Los transgénicos garantizan seguridad alimentaria y ambiental, así lo declara la Fundación Antama, una organización cuya tarea principal es la de promocionar los alimentos transgénicos organizando todo tipo de actividades que permitan a la población comprender las nuevas tecnologías aplicadas a los alimentos y la seguridad que ofrecen a los seres humanos y al medio ambiente.
Según Antama, ya han pasado trece años en los que las siembras industriales de alimentos transgénicos no han originado alertas, un ejemplo que nos muestra son los cultivos de maíz transgénico, en ellos no ha aparecido todavía ningún caso de alerta por micotoxinas. Según Antama, estos resultados prueban que la biotecnología aplicada a la agricultura se perfila como la tecnología más adecuada para nuestro futuro y por eso, cada año más agricultores utilizan transgénicos en sus cultivos.
Parece que Antama generaliza un poco en cuanto a la biotecnología se refiere, sería interesante recordar qué está ocurriendo con el desarrollo de las berenjenas transgénicas, el algodón transgénico o lo ocurrido con la famosa hormona Bst que se administraba a las vacas entre cientos de ejemplos. También sería interesante recordar las causas por las que Francia prohibía la plantación de maíz transgénico Mon 810 tras los estudios que mostraban que podría estar provocando efectos tóxicos en algunas especies de insectos.
Nosotros realizaríamos una comparativa de estos productos con la encefalopatía espongiforme, en algunos casos la enfermedad no se manifiesta hasta pasados 10 años, lo mismo puede ocurrir con los alimentos transgénicos que ahora son considerados saludables, ¿qué podría ocurrir dentro de 20 años?, seguimos reivindicando estudios a largo plazo que muestren la completa seguridad de este tipo de alimentos.
La Fundación Antama nos ofrece una comparativa, hasta 62 partidas de productos derivados de maíces convencionales o ecológicos han sido retiradas por la presencia de micotoxinas en la UE, en cambio, no se ha dado ningún caso en el maíz transgénico. Cómo ejemplos de seguridad, Antama cita a la Organización Mundial de la Salud y lo que dice sobre los transgénicos, estos alimentos se someten a una evaluación muy rigurosa que supera a las que se realizan a los alimentos producidos tradicionalmente.
Precisamente por ser nuevos alimentos y no estar plenamente constatada su seguridad, deben extremarse las precauciones estudiándolos de forma más rigurosa. Que la OMS diga que se estudian más no quiere decir que no puedan ser más peligrosos o que se logren detectar antes los posibles riesgos para la salud, los problemas podrían manifestarse dentro de unos años pasando ahora desapercibidos,
La EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) estudia los nuevos productos y la Fundación Antama indica que es el organismo competente para dictaminar la seguridad que ofrecen los nuevos alimentos transgénicos, para ello disponen de los recursos necesarios. Los estudios a largo plazo que se realizan aún no han concluido, con lo que sólo se dispone de los datos sobre seguridad a corto plazo, la seguridad de hoy podría ser el peligro mañana, por eso, aunque los estudios a corto plazo mostraran la carencia de riesgos, no debería permitirse la explotación y comercialización hasta que no concluyeran los estudios a largo plazo.
Según la OMS, no se ha demostrado que los alimentos transgénicos afecten a la salud humana y que la desconfianza que existe entre los consumidores está sujeta a los problemas alimentarios que se dieron en la década de los 90, nada que ver con los alimentos transgénicos.
¿La biotecnología es una solución de futuro?, es posible, pero la disciplina para desarrollar los alimentos es quizá el problema. Monsanto, uno de los estandartes de la biotecnología, ha mostrado en reiteradas ocasiones poca disciplina científica comercializando productos que pueden ser potencialmente peligrosos para la salud humana, un ejemplo reciente son las berenjenas transgénicas que hemos citado y que pretenden comercializar en breve. Contienen en su material genético una toxina denominada Cry1Ac, obtenida de la bacteria Bacillus thuringiensis, patógeno que fue utilizado antaño como insecticida comercial. Esta toxina ha provocado la muerte de miles de animales y severas alergias a los agricultores que manipulaban el algodón transgénico que la contenían.
Decir que no existen argumentos para vetar la modificación genética y los productos transgénicos es demagógico y no se le puede atribuir la mala fama de los transgénicos a las actuaciones políticas o a las acciones de los grupos ecologistas, los problemas con los transgénicos existen.