Hoy conocemos una investigación realizada por expertos de la Universidad Estatal de Arizona, en la que se concluye que microplásticos y nanoplásticos están presentes en órganos y tejidos humanos. Algunas de estas partículas plásticas tienen un tamaño microscópico, lo que hace complicado poder rastrearlas en el entorno que contaminan, pudiéndose encontrar en prácticamente todos los lugares del mundo y, por supuesto, en el agua y los alimentos que consumimos, especialmente en los que proceden del medio marino.
Anteriormente hemos conocido estudios sobre la presencia de microplásticos y nanoplásticos en los alimentos y el agua, algunas agencias como la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) llevaron a cabo una primera evaluación considerando que, en principio, era poco probable que fueran perjudiciales para los consumidores, algo curioso teniendo en cuenta que la propia EFSA reconocía que existían lagunas de conocimiento y que eran necesarias nuevas investigaciones que permitieran determinar si existía algún peligro. Pero, de momento, la EFSA restaba importancia a la presencia de microplásticos y nanoplásticos en los alimentos y el agua, algo que parecía una contradicción.
Poco a poco han ido apareciendo nuevas investigaciones cuyas conclusiones muestran que las partículas plásticas parecen más peligrosas de lo que inicialmente han determinado agencias como la EFSA. Se puede citar, por ejemplo, el estudio de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, en el que se concluía que los peces en estado larval consumen partículas de microplástico. por lo que puede afectar a su desarrollo y supervivencia.
Otro estudio realizado por el Centro Médico de la Universidad de Utrecht llegaba a la conclusión de que estas partículas plásticas podían afectar a la salud humana, ya que descubrieron que las células inmunes que fagocitan microplásticos de un tamaño de 10 micras, mueren poco después, esto no ocurre en su actividad habitual con bacterias y otros cuerpos extraños.
El caso es que ahora se presentan los datos de un nuevo estudio que arroja un poco más de luz sobre el tema y cuyos resultados serán de gran valor para otras investigaciones que se realicen en relación a los efectos de los microplásticos y nanoplásticos en el cuerpo humano. Según los expertos, probablemente es el primer estudio que analiza la acumulación de estas partículas plásticas en el organismo, ya que estudios anteriores mostraban que existen evidencias de que estas partículas están accediendo a nuestro organismo, pero poco se ha estudiado para determinar dónde se acumulan. En este sentido, hay que decir que todavía no queda claro si el plástico es simplemente un material indeseable en el organismo, o si representa un riesgo para la salud.
Los investigadores explican que hasta la fecha y hasta donde saben, nadie ha analizado cómo estos materiales se acumulan en tejidos y órganos humanos tras haberlos consumido a través de la alimentación. En este trabajo se analizaron 47 muestras de tejido que se tomaron de pulmones, hígado, bazo y riñones, se eligieron estos órganos porque se considera que eran los más propensos a la contaminación por microplásticos y nanoplásticos, aunque, la verdad, habría sido interesante que también se analizaran muestras del resto de órganos y tejidos del cuerpo humano.
Mediante una espectroscopia Raman, una espectrometría de masas y un programa informático, se pudieron identificar y extraer microplásticos y nanoplásticos de las muestras de tejido analizadas para determinar su tipo, tamaño y cuantificarlas. Los resultados muestran que se acumulan decenas de diferentes partículas de plástico en todos los órganos analizados, como el policarbonato y el polietileno, también otros materiales químicos como el bisfenol A, que está asociado a los envases de policarbonato y el DEHP (relacionado con los plastificantes utilizados en los tapones de las botellas de cristal).
De momento, se desconoce exactamente el impacto que pueden tener estas partículas plásticas en el organismo, pero como ya hemos comentado, los datos que aporta la investigación son de gran interés y representan una de las piezas de este puzzle que configura la respuesta sobre si existen posibles riesgos para la salud. Para ayudar a otros investigadores, los expertos de la Universidad Estatal de Arizona, compartirán con otros investigadores el programa informático desarrollado, para que puedan utilizarlo en sus estudios y obtener mejores respuestas.
Los investigadores comentan que su cometido no es ser alarmistas, pero es innegablemente preocupante que estos materiales que no son biodegradables, estén presentes en nuestro organismo y, además, sin saber hasta qué punto pueden afectar a la salud humana. Seguramente no tardaremos en conocer los resultados de otros estudios que actualmente se están realizando. Por ahora, podéis conocer más detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la American Chemical Society.
Fotos| Todd Morris