El año pasado podíamos conocer un informe del Instituto de Biotecnología y Alimentos SIK (Suecia) en el que se concluía que 1.300 millones de toneladas de alimentos se tiran a la basura. El informe fue encargado por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y utilizó los datos procedentes de dos estudios, uno sobre las pérdidas alimentarias a nivel mundial por parte de los países ricos, y otro similar pero tomando como referencia los países más pobres. Evidentemente el volumen de desperdicio alimentario no puede ser obviado y menos sabiendo que millones de personas están pasando hambre. Hoy nos ha llamado la atención el trabajo realizado por Klaus Pichler, un fotógrafo austríaco que denuncia con su obra la cantidad de comida que se desperdicia en el mundo. El proyecto se denomina One Third (Un tercio), se trata de una exposición fotográfica realizada con bodegones de desperdicios alimentarios.
El desperdicio alimentario se cifra en una media de entre 95 y 115 kilos de alimentos por persona y año en los países occidentales, pero hay que tener en cuenta que el desperdicio también se produce en los países en vías de desarrollo aunque la diferencia es muy notable, en el África subsahariana y el sur y suroeste de Asia, el desperdicio es de sólo 6’11 kilos por año. Dependiendo del bloque de países, las causas de los desperdicios son diferentes, en el primer caso se relaciona con el comportamiento de los consumidores, una mala gestión de la despensa. También se destaca todo el desperdicio producido desde la producción agrícola, la manipulación, el procesado, transporte y finalmente como indicábamos, el comportamiento del consumidor. En el segundo caso, el desperdicio se relaciona con las limitaciones técnicas, la incorrecta gestión alimentaria, las técnicas de almacenamiento o refrigeración, el sistema de recolección, etc. Klaus Pichler aporta su granito de arena con One Third para denunciar esta situación.
Podemos ver que las fotografías muestran comida en malas condiciones presentada en recipientes y decorados lujosos como si se trataran de alimentos exclusivos, es un contraste que no pasa inadvertido y que llama la atención. Aunque hemos indicado que en los países en vías de desarrollo también se producen desperdicios, evidentemente la obra centra su atención en el desperdicio que realizan los países industrializados. Es de juzgado de guardia, algunos canales de distribución no dudan en tirar alimentos por motivos absurdos, por poner algunos ejemplos, si en un pack de tres zumos uno de ellos se ha roto o chafado, automáticamente todo el pack es desechado, no se aprovechan los dos zumos en buen estado, una imperfección en el envoltorio externo a pesar de que el alimento esté en perfectas condiciones, es motivo suficiente para tirarlo a la basura. Pero además, no se permite que ni empleados u otras personas puedan beneficiarse de esos productos, es preferible tirarlo a la basura.
Con respecto a los consumidores, el almacenamiento en una despensa provoca desperdicio alimentario, la mala gestión puede hacer que algunos alimentos terminen caducando y en la basura. En este sentido recomendamos leer el post La leyenda consumo preferente de los alimentos provoca confusión. La globalización alimentaria influye en la cantidad de desechos de alimentos pero además ha provocado un incremento del gasto de recursos energéticos y el aumento de gases contaminantes que favorecen el cambio climático, de ello hablábamos en el post Alimentos Kilométricos.
En las fotografías de desperdicios alimentarios del artista, se utilizan todo tipo de productos, muchos de ellos son alimentos básicos como los huevos, la leche o la harina, pero también se muestran productos procesados. Con cada fotografía se incluye una ficha informativa sobre la procedencia del alimento, el método de cultivo o producción que se ha empleado, si se trata de un alimento de temporada, la distancia que ha recorrido para poder llegar a la mesa del consumidor, el tipo de transporte que se ha utilizado y por supuesto, el gasto energético y las emisiones contaminantes resultantes. Toda una exposición informativa que pretende concienciar a los consumidores para que realicen compras inteligentes, administren mejor su despensa y en definitiva, gestionen los alimentos con coherencia, no desechándolos por razones sujetas a la abundancia. En este caso podemos citar como ejemplo el envío de naranjas a Estados Unidos, nosotros hemos visitado una empresa que se dedicaba a procesar las naranjas, éstas eran seleccionadas por calibre y aspecto, una mancha en la piel era motivo para descartar una naranja, mancha que no afectaba en absoluto a las cualidades organolépticas de la fruta. Este es un ejemplo de cientos, que muestra el nivel de exigencia presente en los países industrializados.
A través del artículo de 20 Minutos podemos saber que los alimentos utilizados en las fotografías de One Third se adquirieron en un supermercado de Viena, pero los alimentos proceden de diferentes partes del mundo. Klaus Pichler ha utilizado copas de cóctel, platos de diseño o fuentes de plata como recipientes de estos alimentos, la finalidad es mostrar la refinada cultura occidental y su pasado colonialista. El fotógrafo destaca también el poco interés que los consumidores tienen por saber de dónde procede la comida, cómo han sido las condiciones laborales en su producción. Sin embargo, nos gustaría indicar que en tiempos de crisis económica los consumidores posiblemente se preocupan más por el precio de los alimentos que por su procedencia y generalmente, los que se importan de terceros países son más económicos. Reivindicar los alimentos de proximidad es complicado actualmente, la cocina kilómetro 0 es complicada, cuanto más el autoabastecimiento y alcanzar la soberanía alimentaria.
En la página de Klaus Pichler podéis ver una fotografía que presenta la obra, un ticket de compra en el que se explica la situación de quienes pasan necesidad y lo que pretende transmitir, clicando sobre la imagen podréis ver las 57 fotografías que forman la exposición. Gozamos del privilegio de poder tirar comida, privilegio denigrante y lamentable, el fotógrafo aporta su granito de arena con esta singular puesta en escena que nace fruto del deseo de mejorar el mundo y reducir el número de personas que pasan hambre.