Independientes cree que esta medida tendría un doble efecto disuasorio, ya que con el estandarte del ahorro se lograría aumentar la venta de productos saludables dejando a un lado aquellos alimentos que se enmarcan en una mala dieta. Por otro lado, los impuestos obligarían en cierto modo a las empresas alimentarias, a lanzar al mercado alimentos con contenido reducido en sal, grasa, etc. Se busca fomentar la alimentación saludable, y dado que las iniciativas que se han llevado a cabo hasta el momento no han resultado tan efectivas como cabría esperar, se apuesta por el castigo económico del bolsillo de los consumidores, algo que posiblemente sí obligaría a cambiar la percepción de la dieta.
Para Gustavo Samayoa, presidente de esta federación, el consumo de fast food guarda mucha relación con el sobrepeso y la obesidad, son alimentos más baratos y más asequibles para las clases sociales más desfavorecidas, cita estudios que asocian la obesidad al nivel social, cuanto más bajo, peor es la alimentación por la imposibilidad de acceder a alimentos más saludables que son más caros. A todo esto, hay que añadir que la FUCI solicita a las administraciones competentes que limiten a través de una legislación las grasas saturadas y se identifiquen claramente en las etiquetas de los alimentos que las contengan.
Si realmente se reinvirtiera el dinero de los impuestos en la reducción del precio de los alimentos saludables, más de un consumidor aplaudiría la iniciativa, pero como hemos dicho antes, es algo difícil de creer y más cuando en países como Dinamarca, con una situación económica más favorable que la de nuestro país, no ha decidido implantar un sistema de estas características, lo dicho, fines recaudatorios bajo la bandera de la dieta sana y equilibrada, pero no se mejora el acceso a los alimentos más saludables.
No nos extrañará que en los próximos meses otras asociaciones e instituciones avalen la propuesta realizada por la FUCI para la implantación del impuesto de la grasa en España, ¿qué opinas al respecto?
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