Un grupo de investigadores de la Universidad de Viena, la Universidad de Bonn y la Universidad de Debrecen ha llevado a cabo un estudio en el que han concluido que los microplásticos y nanoplásticos pueden reducir la efectividad de los antibióticos. Según los resultados, estas partículas plásticas pueden unirse a nivel molecular con antibióticos como la tetraciclina, perjudicando e incluso bloqueando completamente la capacidad del organismo para absorber determinados componentes del fármaco.
Según la teoría de los expertos, la acumulación de antibióticos concentrados y no absorbidos que están adheridos a la superficie de los nanoplásticos, podrían proporcionar el caldo de cultivo ideal para que las bacterias se vuelvan resistentes al medicamento. El estudio demuestra que estas partículas plásticas afectan a la capacidad del organismo para absorber los antibióticos e incluso favorecen el crecimiento de bacterias resistentes a los antibióticos.
En este punto, merece la pena recordar que a mediados del año pasado, expertos de la Facultad de Ciencias Agrícolas, del Consumidor y Ambientales (ACES) de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign (Estados Unidos), postulaban la teoría basada en indicios de que existía una posible asociación entre la contaminación por microplásticos en los suelos agrícolas, y la propagación de bacterias resistentes a los antibióticos. Se puede decir que esta noticia es una de las piezas del puzzle sobre el grado de alcance de microplásticos y nanoplásticos en relación a los antibióticos.
Los investigadores han trabajado con la tetraciclina, un antibiótico común de amplio espectro utilizado para tratar todo tipo de enfermedades, desde la sífilis hasta infecciones bacterianas de la piel y los pulmones. Hablando de estos órganos, cabe resaltar que según una investigación de la Universidad Estatal de Florida (Estados Unidos), se concluía que los microplásticos y nanoplásticos afectaban a las células pulmonares humanas alterando su forma y desacelerando su metabolismo.
Han trabajado con modelos complejos de las estructuras moleculares de plásticos comunes y cotidianos, como el polietileno, el polipropileno, el poliestireno y el nailon 6,6. Llevaron a cabo con estos materiales un recocido simulado que implica calentar las moléculas para excitarlas antes de enfriarlas para que encuentren su estado más estable, es decir, el estado en el que las moléculas se forman de nuevo de manera natural. Tras el recocido de las moléculas nanoplásticas, se constató que se unen físicamente con las moléculas de la tetraciclina. Esto da lugar a la teoría antes mencionada, que la acumulación de este tipo de fármacos concentrados y no absorbidos que están adheridos a la superficie de los nanoplásticos, podrían proporcionar el caldo de cultivo ideal para que las bacterias adquieran resistencia.
Los productos de uso diario que se fabrican con los plásticos mencionados se degradan a través de la exposición a la luz solar, de la exposición a sustancias químicas o de la simple abrasión física, descomponiéndose en microplásticos y nanoplásticos que ingerimos a través de la comida, el agua o el aire, algunos incluso son absorbidos a través de la piel, y es que ya se ha demostrado que los seres humanos consumen una gran cantidad de microplásticos sin saberlo y podrían afectar a la salud humana.
El riesgo de esta ingesta y su alcance no se comprenden, ya que la investigación sobre su impacto en la salud humana es relativamente nueva, pero poco a poco se va completando el puzzle. Podemos citar un estudio de la Universidad Estatal de Arizona, en el que se concluía que microplásticos y nanoplásticos están presentes en órganos y tejidos humanos, incluso están presentes en el torrente sanguíneo. Otro estudio apuntaba que nanoplásticos y microplásticos son un factor de riesgo potencial para la salud del corazón. Los expertos de la Universidad de Campania Luigi Vanvitelli (Italia) detectaron la presencia de estos materiales en las placas ateroscleróticas, lo que favorecía su inflamación y facilidad de rotura y por tanto, incrementa el riesgo de sufrir un ataque cardíaco, un accidente cerebrovascular, etc.
Son muchos los científicos que trabajan para descubrir los efectos de las partículas plásticas a largo plazo en los seres humanos, en los hábitats marinos y terrestres, en los suelos agrícolas, etc. De momento y como comentan aquí, se ha constatado que estas partículas plásticas interactúan con nuestro organismo a nivel celular, incluso atravesando la barrera hematoencefálica, estructura fisiológica que protege el cerebro al limitar el paso de sustancias como moléculas grandes, toxinas y patógenos, desde el torrente sanguíneo hacia el sistema nervioso central.
Los expertos siguen investigando y esperan encontrar posibles soluciones, pero es evidente que queda mucho por hacer y las respuestas tardarán en llegar, mientras, nuestro organismo sigue recibiendo este tipo de materiales. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la Universidad de Viena, y a través de este artículo publicado en la revista científica Nature.
Foto 1 | Universidad de Campania Luigi Vanvitelli