La lavanda es una planta de la familia de las lamiáceas oriunda del Mediterráneo, el sur de África y regiones del sureste de la India. Es un arbusto perenne del que se conocen más de 30 especies con tallos pilosos, hojas finas y largas, y flores en forma de espiga de un bonito color violeta. Lo más apreciado de la lavanda es su perfume, utilizado en distintos productos que pueden ir desde los ambientadores hasta los cosméticos. Personalmente es un aroma que nos agota, pero no sucede lo mismo cuando el uso lo trasladamos a la cocina.
Desde la antigüedad se ha dado uso de la lavanda con fines medicinales, cuentan que los romanos fueron quienes difundieron sus propiedades del aceite de lavanda para los baños, pero también se le han otorgado propiedades beneficiosas para facilitar el sueño, para ahuyentar insectos, como antiséptico, antiinflamatorio, digestivo, calmante…
Además de crecer silvestre, la lavanda, también conocida como espliego aunque no son exactamente la misma especie, ofrece un fácil cultivo que se aprecia porque además de su bella floración, proporciona su aroma en los jardines, aprovechando así otras de sus propiedades. De esta planta se obtienen sus aceites esenciales, se desecan las flores para hacer infusiones, las abejas toman su néctar que después nos ofrecen con la miel.
Podemos encontrar con facilidad los productos preparados con lavanda con fines medinales, en tiendas de dietética y herboristerías, aunque si prefieres recolectar tu propia lavanda, ya sabes que deberás hacerlo cuando la flor esté bien abierta. Las flores de lavanda deben secarse a la sombra, a una temperatura inferior a los 32-35º C para que no se evaporen los alcoholes ni se pierda la esencia u otras propiedades.
El aceite esencial se obtiene por destilación al vapor de las flores, y este suele ser utilizado, como ya hemos comentado, en productos de cosmética, limpieza, aromaterapia, hidroterapia, etc. Podéis consultar sus usos y propiedades en este enlace.
A la hora de hacer infusiones, la lavanda es de buena combinación con muchas otras plantas como la manzanilla, el poleo, el anís, la menta, la melisa, la tila, la amapola o la pasiflora entre otras. Pero podemos dar muchos otros usos culinarios a la lavanda, de hecho, forma parte de una de la mezcla de hierbas aromáticas más populares de la gastronomía francesa, las Hierbas Provenzales o Herbes de Provence, junto al romero, el tomillo, el perifollo, la albahaca o la ajedrea entre otras.
Por lo tanto, las flores secas de la lavanda las podemos incluir solas o combinadas con otras hierbas aromáticas en nuestros guisos, proporcionan un buen toque aromático a los productos de repostería, es un ingrediente ideal con el que hacer un azúcar aromatizado, con el chocolate combina muy bien, con una aromática infusión de lavanda (en agua, en leche o en nata) podemos aromatizar flanes, cremas e incluso hacer helado.
Nos gustaría conocer qué aplicaciones culinarias le dais a la lavanda, nosotros en breve os mostraremos las nuestras.