Actualmente existe una prohibición de cultivar maíz transgénico en Paraguay, país que destaca por ser el cuarto exportador mundial de soja transgénica, ya que más de la mitad de la superficie cultivable del país produce esta leguminosa modificada genéticamente, de ello hablábamos en el post La soja transgénica conquista Sudamérica. Los cambios que se han producido en ese país son muy significativos, la introducción y expansión de la soja ha provocado expropiaciones de terrenos y la reducción del trabajo y del medio de subsistencia. Hasta no hace mucho, el 40% de la población dependía de la agricultura, sus tierras fértiles permitían cultivar todo tipo de alimentos con buenos resultados.
Muchos pequeños agricultores se han rebelado contra este cultivo, algo lógico teniendo en cuenta que hasta 8 millones de hectáreas se han adjudicado a grandes empresas y se ha negado a los agricultores uno de los derechos contemplados en el estatuto agrario, que los ciudadanos tengan derecho a poseer un pedazo de tierra destinado al cultivo y alimentación de la familia. Ahora, una nueva amenaza puede convertir al país en un latifundio destinado exclusivamente a la plantación de alimentos transgénicos, el maíz transgénico se introduce en Paraguay a pesar de los esfuerzos que se realizan para evitarlo.
En el vídeo podemos conocer una parte de la actual situación, un grupo de seguridad agrícola o policías realizan controles sobre los campos de maíz que se cultivan en el país, la finalidad es detectar el maíz transgénico sin que los dueños de las plantaciones lo sepan, y destruir las cosechas, como hemos dicho, por el momento su cultivo está prohibido. Pero poco parece importar que sea un producto prohibido, la policía detecta hasta un 20% de muestras transgénicas, parece evidente que antes o después el gobierno paraguayo se sentirá obligado a aprobar su cultivo, ya que la introducción se realiza a la fuerza y la mezcla con las variedades tradicionales es un hecho.
El ingeniero agrónomo Alberto Romero indica que existe un gran temor por parte de los pequeños agricultores y de sus familias, la contaminación genética y la posibilidad de que terminen desapareciendo las variedades de maíz tradicionales, se suman a los problemas de la tierra antes mencionados. Como ocurre en otros lugares del mundo (un ejemplo sería en los países comunitarios) existen fuertes presiones para que el maíz transgénico en Paraguay sea un cultivo aprobado. Los grandes productores se aferran a la excusa habitual, el maíz transgénico es más productivo y ofrece mayor rentabilidad que las variedades tradicionales.
Recordemos que los alimentos transgénicos no son tan productivos como nos quieren hacer creer, será interesante retomar la lectura del post ventajas e inconvenientes de los alimentos transgénicos, en su tercera parte el investigador agroalimentario del IRTA (Instituto de Investigación y Tecnología Alimentaria) Pere Arús, indica que está demostrado que el maíz transgénico es hasta un 15% más productivo, sobre todo en aquellas zonas donde existe el taladro o barrenador (una de las mayores plagas que afectan al maíz). Curiosamente el investigador reconoce que en aquellos campos de cultivo donde no hay plaga de taladro, la mayor productividad es nula y si nos remitimos a los estudios realizados por expertos de la Universidad de Kansas, podemos comprobar que incluso son menos productivos.
Los agricultores que sí desean cultivar maíz transgénico en el país ponen como ejemplo las plantaciones de Argentina o Brasil, frente a estos ejemplos será interesante contestar con el Documental sobre la soja transgénica, recordemos su introducción, “Donde había vacas, hay soja, donde había bosque, hay soja, donde había trabajo, gente y alimentos, hay soja, pero no cualquier soja, soja transgénica”. En Paraguay se podrá utilizar la misma introducción pero aludiendo a las dos variedades transgénicas, maíz y soja.
En el reportaje nos habla Bernardino Cano Radil, un profesor de ciencias políticas con un gran curriculum a sus espaldas, pero en él no encontramos conocimientos de biotecnología o cualquier tema relacionado con la agricultura. Sin embargo, nos explica que la única manera de poder salir de la pobreza y el atraso es la ciencia, la tecnología, y cambiar los prejuicios contra el progreso, es decir, aceptar la biotecnología. Pero no debemos olvidar que se ha vetado el derecho a la tierra y que millones de hectáreas pertenecen a unos pocos, basta un puñado de agricultores y la maquinaria adecuada para poder desarrollar las plantaciones.
La situación es lamentable, el 80% de la tierra cultivable pertenece solamente al 2% de la población y Bernardino Cano Radil se atreve a hablar de trabajo, progreso… En fin, los inspectores de salud vegetal continúan con su trabajo, destruir las parcelas de maíz transgénico, pero es fácil augurar que no se tardará mucho en aprobar el cultivo, ya veremos cuáles serán las consecuencias.