Hoy conocemos un estudio desarrollado por investigadores de la Universidad de Illinois (Estados Unidos) en el que se concluye que los supermercados son la principal fuente de comida basura o junk food, término en inglés que hace referencia a los productos que tienen altos niveles de grasas, azúcares y sal, son alimentos pobres en nutrientes y con una alta densidad energética. Según la investigación, los supermercados superan a las tiendas de autoservicio, a las máquinas expendedoras e incluso a los restaurantes de comida rápida.
Para muchas personas los resultados de este estudio pueden ser bastante obvios, ya que los supermercados cuentan con una mayor oferta de productos de todo tipo (un gran surtido de junk food) y son visitados con mucha más frecuencia que un restaurante o establecimiento de fast food. Por esta razón, mejorar el acceso a los alimentos considerados saludables puede que no sea tan eficaz en el cambio de los hábitos dietéticos como se cree debido a la gran oferta de comida basura que ofrecen los supermercados.
Según el análisis realizado a partir de 4.204 adultos participantes en el programa NHANES (National Health and Nutrition Examination Survey) del periodo 2011-2012, programa de estudios diseñado para evaluar el estado nutricional y de salud de la población estadounidense mediante la combinación de exámenes físicos y entrevistas, casi la mitad de los estadounidenses (un 46’3%) consumieron bebidas azucaradas como refrescos, zumos de fruta, bebidas energéticas o aguas con sabor. El promedio de consumo fue de 213 kilocalorías diarias, de las que 111’6 kcal (52’4%) se adquirieron en los supermercados y tiendas de alimentación, y 33 kcal (15’5%) fueron consumidas en los restaurantes de comida rápida.
En lo que respecta al consumo de alimentos con calorías discrecionales, es decir, aquellos productos que aportan un elevado contenido calórico, con pocas vitaminas y minerales, con grasas o exceso de azúcares añadidos, un 88’8% de los consumidores tomaron pasteles, helados, galletas, palomitas de maíz, etc., en días concretos. El promedio calórico aportado al organismo por día fue de 439 kcal, de las que 280’1 kcal (un 63’8) se adquirieron en los supermercados y tiendas de comestibles, mientras que 45’8 kcal de media, provenían de los restaurantes de fast food.
Estos resultados entran en conflicto con los mostrados en la teoría food desert (desierto de alimentos), que hace referencia a un área geográfica en la que los alimentos asequibles y nutritivos son más difíciles de obtener, sobre todo para los consumidores que no tienen acceso a un medio de transporte. Sobre este tema se han realizado varias investigaciones en las que se ha asociado el “desierto de alimentos” con diferentes problemas de salud relacionados con la dieta. En la teoría del food desert se asocian los establecimientos de comida rápida y las tiendas de conveniencia (establecimientos de menos de 500 metros cuadrados con un horario comercial de más de 18 horas durante los 365 días del año), con comer en exceso y la mala calidad de la dieta.
En esta hipótesis se vinculan los supermercados y tiendas de alimentación con una dieta más nutritiva y saludable debido a la disponibilidad de este tipo de productos, como pueden ser frutas y verduras. Sin embargo, este estudio identifica a los supermercados como los mayores proveedores de comida basura. Los expertos explican que en los supermercados se puede encontrar una gran cantidad de alimentos a precios más reducidos, dado que los consumidores suelen responder mejor a incentivos como los precios más reducidos, se puede decir que la asequibilidad es un factor que está por encima de la accesibilidad. Lamentablemente, y como ya hemos comentado en otras ocasiones, los alimentos saludables son más caros que los alimentos poco saludables, lo que favorece que estos últimos sean más consumidos.
Merece la pena retomar la lectura de este estudio realizado por el Departamento de Epidemiología Cardiovascular de la Facultad de Medicina de la Complutense de Alcalá y el mismo departamento de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos), en el que se concluía que el entorno comercial influye en la alimentación de la población. En este estudio se determinaba que si se adquirían alimentos en tiendas tradicionales y mercados de abastos, se comía de forma más saludable que si se compraba en supermercados o hipermercados.
Cierto es que los supermercados son la mayor fuente de alimentos saludables al alcance de los consumidores, pero no hay que ser ingenuos y creer que son los mayoritarios, de hecho, en este tipo de establecimientos es más fácil comprar productos que alimentos, y además se ha demostrado que se comercializa más comida basura que saludable. Los precios, o mejor dicho, la asequibilidad se convierte en un factor condicionante que hace que el consumidor se decante por la compra de unos u otros productos. Es momento de recordar que los descuentos en los alimentos saludables mejoran la dieta, así se demostraba en este estudio desarrollado por RAND Corporation, institución sin ánimo de lucro cuya finalidad es ayudar a mejorar la toma de decisiones y las políticas en materia de salud, seguridad, alimentación o medio ambiente.
Como hemos comentado, el estudio realizado por los investigadores de la Universidad de Illinois cuestiona que la falta de supermercados o tiendas de alimentación (food desert) sea determinante para la luchar contra la obesidad y favorecer la mejora de la dieta entre los estadounidenses, de poco sirven estos servicios que ofrecen opciones alimentarias saludables si no son más asequibles que la denominada comida basura.
Podéis conocer más detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página web de la universidad, y en este otro de la revista científica European Journal of Clinical Nutrition (EJCN).
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