Las políticas climáticas agrícolas afectan al precio de los alimentos de forma diferente en los países ricos y pobres

En un mundo cada vez más afectado por el cambio climático, las políticas climáticas agrícolas afectan al precio de los alimentos, y lo hacen de forma diferente en los países ricos y pobres. Mientras que en las economías desarrolladas los consumidores están (en teoría) protegidos del aumento de los costes agrícolas, en los países en vías de desarrollo estos incrementos pueden traducirse en una crisis alimentaria para los segmentos poblacionales más vulnerables.

Estas diferencias reflejan las disparidades estructurales entre los sistemas alimentarios de ambos contextos, así se concluye en un reciente estudio realizado por expertos del Potsdam Institute for Climate Impact Research, un centro de investigación alemán que se dedica al estudio del impacto del cambio climático y de las políticas necesarias para hacer frente al problema y adaptarse a sus efectos.

En los países ricos como Alemania, Estados Unidos o Japón, gran parte del dinero que la población gasta en alimentos no revierten en los agricultores, se destina para pagar cuestiones como el procesamiento de los alimentos, su transporte, el almacenamiento, la publicidad y la venta en las tiendas, y es que los agricultores reciben menos del 25% del precio total de esos alimentos (y hablando de forma muy optimista, porque ya sabemos que en muchas ocasiones es mucho menos). En cambio, en los países que son más pobres, como los del África subsahariana, la mayor parte del precio de los alimentos (más del 70%) se destina a cubrir los gastos de la producción agrícola, ya que estos sistemas están mucho menos industrializados y dependen de forma más directa de la actividad de los agricultores.

David Meng-Chuen Chen, autor principal del estudio, explica que esta diferencia se debe a la transición alimentaria asociada con el desarrollo económico. En los países ricos los consumidores tienden a comprar productos más elaborados, como el pan, el queso o los dulces, donde los ingredientes básicos representan sólo una pequeña parte del coste total. En cambio, en los países pobres la mayor parte del gasto en alimentos se destina a los productos esenciales, poco procesados y cuyos costes agrícolas son proporcionalmente más elevados.

En los países ricos los alimentos pasan por muchos procesos antes de llegar a los consumidores, como es el transporte, el procesamiento y la venta, lo que ayuda a que los incrementos en los costes agrícolas como los provocados por impuestos climáticos, afecten en menor medida a los consumidores. Sin embargo, esto también implica que los agricultores reciben una parte muy pequeña del dinero que los consumidores pagan por los alimentos.

El análisis del estudio que abarca los datos de 136 países y 11 grupos de alimentos, proyecta un futuro desigual en el impacto de las políticas climáticas:

Para el año 2050, en los países ricos los precios de venta al consumidor se incrementarían 1’25 veces, mientras que los precios para los agricultores se incrementarían 2’73 veces. Este dato muestra que los costes adicionales de las políticas climáticas son absorbidos en gran parte por las cadenas de valor y no se trasladan completamente a los consumidores. Esto es, en nuestra opinión, una conclusión errónea, los investigadores deberían haber introducido otras variables, como por ejemplo la de los márgenes que aplican los intermediarios y que resultan muy abusivos, ahogando económicamente a productores y consumidores.

En los países pobres los efectos serían mucho más graves, los precios de venta al consumidor podrían incrementarse 2’45 veces y los precios agrícolas 3’3 veces. En estos contextos, la relación directa entre los costes de producción y los precios finales hace que las políticas climáticas sean una carga importante para los consumidores, ya que destinan una gran parte de sus ingresos a la alimentación (en algunos países entre el 80% y el 90%).

Además, en las economías menos desarrolladas, incluso pequeños incrementos en el precio de los alimentos básicos pueden agravar el problema de la inseguridad alimentaria, dificultando el acceso a dietas saludables y balanceadas. Pero lo cierto es que no suelen tener acceso a ese tipo de dietas y suelen vivir en un estado de constante inseguridad alimentaria.

Los investigadores explican que aunque las políticas climáticas pueden ser complicadas, no necesariamente tienen que perjudicar a las personas más vulnerables. Por ejemplo, el dinero recaudado de los impuestos al carbono se puede destinar a ayudar a las familias con bajos ingresos económicos, reduciendo el impacto del aumento del precio de los alimentos. Estudios previos del Instituto Potsdam han demostrado que si se aplican bien, estas medidas pueden incluso mejorar la calidad de vida de esas familias. Pero la realidad es que esto no ocurre así, el dinero de esos impuestos no se destina ni se destinará a la población, las intenciones son buenas, pero la realidad está muy alejada.

Del mismo modo, el diseño de políticas debería priorizar la inversión en prácticas agrícolas sostenibles, como las técnicas de bajo impacto ambiental, la eficiencia energética y la restauración de las tierras degradadas. Estas acciones reducen las emisiones agrícolas y fortalecen la resiliencia de los sistemas alimentarios, y especialmente en las regiones más vulnerables.

Uno de los autores del estudio destaca que las políticas climáticas fuertes y ambiciosas son muy necesarias, advirtiendo que si no se reducen las emisiones de una forma notable, el cambio climático podría causar problemas graves como son las malas cosechas y los problemas en el transporte de los alimentos, lo que haría que los precios subieran mucho más que con las medidas planteadas para frenar el cambio climático.

La desigualdad en los impactos de las políticas climáticas apunta, según los expertos, la necesidad de una cooperación internacional que resulte efectiva. Mientras que los países ricos cuentan con recursos y sistemas más preparados para adaptarse a los cambios, los países pobres necesitan apoyo financiero y técnico para evitar un incremento de la desigualdad y de la inseguridad alimentaria.

En definitiva, según el estudio las políticas climáticas agrícolas son esenciales para mitigar el cambio climático, pero deben diseñarse con sensibilidad hacia las desigualdades globales existentes, considerando las circunstancias económicas y sociales de cada región. ya que no todas las comunidades se enfrentan a los mismos desafíos. Claro. que hay otras muchas cuestiones que entorpecen este objetivo y quizá en este estudio se deberían haber introducido.

Podéis conocer todos los detalles a través de este artículo publicado en la página del Potsdam Institute for Climate Impact Research, y con más detalle a través de este artículo publicado en la revista científica Nature Food.

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