Adelantábamos en la introducción de las salsas, que lo primordial son los ingredientes, tanto su frescura como su calidad, a continuación viene la manipulación. Si todo es armónico y correcto, lograremos el toque mágico que queremos regalar al plato que vamos a elaborar.
Existen diferentes tipos de salsas para todos los gustos, para cualquier estación, para cualquier ocasión, con mayor o menor dedicación, desde las más simples hasta las más elaboradas. Conocemos las grandes salsas, las que forman parte de nuestra historia, son salsas clásicas muy respetadas, dedicadas a platos igualmente especiales.
También contamos con salsas menores, estas son las que se preparan en poco tiempo, son versátiles, igual acompañan una carne que un plato de pasta, ricas en variedad por no decir innumerables.
Las salsas también se dividen en salsas crudas o salsas que necesitan cocción y naturalmente, hay una clasificación de salsas por ingrediente base:
Salsas a base de lácteos: Son las salsas que cuentan entre sus ingredientes con la mantequilla, la leche, el queso, el yogur, la nata… pueden ser frías o calientes, sencillas o más complejas.
Salsas a base de fondos: Suelen ser parte de las salsas clásicas y muy elaboradas, pueden utilizarse fondos de verdura, carne o pescado y de su calidad, depende el éxito de la salsa.
Salsas a base de huevo: La yema del huevo es un ingrediente ideal para lograr salsas finas y untuosas, emulsiona muy bien con distintos líquidos, el ejemplo más fácil es la mayonesa.
Salsas a base de frutas, vegetales, especias, aceites y vinagres o simplemente el resultado de machacar ingredientes sólidos que se ligan con aceite de oliva u otro producto oleico.
Si nos gusta crear nuestras propias salsas, siempre es útil conocer las bases, tener unas directrices y dejar que nuestra imaginación se desarrolle para sorprender después al paladar.