La acuicultura es un sector de producción alimentaria que continúa experimentando un enorme crecimiento, en la actualidad representa el 50% del pescado que se destina a la alimentación humana y se calcula que para el año 2030, el 62% del pescado que se consuma en el mundo procederá de la acuicultura. Sin embargo, esta alternativa a la pesca comercial plantea muchos retos que se deben solucionar, como por ejemplo el tipo de alimentación que reciben los peces, combatir problemas como los piojos de mar, isópodos que parasitan a los salmones produciéndoles daños considerables, la propagación de enfermedades infecciosas debido a la masificación de los peces o por cambios en los parámetros físicos y químicos del agua, y así un largo etcétera.
Hablando de la acuicultura y concretamente de los salmones de piscifactoría, hoy conocemos cinco razones por las que las que las granjas resultan poco saludables para la especie. Algunas especies de salmones salvajes son auténticos atletas, nacen en aguas dulces, migran al océano, recorren miles de kilómetros y cuando llega el momento vuelven al agua dulce para procrear, remontando corrientes y cascadas para llegar al lugar donde nacieron. Esto es posible gracias a que cuentan con un sentido del olfato capaz de reconocer la química del río donde nacieron. Los salmones de piscifactoría no están asociados a esta imagen del salmón salvaje, debido al confinamiento, sufren diferentes problemas de salud que quizá influyen en el sabor, diferenciándose de los que viven en libertad.
Los salmones de piscifactoría están obesos, deprimidos, sordos, sufren escoliosis y tienen piojos, esto es lo que apuntan en el blog de Oceana, recomendando replantearse si merece la pena comer salmón de piscifactoría. Pero lo cierto es que es bastante complicado comer salmón salvaje, sobre todo sabiendo que la cría y producción comercial del salmón que se inició en la década de los 70, mueve miles de toneladas de este pescado y es el que predomina en las pescaderías. Por otro lado, es la actual solución para poder satisfacer la demanda mundial, ya que las reservas de peces silvestres se encuentran en la actualidad sobreexplotadas, siendo necesario recurrir a la acuicultura para mantener el nivel de ejemplares salvajes existente.
El salmón de piscifactoría sufre obesidad, algunos estudios han demostrado que su contenido en grasa se multiplica por tres con respecto al salmón salvaje, la diferencia entre la carne de uno y otro es notable, el color es más pálido y las vetas de grasa son más anchas y gruesas en el ejemplar cultivado. Esta grasa contiene ácidos grasos omega 3 que son saludables para nuestro organismo, pero a medida que se utilizan ingredientes más económicos para alimentar a los salmones, el pescado se vuelve menos saludable, podemos recordar este estudio en el que se apuntaba que el salmón de piscifactoría tiene la mitad de ácidos grasos omega-3 que hace cinco años, los expertos explicaban que era necesario comer dos raciones de este salmón para poder recibir la misma cantidad de ácidos grasos omega-3 que aportaba una ración hace cinco años.
Hasta un 25% de los salmones de piscifactoría se definen como ejemplares perdedores o desertores, aunque son ejemplares sanos, tienen un crecimiento más lento, parecen estar desinteresados en alimentarse, se mueven de forma más lenta, etc. Este estudio realizado en el año 2016 por investigadores de Noruega, Dinamarca y Países Bajos, encontró la razón de este problema, parece ser que la causa es la química del cerebro del salmón, los expertos encontraron variaciones en el nivel de cortisol, hormona que se libera en respuesta al estrés, así como variaciones en la serotonina, un neurotransmisor que influye en una gran variedad de funciones corporales y psicológicas.
El 50% del salmón de piscifactoría tiene problemas de audición debido a una deformidad de los huesos del oído, hasta la fecha se desconoce el motivo, pero se baraja la posibilidad de que estos huesos influyan en el equilibrio y la navegación, dado que nacen en cautividad podría ser lógico que se atrofiaran. Esta deformidad no es la única, también se ha encontrado que algunos salmones jóvenes tienen espinas deformadas que aparecen curvadas o retorcidas, algo que se compara con la escoliosis o curvatura anormal de la columna vertebral en los seres humanos, que se presenta en forma de “S” o “C”. Se cree que este problema es causado por las luces artificiales y el calentamiento no natural del agua que tiene el propósito de acelerar el crecimiento de los alevines. También se apunta a la deficiencia de vitaminas o la posible exposición a determinadas toxinas.
Uno de los problemas a los que se enfrentan las piscifactorías de salmones son los piojos de mar, estos isópodos parasitan al salmón produciéndoles daños considerables. Para hacernos una idea, la industria noruega debe invertir cada año unos 56 millones de euros para combatir el parásito. A nivel mundial se calcula que causa unas pérdidas de unos 550 millones de dólares (más de 516 millones de euros) al año, siendo uno de los problemas principales de las granjas. Para hacer frente a los piojos se utilizan varias técnicas, tratamientos químicos que pueden ser tóxicos para los salmones, medios mecánicos como lavarlos con agua y utilizar un cepillo suave, algo que ha incrementado la mortalidad de los ejemplares, etc.
En definitiva, este artículo del blog de Oceana quiere mostrarnos las diferencias entre los salmones salvajes y los de piscifactoría, recomendando a los consumidores que se replanteen el hecho de comer salmón de piscifactoría. De acuerdo que todos estos problemas existen, pero quizá hay que invertir más en investigación para tratar de solucionarlos, la demanda de salmón crece y con las especies salvajes no se puede satisfacer, la solución son las piscifactorías.
Foto 2 | Vika