En los últimos años la persistencia del plomo en los alimentos ha sido una constante, recordemos que se trata de una de las neurotoxinas más peligrosas conocidas que sigue representando una amenaza para la salud pública en todo el mundo. Recientemente se han detectado varios casos de contaminación por plomo en diferentes productos alimenticios estadounidenses que han puesto en alerta máxima a la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos), apuntando que se trata de un problema grave y persistente, y es que cada año se detectan diferentes alimentos con elevados niveles de plomo y otros metales pesados.
En la actualidad se detectan niveles elevados de plomo en algunos alimentos estadounidenses y de otros países del mundo, y eso a pesar de que en las últimas décadas se han realizado avances para reducir la exposición al plomo, un metal pesado tóxico que puede acceder al organismo a través del agua, el aire o la alimentación. Dependiendo del nivel de su ingesta, puede provocar serios y graves problemas de salud en los seres humanos.
Lo cierto es que este metal pesado sigue siendo utilizado en una variedad de productos y procesos industriales, algo que irremediablemente contribuye a que su presencia sea continua en el medio ambiente y también en los productos alimenticios. Se puede citar como ejemplo el incremento del uso de baterías de plomo-ácido en todo el mundo, y la falta de regulaciones estrictas (sobre todo en países en vías de desarrollo) ha favorecido que la contaminación por plomo aumente y afecte a un gran número de países del mundo, incluidos los desarrollados.
Decíamos que el plomo se asocia a una serie de problemas de salud y especialmente afecta a los niños, ya que la exposición puede provocar efectos neurológicos y de desarrollo adversos. La exposición a este metal pesado es especialmente grave en los países en vías de desarrollo donde se puede decir que la contaminación por plomo es generalizada, y la infancia corre mayor riesgo debido a unas condiciones socioeconómicas desfavorables y la falta de acceso a atención médica de calidad.
La globalización favorece que la contaminación por plomo en un país afecte a los productos de consumo de otros países, como lo que indicábamos al inicio del post, en Estados Unidos se han registrado casos de intoxicación por plomo que están relacionados con productos alimenticios contaminados importados, vemos como ejemplo unas compotas de puré de manzana y canela que estaban contaminadas con plomo que causaron varias docenas de casos de intoxicación.
La canela procedía de Sri Lanka y se envió a Ecuador (ambos países tienen una crisis de exposición al plomo), donde se molió hasta convertirla en polvo para mezclarla con el puré de manzana. El producto resultante estaba altamente contaminado por plomo y se envió a Estados Unidos para su venta. Este es uno de los muchos ejemplos que hay, y cada año se detectan diferentes productos alimenticios con alto contenido en plomo u otros metales pesados como el cadmio. En este sentido merece la pena retomar la lectura de este análisis realizado en 2022 por Consumer Reports, donde se detectaron niveles elevados de plomo y cadmio en el chocolate negro elaborado con cacao procedente de Perú.
Para abordar de forma eficaz el problema es necesario llevar a cabo una estrategia internacional, donde se pongan en marcha políticas más estrictas para regular el uso del plomo, realizar mayores esfuerzos centrados en abordar las fuentes de contaminación del metal, poner en marcha la adopción de tecnologías alternativas en los países en vías de desarrollo y proporcionar los recursos pertinentes para acometer este problema global.
Recordemos que en 2021 la Comisión Europea anunció nuevos niveles de cadmio y plomo en algunos alimentos para mejorar la seguridad alimentaria y luchar contra algunos tipos de cáncer. De todos modos no hay que olvidar que en el caso del plomo, el nivel máximo permitido en Estados Unidos es de 0’5 microgramos por kilo, mientras que en la Unión Europea se establecen diferentes valores dependiendo del tipo de producto y son más bajos que en la regulación estadounidense, como ejemplos se pueden citar los 0’1 microgramos por kilo de peso en la sal, los 0’2 microgramos por kilo de producto de casquería (también con variaciones dependiendo del tipo), los 0’15 microgramos en vinos generosos y licores, etc.
Aunque aquí se apunta la necesidad de llevar a cabo una colaboración entre gobiernos, organizaciones internacionales y el sector privado, quizá se debería trabajar primero en una regulación que se aplique en todos los países. Como sabemos, los valores máximos permitidos varían entre países, y en la mayoría de casos es por cuestiones políticas y económicas, ya que se persigue favorecer el comercio con terceros países. En este sentido y como ejemplo, os recomendamos leer este post sobre la Comisión Europea y su intento de aumentar la tasa de mercurio permitida en el pescado de mayor tamaño a fin de favorecer el comercio.
La inversión en la eliminación del plomo del medio ambiente, en programas de educación y concienciación pública sobre los riesgos asociados a la exposición a este metal o en medidas que se pueden tomar para prevenir la contaminación por plomo y mitigar sus efectos, son algunos de los puntos que se deben tener en cuenta en las políticas y la colaboración internacional. La lucha contra la contaminación por plomo es un desafío global que requiere una respuesta coordinada y sólo se puede llevar a cabo a través de un esfuerzo conjunto y sostenido con el fin de proteger a las generaciones futuras.
Varios investigadores apuntan la necesidad de realizar más estudios que permitan comprender la prevalencia y las fuentes de contaminación por este metal pesado en los alimentos. Del mismo modo, es necesario desarrollar métodos más efectivos para detectar y prevenir la contaminación en la cadena alimentaria, prestando especial atención a alimentos e ingredientes procedentes de terceros países.
Foto 1 | Gary Bembridge
Foto 2 | FDA