Un grupo de investigadores de Novus, empresa que se dedica al desarrollo de productos en el ámbito de la nutrición animal, ha dado a conocer una nueva solución con la que se podría reducir el problema del síndrome de la pechuga de madera, que está asociado a la producción intensiva en la que se lleva a cabo un rápido crecimiento y engorde de los pollos.
El síndrome de la pechuga de madera se da cuando una pechuga de pollo integra fibras musculares duras y elásticas, eso hace que su textura sea gomosa y, por tanto, difícil de comer. Se trata de un problema que causa grandes pérdidas a la industria avícola, para tener una idea, como explicábamos aquí, en 2017 se calculaba que un 10% de los filetes de pechuga de pollo que se comercializaban en el mundo estaban afectados por el síndrome.
Los expertos de Novus explican que en la actualidad existen algunos métodos para reducir la incidencia del problema, como el uso de antioxidantes, pero dependiendo de la estrategia se ve afectada la tasa de crecimiento, el peso de los animales y el rendimiento de las pechugas. Por ello, la mejor solución según los investigadores es aquella que reduce la tasa de incidencia del síndrome sin que se vea afectado el rendimiento de las aves.
Los expertos realizaron tres experimentos independientes para evaluar el efecto de varias intervenciones dietéticas sobre la incidencia del síndrome cuando las aves están expuestas a estrés oxidativo asociado con la alimentación de grasas oxidadas y por estrés debido al calor leve.
Parece ser que la incidencia del síndrome de la pechuga de madera está asociado al estrés, como el estrés oxidativo que sufren las aves, por ello trabajaron en diferentes combinaciones de aditivos alimentarios ricos en oligoelementos y antioxidantes dietéticos. Se logró obtener una combinación que reducía el estrés oxidativo en el tejido muscular, para el estrés por calor se añadieron unos compuestos minerales (zinc, cobre y manganeso) que junto a un antioxidante dietético y orgánico, redujo aún más la incidencia de la miopatía. De todos modos, comentan que se puede afinar más para obtener un mejor efecto mediante la mejora simultánea del estado del antioxidante exógeno y endógeno, reduciendo el estrés oxidativo y mejorando el proceso de curación de los tejidos de las aves.
Esta es una solución para la industria, que evitará pérdidas y disminución de la producción. No se quiere abandonar la cría y engorde intensivo y se recurre a todo tipo de aditivos para ello. Cuando la mejor solución es dejar que los pollos crezcan y engorden a un ritmo natural, la carne sería mejor, los pollos tendrían unas mejores condiciones al abogar por el bienestar animal y seguramente el problema del síndrome de la pechuga de madera apenas tendría incidencia, pero esto parece que no entra en los planes de la industria.
En el caso de países como Estados Unidos, donde la seguridad alimentaria parece un tema secundario, es mejor utilizar antibióticos como prevención contra posibles enfermedades, así como introducir aditivos, hormonas y otras sustancias químicas en la alimentación, con tal de no perder productividad y rentabilidad. En fin, será buena solución para la industria, pero no lo es para las aves y para quienes las consumen. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de Novus, y en este otro de la revista científica Frontiers in Physiology.