Hasta finales de marzo o principios de abril, podemos disfrutar de los calçots y la calçotada, una fiesta gastronómica tradicional catalana cuyos ingredientes principales son los calçots y la salsa romesco con la que se acompañan.
Coloquialmente un calçot es una cebolla tierna, pero no es cualquier cebolla, es un brote de cebolla blanca que ya está desarrollada y que ha sido replantada en el terreno.
Conforme van creciendo estos brotes, se les va cubriendo con tierra por los lados para blanquear su base, ésta es la parte que se consume. Al estar enterrada hace que sea muy tierna y de un sabor y dulzura característicos.
La semilla de esta cebolla se siembra durante los meses de octubre, noviembre y diciembre. Cuando ha germinado, crecido y se ha desarrollado, se arranca del semillero y se planta en la tierra.
Con la llegada del verano ha crecido, asomando la cabeza como una cebolla normal entonces es cuando se vuelve a arrancar, se guarda durante unas semanas, cortando la parte superior de las hojas y se vuelve a plantar.
La recolección de los calçots se realiza cuando los brotes del bulbo están maduros, con cuidado y rapidez para conseguir una mejor conservación y calidad del producto. Los brotes se separan individualmente una vez arrancados de la mata.
Su origen se encuentra en Valls, y los lugares de la región catalana donde más se cultivan y poseen la Denominación de Calidad de los calçots son el Baix Penedès, el Tarragonès, el Baix Camp y l’Alt Camp.
Se cuenta que fue un agricultor de Valls del siglo XIX, conocido como el Xat de Benaiges, el precursor y aunque la calçotada se ha extendido a varias comarcas de Cataluña, incluso al resto del país, Valls sigue siendo el nido de este delicioso manjar y su celebración.
En las primeras décadas del siglo XX, para las famílias de Valls, hacer una calçotada era una fiesta. Y en la actualidad, continúa la tradición, elaborándose calçotadas todos los domingos de la temporada. También se realizan en restaurantes, masías y como no, en casas particulares.
Los calçots se cocinan a la brasa (y si no es posible, los hacemos al horno) y una vez asados, es decir, cuando la punta está tierna y la capa externa completamente negra (chamuscada), se envuelven en papel de periódico para que en el momento de comerlos sigan calientes. Se llevan a la mesa todavía envueltos y puestos sobre una teja.
Cada comensal hace uso de un enorme babero especial para calçotadas, el fin es no preocuparse por ensuciarse y disfrutar comiendo. Los calçots se cogen por la punta superior de las hojas, tirando hacia abajo para pelarlo y a continuación mojarlo en la salsa romesco, el sumun de la receta.
Los calçots se comen de un modo muy peculiar, tan peculiar como su sabor, el que los prueba por primera vez, suele repetir, no sólo por lo buenos que están, sino por la fiesta que se vive en torno a la calçotada.