Según los resultados de una investigación realizada por expertos de la Universidad Ben-Gurión del Néguev (Israel), los edulcorantes artificiales podrían afectar al equilibrio de la flora intestinal. Los investigadores apuntan que los edulcorantes podrían interferir en la comunicación de las bacterias que forman el microbioma intestinal y podrían aparecer problemas digestivos por esa mala comunicación.
El grupo de investigación estudió el Quorum Sensing (QS), es decir, la comunicación microbiana que permite llevar a cabo acciones conjuntas que favorezcan el desarrollo de toda la comunidad de microorganismos. De hecho, este tipo de comunicación en organismos unicelulares ha favorecido que ciertos tipos de bacterias patógenas puedan adquirir resistencia a los antibióticos. El caso es que los expertos utilizaron ensayos de biosensores y métodos de caracterización de proteínas, buscando identificar el papel de edulcorantes como el aspartamo, la sucralosa y la sacarina, en la inhibición de las acciones del sistema de comunicación basado en lactona N-acil homoserina (AHL) de bacterias Gram-negativas.
Las moléculas lactona N-acil homoserina (AHL) son un tipo de moléculas que están implicadas en la transmisión de información entre diferentes organismos unicelulares o pluricelulares de la misma o de diferentes especies, los investigadores descubrieron que, si bien los edulcorantes no mataban a las bacterias, ciertas moléculas se unían a las proteínas de los microorganismos impidiendo lo que se conoce como plegamiento de proteínas, de hecho, la función biológica de una proteína depende de su correcto plegamiento o estructura tridimensional.
Los expertos argumentan que los edulcorantes artificiales podrían interferir con la homeostasis de la microbiota intestinal, promoviendo así la progresión de enfermedades digestivas, las investigaciones indican que ese problema de comunicación da lugar a una disbiosis intestinal o desequilibrio constante de la flora intestinal, con una reducción de grupos taxonómicos específicos como los Firmicutes y los Bacteroidetes, grupos bacterianos que son los más abundantes en el intestino humano. Teniendo en cuenta que el microbioma digestivo está implicado en la regulación del sistema inmune, la producción de vitaminas y otros nutrientes, la represión de la expansión de las bacterias patógenas, etc., esta alteración de la comunicación puede derivar en problemas de salud.
La Asociación Internacional de Edulcorantes (ISA) no está de acuerdo con los resultados, argumenta que el estudio se ha llevado a cabo en un modelo in vitro y, por tanto, tiene poca relevancia biológica, ya que existe una limitación al extrapolar los resultados de las concentraciones in vitro, con los niveles de exposición a través de la dieta humana. Es más, esta asociación asegura que las concentraciones que se han utilizado en el estudio in vitro y han demostrado tener algún efecto, nunca se alcanzarían en el intestino humano.
Desde el ISA se indica que las pruebas in vitro pueden causar reacciones que no se darían en condiciones de exposición real en los seres humanos, por lo que el estudio no puede ser predictivo de lo que podría suceder con el consumo de edulcorantes en la vida cotidiana. Los investigadores argumentan que aunque los ensayos controlados aleatorios en humanos han sugerido beneficios en el peso corporal por el consumo de edulcorantes artificiales, existe limitación en los datos sobre otras alteraciones metabólicas. Por tanto, se considera necesario investigar a fondo y reevaluar los edulcorantes artificiales, a fin de tener respuestas más precisas sobre cómo afectan a la salud y en especial al microbioma intestinal.
Merece la pena recordar que en 2019 se presentó una revisión de 17 estudios sobre edulcorantes no calóricos, determinando que no existían evidencias claras de que tuvieran efectos negativos en la flora intestinal. Claro, que en los estudios revisados no se analizó cómo podían afectar a la comunicación microbiana, por lo que como dicen los expertos, es necesario realizar más estudios para llegar al fondo de la cuestión.
Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la Universidad Ben-Gurión del Néguev, y en este otro publicado en la revista científica International Journal of Molecular Sciences.
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