Un grupo de investigadores de diversas universidades, institutos y organizaciones científicas, han llevado a cabo un estudio en el que se concluye que los envases de la comida rápida de las cadenas de restaurantes de fast food pueden suponer un riesgo para la salud. A pesar de que ya hace varios años que se sabe que ciertas sustancias, como los compuestos perfluorados, pueden provocar cáncer o inmunotoxicidad (resistencia disminuida a las infecciones), a día de hoy muchas cadenas estadounidenses siguen utilizando envases que los contienen.
Este compuesto químico forma parte de una fórmula química que se aplica en las cajas de las hamburguesas, de las patatas fritas o de las pizzas, así como en las bolsas para llevar la comida, por su capacidad de repeler la grasa. Según el análisis realizado, se han detectado niveles significativos de compuestos perfluorados (PFCs), contaminantes persistentes en el medio ambiente, es decir, que pueden durar muchos años, siendo muy difíciles de eliminar, lo que provoca que puedan pasar a través de los diferentes estadios de la cadena alimentaria. Antaño se utilizaban para la elaboración de diversos productos, como por ejemplo el teflón, pero se retiraron al constatarse su vinculación con el cáncer, problemas reproductivos y del desarrollo.
Los expertos recogieron muestras de envoltorios y envases de 27 cadenas de comida rápida, además de otros restaurantes locales de este tipo de comida, procedentes de cinco regiones de Estados Unidos. De las 327 muestras recogidas entre el año 2014 y 2015, un 40% dio positivo por su contenido en flúor. Claro, que el flúor no se asocia directamente con la presencia de los PFCs, pero un experto de la Agencia de Protección Ambiental llevó a cabo nuevas pruebas en un número menor de muestras detectando que la gran mayoría de envases contenían los compuestos indicados. También se encontraron rastros de ácido perfluorooctanoico (PFOA), utilizado antaño en la fabricación de teflón.
El problema de estas sustancias es que pueden formar parte de los alimentos a través de un proceso de lixiviación, es decir, los alimentos actúan como disolventes con algunos elementos químicos integrados en los envases (como por ejemplo con los PFCs), provocando la integración en el producto de consumo. A esto hay que añadir que la temperatura y el tiempo que el producto alimentario pasa en el envase aumentan la cantidad de estos compuestos químicos que migran a los alimentos.
La FDA prohibió el uso de PFOA en los materiales que entran en contacto con los alimentos, posteriormente esta agencia aprobó 20 compuestos que en teoría son inocuos y que se pueden utilizar en los envases alimentarios, sean de papel o cartón. Sin embargo, los expertos apuntan que estos nuevos compuestos, no han sido debidamente estudiados y probados para determinar que son seguros para la salud humana. A esto hay que sumar que, según las leyes del secreto comercial, en algunos casos los datos que se facilitan a las agencias reguladoras son limitados, no revelando qué sustancias se han empleado realmente, esto no tiene ni pies ni cabeza.
Otras organizaciones han llevado a cabo estudios que demuestran que algunas de estas nuevas sustancias son peligrosas para la salud, pudiendo provocar tumores, enfermedades renales o daños reproductivos entre otros problemas. En definitiva, aunque las empresas argumenten que las nuevas formulaciones son seguras, porque sus estructuras químicas son diferentes, es un dato que no se puede verificar.
Volviendo al estudio, se detectó que el 46% de los envoltorios de papel y el 20% de los envases de cartón contenían flúor, por otro lado y desgranando un poco más, el 56% de los envases y envoltorios de postre o pan, y el 38% del papel que envuelve sándwiches y hamburguesas contenían flúor, pero no se detectó en los vasos de plástico que se utilizan para las bebidas. No se libran las cajas de pizza o las utilizadas para las palomitas de maíz, que contienen SPDC, un tipo de producto químico perforado del que se sabe que tiene consecuencias para la salud, aumenta el riesgo de cáncer, incrementa el colesterol, provoca problemas de fertilidad, etc.
Lo cierto es que estos compuestos químicos son difíciles de evitar, ya que están presentes en muchos de los productos de nuestra vida cotidiana, pero sí se puede reducir en la medida de lo posible entrar en contacto con ello, evitar los restaurante de comida rápida hasta que no cambien sus envases podría ser un punto de partida, que además aportaría otros beneficios. Parece ser que prácticamente todas las cadenas de comida rápida utilizan envases y envoltorios que contienen estos compuestos, bajo estas líneas podéis ver una tabla con todas las cadenas analizadas y el porcentaje de envases que dieron positivo para la presencia de flúor, siendo un indicador probable de la presencia de perfluorocarbonos (PFCs) o perfluoroalcanos.
Merece la pena leer este estudio publicado en EWG (Environmental Working Group, Grupo de Trabajo Ambiental) que se dedica a la protección de la salud humana y del medio ambiente. También podréis leer el estudio en este artículo publicado en la revista científica Environmental Science & Techbology. Por cierto, no estaría mal que se llevara a cabo una investigación para comprobar si los envases y embalaje alimentario de las cadenas de comida rápida españolas están libres de este tipo de compuestos.
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Foto 2 | Julien Menichini