Las semillas de lino (Linum usitatissimum) provienen de una planta herbácea de la familia de las lináceas. El lino proporciona otros productos, como la tela que se elabora con el tallo, pero lo que a nosotros nos interesa para nuestra cocina es la linaza.
De las semillas de lino también se extraen dos productos, el aceite de linaza y la harina de linaza. Tanto las semillas de lino como el aceite y la harina, gozan de muy buena fama nutricional, pues como gran parte de semillas, proporcionan ácidos grasos necesarios para nuestro organismo.
La linaza o semillas de lino se han llegado a convertir en una de las materias primas ‘reclamo’ de productos dietéticos. Pero de esto tampoco nos interesa hablar, pues disponiendo de la materia prima al natural, para qué acudir a los productos encapsulados si no es por recomendación médica.
Esta pequeña semilla de color pardo es rica en fibra soluble e insoluble, por lo que se ha recomendado mucho su consumo para personas que sufren estreñimiento, también es rica en ácidos grasos esenciales, oléicos (Omega 9), linoléicos (Omega 6) y alfa linolénicos (Omega 3), de ahí que también se recomienden para equilibrar el colesterol y conservar la salud cardiovascular, además se le otorgan propiedades anticancerígenas.
La linaza cuenta con más cualidades, pero a su vez le han otorgado virtudes con pocas evidencias científicas. Para conocer los estudios realizados os recomendamos leer el artículo de Medline Plus.
Como es normal, la tierra donde se cultiva un alimento proporciona unas u otras sustancias al fruto que después pasarán a nuestro organismo al consumirlas, en este caso, se llama a la precaución en el consumo de las semillas de lino porque según el suelo en el que se haya sembrado puede contener una mayor concentración de glucósidos cianogénicos (linamarina), esto son metabolitos secundarios de defensa de las plantas que al ser hidrolizados por ciertas enzimas liberan cianuro de hidrógeno. Esto se podría evitar si antes de consumir las semillas se hierven durante 10 minutos según indican en el libro ‘Introducción a la Toxicología Vegetal’.
Esto lleva a la recomendación de que se consuman semillas de lino de cultivo ecológico, pero aún así, siempre en las dosis recomendadas, 1 o 2 cucharaditas al día. Además de que por posibles problemas digestivos o incompatibilidad con algún medicamento no se puedan consumir, tampoco se recomienda su introducción en la alimentación durante el embarazo.
También recomiendan consumir la linaza sin moler y lavada previamente, pero hay demasiadas voces y poco consenso. Otro método alternativo a la cocción es hornearlas unos 15 minutos a 200º C, que así es como las consumimos nosotros, pues generalmente las incluimos en el pan de cereales o pan de semillas, nos encanta.