Según un estudio realizado por expertos de la Universidad de Pensilvania, la Universidad de Washington, la Universidad de Colorado (Estados Unidos) y la Universidad de Toronto (Canadá), los que se oponen a los alimentos transgénicos son los que menos saben de ellos, sin embargo, creen que son los que más saben de este tema. Los datos del estudio revelan, según los investigadores, que a medida que aumenta la oposición y la preocupación por los alimentos modificados genéticamente, disminuye el conocimiento objetivo de ciencia y genética.
Los investigadores explican que a pesar de que existe un consenso científico generalizado de que los alimentos transgénicos son seguros para ser consumidos, la gran mayoría de los estadounidenses no están de acuerdo con estas conclusiones y parece que sea poco probable que puedan cambiar de opinión. Los expertos consideran que para creer que los alimentos transgénicos son seguros, primero hay que abrir la mente.
El estudio, en el que han participado más de 1.000 personas procedentes de Estados Unidos, revela que un 90% de los participantes tenían cierto nivel de oposición a los alimentos modificados genéticamente, un 93% manifestó tener algún nivel de preocupación por estos alimentos y un 73% declaró tener preocupaciones especificas relacionadas con la salud y la seguridad alimentaria. Los investigadores explican que cuando se analizó el conocimiento que los encuestados tenían sobre los alimentos transgénicos mediante un test con 15 preguntas en las que se debía contestar ‘verdadero’ o ‘falso’, determinaron que los que más se oponían a los alimentos biotecnológicos eran los que menos conocimiento tenían de la tecnología que los desarrolla. A esto hay que sumar que estas mismas personas creían que sabían mucho sobre este tema.
La diferencia entre conocimiento real y conocimiento figurado de los encuestados se podría explicar porque los esfuerzos realizados por la comunidad científica y quienes defienden los alimentos modificados genéticamente no han sido significativos, es decir, no han hecho suficiente para demostrar que estos alimentos son seguros y que ofrecen diferentes beneficios a la humanidad. Los investigadores afirman que quienes están totalmente en contra de los transgénicos son los que necesitan una mayor educación sobre el tema, aunque, lamentablemente, son los que tienen menos posibilidades de ser receptivos a querer aprender.
Por tanto, para poder cambiar el punto de vista de los consumidores a través del aprendizaje, primero tienen que abrir su mente, de este modo pueden darse cuenta de que en realidad tienen lagunas de conocimiento que han rellenado con información que no tiene ninguna validez científica. Según este estudio de la Universidad de Florida del que hablábamos en 2016, muchos consumidores estadounidenses no tienen conocimientos sobre lo que es un alimento transgénico, el ADN o un gen.
En este estudio de la Universidad de Florida se realizó una encuesta en la que participaron más de 1.000 personas a las que se les realizaron una serie de preguntas para determinar lo que sabían sobre biotecnología, técnicas de crianza y preferencias del etiquetado de los alimentos transgénicos. Los resultados obtenidos fueron reveladores, un 84% de los encuestados apoyaba el etiquetado transgénico, pero un 80% también apoyaba una etiqueta obligatoria para el ADN que contienen los alimentos. Curiosamente, un 33% de los encuestados creía que los tomates transgénicos no tenían genes, un 32% creía que las verduras no contenían ADN, lo que demostraba un elevado nivel de desconocimiento.
Lo cierto es que durante los últimos años se han realizado varias encuestas y estudios sobre este tema con resultados similares, se puede citar esta otra investigación realizada en 2015 por por NPD Group, en la que se concluía que los consumidores estaban preocupados por los transgénicos, pero demostraban no saber que eran. Pero hay que decir que también hay investigadores de prestigio que son conocedores del tema y que se oponen a los alimentos transgénicos proporcionando sus argumentos, sería interesante conocer la opinión de quien a realizado el estudio sobre este segmento poblacional, ya que el argumento de que deben abrir su mente o no conocen el tema no tiene cabida.
Una cosa es cierta, ha existido demasiado mutismo durante años sobre el tema de los alimentos modificados genéticamente, algo que indudablemente ha contribuido al desconocimiento, la sospecha y la desconfianza. Recordamos las palabras de Mairead McGuinness, miembro del Parlamento Europeo que trabajó en el comité agrícola y que tiene una mente abierta. La experta aseguraba que la falta de información pública había provocado que se socavase la fe en la ciencia, y reconocía el exceso de mutismo y falta de transparencia en toda la trayectoria de los alimentos modificados genéticamente. Basta con recordar que otro estudio, determinaba que el etiquetado de los productos transgénicos reducía la oposición a estos alimentos, demostrando que la transparencia informativa era necesaria para su aceptación.
Por tanto, no sólo se trata de enseñar, se debe proceder a un cambio en la política a nivel informativo y de transparencia, no se puede tratar de farsantes a quienes se oponen a los alimentos transgénicos, hay que contestar mostrando toda la información necesaria y debatir de forma conjunta para aclarar todos los puntos en discordia. En este juego probablemente no entrarían las compañías biotecnológicas que, a juicio de muchos, desarrollan otro tipo de transgénicos y han sido y son las que han procurado mantener el más estricto mutismo. Lamentablemente, esta investigación que podéis consultar aquí, se centra en una sola dirección, no hay autocrítica, no se cuestiona todo lo que han hecho mal expertos y empresas biotecnológicas, se obvia la política de silencio mantenida sobre el tema, etc.
En fin, es un tema para debatir largo y tendido, se abre la mente a todo tipo de argumentos con peso y sentido común de ambas partes, no únicamente a aquellos que interesa a quienes avalan los transgénicos, porque ese parece el enfoque del estudio.
Foto | USDAgov
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