Un grupo de expertos formado por filósofos y científicos especializados en biotecnología, han realizado un estudio cognitivo para explicar el por qué se ha extendido tanto la oposición a los alimentos transgénicos, a pesar de que la biotecnología ha realizado contribuciones positivas y beneficiosas logrando mejorar la sostenibilidad de la agricultura. De sus conclusiones se desprende que la mente humana es muy susceptible a las representaciones negativas y emocionales que plantean los grupos anti transgénicos y los movimientos ambientalistas.
Los expertos explican que la oposición a los alimentos modificados genéticamente en muchos casos se puede explicar en términos de procesos cognitivos subyacentes. Los mensajes anti transgénicos en los que se argumenta que estos alimentos pueden causar enfermedades, contaminar o provocar daños ambientales entre otros, utilizan los sentimientos personales de disconformidad y se instauran fuertemente en la mente, siendo muy difíciles de contrarrestar, sobre todo porque la ciencia biotecnológica es muy compleja y resulta complicado comunicarla. Da la impresión de que se está llegando a la conclusión de que las personas de a pie no entenderían los argumentos y explicaciones proporcionados por la biotecnología.
En el mundo se pueden citar muchos casos de movimientos anti transgénicos y los resultados de su actividad, como por ejemplo las estrictas regulaciones en Europa sobre los cultivos modificados genéticamente, la gran oposición existente a las berenjenas transgénicas de la India, etc. La oposición pública a los alimentos modificados genéticamente crece y los investigadores creen que la razón es la falta de comprensión científica sobre el mundo de la genética, es decir, el temor a lo que se desconoce. Como ejemplo se cita una encuesta realizada en Estados Unidos en la que los consumidores proporcionaban curiosos argumentos que justificaban su oposición, un gen procedente de un pez introducido en un tomate, daría a esta fruta sabor a pescado. Aunque también se han proporcionado objeciones morales, como que los científicos que crean estos nuevos alimentos están jugando a ser Dios.
Es posible que una parte de la población se oponga a los alimentos transgénicos sin tener una idea clara de lo que son en realidad, pero hay una buena parte de personas que comprenden qué son, cómo se desarrollan y cuál es su función. Quizá en este estudio se debería haber discriminado entre la biotecnología que desarrollan empresas como Syngenta, Monsanto, Basf, etc., cuya finalidad es obtener la máxima rentabilidad posible con “alimentos insecticidas y herbicidas” que contienen genes que no benefician a los consumidores, y la biotecnología que desarrollan expertos de universidades y laboratorios independientes que tiene como objetivo crear alimentos modificados genéticamente que ofrecen mejoras organolépticas, beneficios para la salud, etc.
De hecho, se han realizado varios estudios para saber cómo los consumidores podrían ser más receptivos y aceptar este tipo de alimentos, en la mayoría de casos se ha llegado a la conclusión de que serían aceptados de mejor grado si ofrecieran algún beneficio de tipo saludable o medioambiental. Los consumidores incluso llegarían a pagar más dinero por estos alimentos si ofrecieran los beneficios antes citados.
Volviendo al estudio, en el argumento anti transgénicos los investigadores explican que se aprovecha la percepción de que cada alimento tiene un núcleo inmutable e inobservable, que cada uno tiene su esencia, y que las cosas existen en el mundo natural y suceden por algún propósito. Otra cuestión es la idea de que la naturaleza es una fuerza con un propósito o intenciones en la que los seres humanos no deben entrometerse. En este caso se podría decir que quizá la naturaleza también tiene planes para realizar modificaciones genéticas, aunque a muy largo plazo, véase por ejemplo el caso de las batatas, una reciente investigación ha concluido que se trata de un alimento transgénico natural, ya que integra en su genoma material genético de la bacteria Agrobacterium.
Según nos explican aquí, los expertos concluyen que los grupos anti transgénicos y los movimientos ecologistas son mucho mejores que la comunidad científica a la hora de influir en la población acerca de los organismos modificados genéticamente. Son más eficaces en los mensajes que lanzan y la razón es que durante mucho tiempo las personas sólo han escuchado a una de las partes (anti transgénicos), ya que los investigadores no se han implicado en la comprensión pública de lo que son los transgénicos, la complejidad de la biotecnología hace que sea difícil transmitir la información a un público no especializado. De nuevo hay que decir que se han obviado otros argumentos en esta investigación, como que las grandes empresas biotecnológicas han mantenido una política de silencio.
Mairead McGuinness, miembro del Parlamento Europeo que trabaja en el comité agrícola, declaraba que ha existido mucho secretismo y se ha vetado la información a la población, algo que ha provocado que se socave la fe en la ciencia. Aseguraba también que ha existido demasiado mutismo y poca transparencia en toda la trayectoria de los alimentos modificados genéticamente, por ello propuso un cambio de política a nivel informativo y de transparencia, curiosamente fue rechazado por las biotecnológicas, algo que por supuesto genera más desconfianza y en cierto modo da más la razón a los grupos ecologistas cuando ofrecen sus argumentos.
Los expertos creen que lo primero que hay que hacer es identificar las formas que permitan contrarrestar los mensajes negativos sobre los transgénicos, sabiendo que la información y la transparencia son los principales canales, instan a que se creen programas de educación científica, que se ofrezca información que facilite disipar los mitos creados sobre los transgénicos, buscar el acercamiento de ambos bandos y analizar caso por caso cada alimento modificado genéticamente, no se pueden meter todos en el mismo saco. Esto son palabras inteligentes, ya que como hemos indicado antes, se debe discriminar entre la biotecnología que desarrollan las grandes empresas biotecnológicas y la que desarrollan muchos investigadores del mundo para crear alimentos más saludables, con más nutrientes, cualidades organolépticas, etc.
Podéis conocer más detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la revista científica Trends in Plant Science.
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