Cuando vamos al supermercado, si observamos las pechugas de pollo y otros cortes de este ave, en la mayoría de ocasiones se puede apreciar que tienen unas rayas blancas o estrías que, según los expertos, son líneas de grasa (depósitos) que atraviesan, sobre todo, a las pechugas y que afectan a su textura y valor nutricional. Hay que aclarar ante todo que comer este tipo de carne con las mencionadas rayas no implica ningún problema de salud, pero se está consumiendo carne de peor calidad.
Algunas investigaciones apuntan que el contenido en grasa aumenta un 224% por las mencionadas estrías, el volumen de proteínas se reduce un 9%, se produce un aumento del colágeno de un 10% y una reducción de algunos aminoácidos esenciales, en comparación con la carne procedente de un pollo que no ha sido sometido a las prácticas aceleradas de engorde. Hablamos de este problema a raíz de la investigación realizada por The Humane League UK, organización que trabaja en favor del bienestar animal y lucha contra los abusos a los que se someten a los animales destinados a la alimentación humana.
Según la investigación de esta organización, el 85% de los packs de pechuga de pollo que se comercializan en los supermercados tienen estas rayas o estrías blancas, en algunos casos en problema afecta al 90% del producto que se comercializa envasado. En comparación, las rayas blancas sólo se apreciaban en un 11% de los packs de carne procedente de pollos que disfrutaron de un mayor grado de bienestar animal. Según los datos, la peor calidad de carne de pollo se detectó en los supermercados Aldi, Lidl y Asda, donde la presencia de las estrías blancas se detectó entre un 92% y un 94% de los packs.
Estos resultados destacan y contrastan con el denominado “pollo saludable” que se promueve por la industria avícola y en los supermercados del Reino Unido, pero, la verdad es que el problema está generalizado, ya que se puede observar que ocurre lo mismo en los supermercados españoles. Según The Humane League UK, los resultados deben ser una llamada de atención para la industria avícola, industria que, en el caso del Reino Unido, ha negado sistemáticamente que el rápido crecimiento y engorde de los pollos afecte a la calidad de la carne.
La mayoría de la carne de pollo que se comercializa en los supermercados procede de granjas de cría intensiva, se trata de pollos que alcanzan su peso para la venta en un 60% menos de tiempo que los pollos que se engordaban hace 50 años. Del mismo modo, a través de la cría selectiva se ha logrado que las pechugas sean enormes, hasta dos tercios del tamaño de un pollo criado con métodos amparados en el bienestar animal. La organización comenta que, si bien los supermercados pueden asegurar que ofrecen el mejor producto posible al precio más económico posible, en la práctica esta carne de pollo tiene un coste para las aves de la que procede y en cierto modo afecta a nuestra salud.
The Humane League aboga por plantar cara a la situación, basta con reducir o eliminar el consumo de cualquier tipo de carne y sustituirla por alimentos vegetales, algo que beneficiará a la salud y hará que la industria replantee su actual método de producción. Hay que decir que existen otros problemas que se deben considerar, por ejemplo, el denominado síndrome de la pechuga de madera, problema causado por el rápido crecimiento y engorde de los pollos, cuya característica principal es la presencia de fibras musculares duras y elásticas, por lo que resultan más gomosas y difíciles de consumir, de todo ello hablábamos aquí.
Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página web de The Humane League UK.