Cada vez aparecen más pruebas que demuestran que la industria de los refrescos influye en los resultados de las investigaciones científicas que tratan la relación entre el consumo de refrescos azucarados y el sobrepeso y la obesidad. Esta práctica se lleva a cabo desde la década de los años 60, recordemos que a principios del mes de septiembre, una investigación ponía al descubierto que la industria estadounidense del azúcar financió estudios para que se apuntara a las grasas saturadas y al colesterol como la causa principal de las enfermedades del corazón, restando importancia a la evidencia de que el consumo de sacarosa también era un factor de riesgo para sufrir este tipo de patologías.
Las prácticas deshonestas de la industria de los refrescos o del azúcar, con el fin de silenciar los resultados de las investigaciones que se realizan sobre la relación entre refrescos azucarados, obesidad y enfermedades asociadas, son algo más habitual de lo que se pueda imaginar. Podemos citar esta investigación del año 2014, o este artículo del año 2011 en el que se pone de manifiesto que algunos investigadores defienden los alimentos poco saludables, como los refrescos azucarados. Un ejemplo es la defensa realizada por David Allison, un reconocido científico estadounidense con un amplio curriculum a sus espaldas y responsable de un centro de investigación de la obesidad en la Universidad de Alabama.
Lo cierto es que muchas asociaciones de salud parecen estar implicadas en estas prácticas, recordemos que en el año 2009 podíamos saber que la AAFP (Academia Estadounidense de Médicos de Familia), recibía fondos de Coca Cola con el propósito de que los consumidores conocieran el papel que desempeñan los refrescos y edulcorantes en un estilo de vida saludable. Se puede citar como más reciente, el apoyo de Coca Cola a Global Energy Balance Network, organización sin ánimo de lucro que tenía como finalidad identificar e implementar soluciones innovadoras basadas en la relación entre consumo de energía y gasto energético. Esta organización tuvo que cesar su actividad, ya que su patrocinador le sugirió cambios en la declaración de objetivos, delatando que la compañía tenía una clara intención de inclinar la balanza a su conveniencia.
En fin, podemos citar varios estudios e investigaciones de las que hemos hablado en Gastronomía & Cía, por ello no nos sorprende que aparezcan nuevos estudios sobre este tema, evidenciando aún más este tipo de prácticas deshonestas llevadas a cabo por la industria de las bebidas azucaradas.
Ayer se publicó en la revista científica American Journal of Preventive Medicine, una nueva investigación que no hace más que respaldar las conclusiones ofrecidas en estudios anteriores sobre la relación entre las investigaciones, las organizaciones de salud y la industria de los refrescos azucarados. En esta nueva investigación se concluye que las organizaciones de salud están siendo financiadas por la industria de los refrescos, financiación que provoca que reputadas organizaciones como la Asociación Nacional Dental, la Asociación Americana de Diabetes o la Asociación Americana del Corazón, sean presionadas para suavizar los resultados de los efectos perjudiciales del consumo de bebidas y refrescos azucarados, evitar que se instaure a nivel nacional en Estados Unidos un impuesto contra los refrescos azucarados, etc.
En esta nueva investigación se muestra que entre el año 2011 y el año 2015, Coca Cola y Pepsi financiaron a 96 organizaciones de salud de todo tipo, además, las dos empresas se unieron para luchar contra 29 proyectos de ley de salud pública que tenían el propósito de mejorar la calidad de la dieta y reducir el consumo de refrescos azucarados.
En el estudio se ha investigado la naturaleza, extensión y consecuencias del patrocinio de las compañías de refrescos en las organizaciones médicas y de salud, también se ha analizado la presión que ha ejercido en la legislación sobre temas de salud, los conflictos de intereses que se han provocado, etc., en el mencionado periodo (2011-2015). Todos los datos del estudio se han obtenido a través de búsquedas en bases de datos y en internet. Se ha descubierto que Pepsi y Coca Cola presionaron en un 97% de los casos en los que se pretendía llevar a cabo una intervención pública de salud contra los productos que elaboran, poniendo en duda el principio de estas organizaciones de mejorar la salud de los consumidores.
De las 96 organizaciones patrocinadas por ambas compañías, 63 son organizaciones de salud pública, 19 son organizaciones médicas, 7 son fundaciones de salud, 5 son organizaciones gubernamentales, y 2 son grupos que se dedican al suministro de alimentos. Para los investigadores resulta sorprendente que dada la relación entre la diabetes y el consumo de refrescos, la Asociación Americana de Diabetes y la Fundación de Investigación de la Diabetes Infantil y Juvenil, hayan aceptado la financiación de las compañías de refrescos. En el estudio se muestran todo tipo de acciones y las intervenciones que se han llevado cabo para tratar de influir en temas como la restricción de la comercialización de refrescos y comida basura en las escuelas, las directrices voluntarias nacionales para la comercialización de alimentos destinados a los niños, el impuesto de los refrescos, las regulaciones sobre el etiquetado de los productos transgénicos, etc.
Algunas de estas asociaciones parece que terminaron recapacitando, por ejemplo, la Academia Americana de Pediatría y la Academia de Nutrición y Dietética, optaron por no renovar los contratos que tenían con Coca Cola, liberándose de los conflictos de intereses. Los responsables de este estudio, Daniel G. Aaron y Michael B. Siegel, invitan al resto de organizaciones a seguir el ejemplo y a liberarse de esas cadenas que les atan a la industria de los refrescos.
En la investigación se proporcionan cifras sobre la inversión realizada por estas compañías durante el periodo 2011-2015, son varios millones de dólares destinados a influir en los resultados de las investigaciones, en las legislaciones, recomendaciones y cualquier tema que pudiera influir negativamente en su industria. Este es el primer estudio que ha querido catalogar sistemáticamente el patrocinio de las organizaciones nacionales de salud por parte de las compañías de refrescos. Debido a que las organizaciones de salud tienen una gran influencia en la política y en la legislación, para los expertos era importante entender el alcance y la naturaleza de los “favores” de las compañías de refrescos. Es evidente que el patrocinio de organizaciones de salud por parte de estas compañías, puede tener un impacto muy negativo sobre la salud pública.
Esto no sólo ocurre en Estados Unidos, merece la pena retomar la lectura de este post en el que hablábamos de las prácticas deshonestas que lleva a cabo la industria de los refrescos en España, hablando del caso de Miguel Ángel González, un catedrático en Salud Pública y experto en epidemiología que defiende el vínculo existente entre las bebidas azucaradas y la obesidad. El experto explica cómo la industria de los refrescos le ofreció propuestas interesantes, como la dirección del Observatorio Nacional de la Obesidad, institución que estaba subvencionada por las empresas de las bebidas azucaradas. El experto no quiso ningún vínculo de este tipo con la industria y esto le pasó factura.
Os recomendamos acceder a la investigación publicada en la revista científica American Journal of Preventive Medicine, para conocer todos sus detalles, la lista de organizaciones que han sido patrocinadas, las iniciativas que han llevado a cabo conjuntamente Pepsi y Coca Cola para frenar una legislación o una regulación que afectara negativamente a sus negocios, etc. Por cierto, se habla de estas compañías, pero no hay que olvidar que este tipo de prácticas parecen estar instauradas en cualquier sector, podemos citar también el estudio sobre los sesgos sobre los beneficios de los edulcorantes artificiales, el patrocinio por parte de la industria biotecnológica para que los investigadores difundan los beneficios de la biotecnología alimentaria, etc. Toda esta información que sale a la luz, no hace más que generar aún más desconfianza en los consumidores sobre los investigadores, las instituciones y organizaciones de salud, los políticos, etc. Y esto es sólo la punta del iceberg, a saber cuál será el alcance de la implicación y cuántas mentiras se habrán difundido.
Foto 1 | Adrian Scottow
Foto 2 | Dinos Ps