Un informe elaborado por el profesor Erik Millstone de la Universidad de Sussex, uno de los académicos independientes más importantes del Reino Unido sobre políticas de seguridad alimentaria, Tim Lang, profesor de la Universidad de Londres especializado en política alimentaria y consultor de la OMS (Organización Mundial de la Salud), y Terry Marsden, profesor de Política y Planificación Ambiental de la Universidad de Cardiff, determina que las normas alimentarias se debilitarán por los acuerdos comerciales en el Reino Unido con países que no son miembros de la UE, por ejemplo, Australia, Canadá o Estados Unidos.
Estos países presionan para que, tras el Brexit (salida del Reino Unido de la Unión Europea), el Reino Unido permita la entrada de carne de vacuno con hormonas en su mercado, a pesar de que existe un riesgo carcinógeno demostrado. En el informe se apunta que algunos miembros del gobierno estarían dispuestos a sacrificar los estándares de seguridad alimentaria, algo que evidentemente perjudica al sector cárnico del país y a sus consumidores.
En el informe titulado “A Food Brexit: time to get real” se tratan varias cuestiones relacionadas con el tema, cómo marcar unos nuevos objetivos para tener un sistema alimentario más sostenible, por qué se debería decidir de donde se puede importar comida para el Reino Unido, cómo establecer un marco legal en materia de seguridad alimentaria y cuáles son las opciones, cómo tener el control para disponer de un mejor sistema alimentario, las tensiones internas que se sufren en el país que pueden provocar la fragmentación del actual sistema alimentario, etc. También se ofrecen una serie de conclusiones en las que se apunta la necesidad de poner los intereses de la población por encima de los del Brexit y los acuerdos comerciales.
Centrándonos en la carne de vacuno tratada con hormonas, el informe apunta que si se acepta su entrada en el mercado, se debilitarán forzosamente las normas alimentarias, los estándares de calidad alimentaria bajarán, la carne no se etiquetará indicando su lugar de procedencia, etc. Por otro lado, como en la Unión Europea seguiría siendo ilegal la carne tratada con hormonas, se podría producir un boicot a la carne de vacuno que produce el Reino Unido, ya que no existirían garantías de que no fuera carne procedente de terceros países, lo que repercutiría negativamente en el país.
En las conclusiones, los tres profesores piden al Gobierno que sobre todo garanticen que las normas de seguridad alimentaria no se debilitarán, que no se pueden utilizar como moneda de cambio para lograr acuerdos comerciales, ya que supone un gran paso atrás en la calidad y seguridad de la alimentación. Se insta a todos aquellos implicados en el negocio de la carne en el Reino Unido, ganaderos, minoristas, carniceros, etc., a que alcancen un compromiso explícito en favor de los consumidores para no producir ni comercializar carne tratada con hormonas. Este es otro peligro, podría darse el caso de que algunos ganaderos decidieran llevar a cabo lo que hasta el momento las leyes comunitarias prohibían, empezar a tratar al ganado con hormonas.
Las directivas comunitarias prohíben explícitamente la administración de hormonas y otras sustancias a los animales de explotación, algo que podéis consultar aquí, sin embargo, en países como Canadá, Australia, Estados Unidos o México, entre otros, autorizan el uso de hormonas y otras sustancias en la cría de ganado a pesar de que diversos estudios han determinado que el consumo de este tipo de carne incrementa el riesgo de cáncer. De hecho, así se concluyó en un informe de la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) en el año 2002 y posteriormente se han realizado nuevos análisis confirmando los resultados iniciales.
Hay que tener en cuenta que el Acuerdo Integral de Economía y Comercio (CETA) entre Europa y Canadá puede traer consecuencias negativas para los ciudadanos europeos, ya que es posible la relajación de las normas comunitarias y la introducción de la carne y leche canadienses procedente de animales tratados con hormonas, lo que deja a la UE en una situacion similar a la del Reino Unido. A esto hay que sumar que este tratado es también un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, una puerta trasera para las empresas estadounidenses, ya que estas empresas cuentan con filiales en Canadá, de ello hablábamos aquí.
Merece la pena recordar que el año pasado Estados Unidos manifestó que se estaban aplicando unas reglas injustas y discriminatorias sobre la importación de carne estadounidense por parte de la Unión Europea, asegurando que la prohibición de la Unión Europea de la carne tratada con hormonas no se basaba en evidencias científicas, sino en el cometido de proteger los productos cárnicos comunitarios, un absurdo total teniendo en cuenta las evidencias científicas existentes.
La exportación de productos alimentarios a otros países requiere que se acepten sus normas, pero en este caso parece que el Reino Unido cambiaría su condición de legislador de sus normas alimentarias a legislado por otros países. Se recomienda que, dado que las normas alimentarias comunitarias son superiores a las de países como Estados Unidos, el Reino Unido se adhiera a esas normas que ha seguido durante años, ya que es el único modo de conseguir mantener la seguridad y calidad alimentaria deseada.
En el artículo publicado en la página web de la Universidad de Sussex, los profesores proporcionan algunas de sus conclusiones sobre lo que puede ocurrir con el Brexit en materia de alimentación, para leer el informe detallado podéis acceder a este enlace (Pdf).