Hoy conocemos un informe elaborado por las organizaciones sin ánimo de lucro SumOfUs y Changing Markets, en el que se denuncia que los niveles de acrilamida en los alimentos de Europa son muy altos. Según el documento, no se puede confiar en las regulaciones de carácter voluntario de la industria alimentaria para reducir los niveles de este compuesto, siendo una iniciativa destinada al fracaso.
Recordemos que el año pasado la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) consideró que la acrilamida en los alimentos era un problema de salud pública tras analizar y ratificar las evaluaciones que se habían realizado anteriormente, y en las que se concluía que este compuesto aumenta significativamente el riesgo de desarrollar cáncer en cualquier segmento de edad. Las organizaciones indicadas realizaron una solicitud para tener acceso a los datos de más de 25.000 muestras de alimentos, que fueron proporcionadas por los países comunitarios a la EFSA entre el año 2007 y el año 2014 para su análisis.
Como ya os hemos comentado anteriormente, la acrilamida es una sustancia catalogada como un compuesto orgánico cancerígeno, se forma a partir de cocciones a temperaturas superiores a 120º C en los alimentos que contienen asparagina y azúcares reductores. Este compuesto se metaboliza en el hígado convirtiéndose en glicidamida, una sustancia altamente cancerígena según los estudios que se han realizado. Algunos alimentos que contienen esta sustancia son las patatas fritas, las galletas, el pan, determinados alimentos infantiles etc. Se han presentado innovaciones para reducir la acrilamida en determinados grupos de alimentos, como por ejemplo una levadura de panadería capaz de impedir la formación de acrilamida, desarrollada por la empresa canadiense Renaissance BioScience y de la que ya no hemos vuelto a saber nada.
Según los autores del estudio, no se aprecia una tendencia significativa a la reducción del contenido de acrilamida en ninguno de los grupos alimentarios, por lo que para garantizar la seguridad alimentaria, sería necesaria una regulación mediante legislación y no dejando en manos de la industria, y su buena voluntad, la mencionada reducción. Desde el año 2006 la industria alimentaria europea ha estado hablando de códigos de buenas prácticas, siempre de carácter voluntario, para reducir el nivel de acrilamida en los alimentos, el último paquete de buenas prácticas (actualización) lo presentó hace un par de años.
Esta actualización era la decimotercera, y en ella se incluían los datos de las últimas investigaciones y evaluaciones científicas, se crearon categorías más precisas de los productos alimentarios con base de patata para determinar con precisión los niveles de acrilamida por grupo, se presentaron nuevas medidas para reducir el compuesto, nuevos procesos, formulaciones, etc. A raíz de los resultados de la investigación, se deduce que el conjunto de herramientas que se presentaron a fin de mostrar el compromiso que tenía la industria para reducir un compuesto peligroso, es papel mojado.
La Comisión Europea recomienda a cada Estado miembro que realice periódicamente pruebas sobre los niveles de acrilamida presentes en los alimentos para controlar que el código voluntario de regulación de la industria y las medidas que comprende son eficaces, pero al ser una recomendación que no es realmente vinculante, parece que estos controles no se llevan a cabo. Por otro lado, la CE estableció un rango de valores indicativos sobre el nivel de acrilamida en los distintos grupos de alimentos que deberían consultar los responsables de controlar este compuesto.
Pero estos valores tampoco son jurídicamente vinculantes y sólo tienen el cometido de ser utilizados como una referencia para evaluar el grado en el que los fabricantes aplican su código de buenas prácticas. En definitiva no sólo habría que cuestionar los pocos avances que realizan las empresas alimentarias en la reducción de la acrilamida, también se debería increpar a la CE por no haber establecido medidas legislativas vinculantes. Hay que decir que no sólo SumOfUs y Changing Markets consideran peligrosos los niveles de este compuesto presente en los alimentos comunitarios, el pasado mes de enero Dinamarca redujo sus niveles indicativos de acrilamida con el argumento de que los niveles orientativos proporcionados por la Unión Europea no protegían lo suficiente a los consumidores.
¿Por qué se ha elaborado este informe? Al parecer los activistas no están de acuerdo con la nueva regulación que propuso la CE el pasado mes de septiembre, considerando que no tiene sentido porque no se proporcionan niveles máximos dependiendo de la categoría de los alimentos, y además, de nuevo es una regulación voluntaria, obviando las consideraciones y regulación puesta en marcha en Dinamarca. La CE proponía que las empresas debían establecer programas de control de carácter permanente para confirmar que el código de buenas prácticas es eficaz y capaz de reducir los niveles de acrilamida. En el presente mes, se presentó otro borrador de la regulación en el que se incluían dos puntos nuevos, uno de ellos especialmente interesante para la industria alimentaria, ya que el contenido máximo de acrilamida desaparece en cualquier sector que no aplique la regulación voluntaria, por otro lado, se proporciona un periodo de tres años para que se verifique si el enfoque que realiza la industria para reducir el compuesto es efectivo.
En los análisis que se han realizado se ha apreciado una ligera reducción del compuesto en patatas chips, snacks, pan y galletas, por el contrario, en otros productos como el café, el pan con especias, etc., las concentraciones se mantienen sin cambios, y en algunos casos incluso se han incrementado. Un 12% de las muestras alimentarias contenían un nivel superior al establecido como indicativo por la UE, siendo los alimentos que contienen un nivel más elevado de acrilamida el café instantáneo y las patatas fritas, hasta 42 veces más de los niveles recomendados. Como ya hemos indicado, se trata de una sustancia cancerígena y un problema de salud pública que se debería abordar mediante una legislación obligatoria y dejarse de regulaciones voluntarias.
Pero además, las pruebas que se deben realizar no son las más acertadas, en vez de pruebas mediante análisis de laboratorio, se permite que se realicen pruebas de color (pardeamiento), evidentemente nunca podrá ser una medida tan precisa como un análisis. Para los activistas que han presentado el informe, se trata de una propuesta injustificable, ya que sus requisitos son simples y se aplican a todos los fabricantes, sean grandes o pequeños.
Merece la pena dar un vistazo a este informe (Pdf) titulado “Niveles de acrilamida en los alimentos: Pasando la patata caliente”, para conocer un poco mejor el problema y las conclusiones que se han obtenido. El dictamen de la EFSA debería ser una medida de peso para legislar sobre el tema, cuando a la UE le conviene, la EFSA tiene la “palabra de Dios” y hay que creer en sus conclusiones, pero cuando no le interesa algo, simplemente obvia a la agencia.