Cuando los seres humanos empezaron a consumir alcohol, también empezaron a enfrentarse a los conocidos efectos secundarios de la bebida. Tras el consumo de una cierta cantidad de alcohol, es algo común que algunas personas experimenten dolores de cabeza, enrojecimiento facial y en algunos casos náuseas, la razón es la acumulación de un subproducto tóxico del alcohol, nos referimos al acetaldehído.
Este compuesto químico es resultante de la metabolización del etanol en el hígado, compuesto que es extremadamente perjudicial para el organismo, y cuando no se elimina de forma eficiente, se pueden producir síntomas como el dolor de cabeza o el enrojecimiento facial, entre otros. El consumo de bebidas alcohólicas ha estado asociado a los dolores de cabeza, sin embargo, es el vino el que más malestar ha provocado en comparación con otras bebidas, razón por la que algunos investigadores se han preguntado por qué el vino tinto causa dolor de cabeza, y hasta la fecha, dicha asociación no ha sido concretada.
Se han propuesto diversas hipótesis durante los últimos años sobre la relación entre el vino tinto y el dolor de cabeza, por ejemplo, que se trataba de una respuesta alérgica a los sulfitos del vino tinto o a la presencia de histamina en la bebida. Más recientemente, algunos expertos centraron su atención en los flavanoles, sustancias derivadas de los flavonoides, que son compuestos orgánicos o metabolitos secundarios procedentes de las plantas.
Un estudio realizado por expertos de la Universidad de California en Davis (Estados Unidos) centró su trabajo en una docena de flavanoles específicos presentes en el vino tinto con el fin de determinar si alguno de estos compuestos afectaba al metabolismo del acetaldehído. Según las pruebas in vitro, la quercetina que se considera un flavanol beneficioso que está presente en frutas y verduras, al combinarse con el alcohol provocaba que se bloqueara una enzima esencial en la descomposición del acetaldehído.
Recordemos que en este post explicábamos que el etanol que está presente en el alcohol, se metaboliza en el organismo convirtiéndose en acetaldehído, compuesto responsable de la aparición de la resaca y el dolor de cabeza, y que además puede dañar el ADN. Según los investigadores, cuando la quercetina entra en el al torrente sanguíneo, se convierte en una forma llamada glucurónido de quercetina, que obstruye el metabolismo del alcohol. Por tanto, la hipótesis es que cuanta más quercetina esté presente en el vino, más lentamente metabolizará el organismo el acetaldehído, derivando en efectos secundarios como el dolor de cabeza.
Esa nueva hipótesis ofrece una perspectiva diferente sobre el dolor de cabeza asociado al consumo de vino tinto, aunque evidentemente no puede considerarse como la única explicación y la razón es que no todo el mundo experimenta esos efectos (dolor de cabeza, náuseas…) del mismo modo, por lo que se sugiere que quienes padecen dolores de cabeza por tomar vino tinto, podrían tener condiciones preexistentes que les hacen más susceptibles a los efectos de la quercetina.
Los expertos consideran que las personas susceptibles a esta sustancia y que consumen vino, incluso en pequeñas cantidades, desarrollan dolor de cabeza, y en especial si tienen migrañas preexistentes u otras condiciones primarias de dolor de cabeza, como las cefaleas o el dolor de cabeza tensional. Por esta razón, consideran que se está avanzando hacia una explicación coherente sobre la relación del consumo de vino con el dolor de cabeza.
Claro, que es igualmente una hipótesis, así que ahora comentan que procederán a realizar un pequeño ensayo clínico con seres humanos, a los que les suministrarán diferentes vinos con diversas concentraciones de quercetina, por lo que tendremos que esperar a los resultados y en el caso de que sea positivo, habrá que esperar a que se realice otro estudio con un mayor número de sujetos para ratificar los resultados.
Podéis conocer todos los detalles del estudio a través de este artículo publicado en la página de la Universidad de California, y en este otro publicado en la revista científica Nature.
Foto 2 | LCNøttaasen