A principios de año conocíamos esta investigación realizada por expertos del Instituto Científico de Investigación Agronómica de Francia en la que se concluía que las nanopartículas de dióxido de titanio (colorante E 171) se extienden por todo el organismo, afectando al sistema inmune y aumentando el riesgo de sufrir cáncer. Este estudio se sumaba a otros en los que se determinaba que esta sustancia podía causar problemas en los riñones y en el hígado, bloqueando la respiración celular, además coincidían con el mayor riesgo de cáncer por los daños genéticos que podía ocasionar.
El dióxido de titanio es un aditivo que se utiliza en el blanqueamiento y en el efecto opaco de algunos alimentos, como por ejemplo las salsas o los productos de panadería. A pesar de las pruebas aportadas en diferentes estudios, la EFSA consideró que existía mucho desconocimiento y que era necesario realizar estudios, sobre los efectos perjudiciales del colorante, pero mientras tanto, su uso está permitido. Ahora aparece otro estudio desarrollado por expertos de la Universidad de Binghamton y la Universidad Estatal de Nueva York, en él se concluye que las nanopartículas de dióxido de titanio pueden afectar a los procesos digestivos.
Según los resultados, el colorante E 171 puede afectar a la capacidad del intestino para absorber los nutrientes, así como a la protección contra los microorganismos patógenos. Estos problemas no aparecen en una exposición a corto plazo, pero a largo plazo afectan en el modo en el que las células intestinales absorben los nutrientes como los ácidos grasos, el zinc o el hierro. Otro efecto percibido en el estudio es la reducción de la actividad enzimática, así como el incremento de las señales inflamatorias, como sabemos, la inflamación es una de las formas en las que se manifiestan las enfermedades.
Los investigadores comentan que el dióxido de titanio es un aditivo alimentario común presente en varios alimentos y se ha consumido durante mucho tiempo, explican que aunque no provoque la muerte, están interesados en los efectos sutiles que tiene, considerando que todo el mundo debe saber más acerca de este colorante y los riesgos que se corren con su ingesta. En el estudio los expertos expusieron a un grupo de células intestinales a este elemento, el equivalente en nano partículas de óxido titanio de 30 nanómetros de tamaño que pueden estar presentes en una comida. Las células fueron expuestas durante un periodo de cuatro horas, considerándose que esta era una forma de medir una exposición prolongada al colorante.
Es interesante apuntar que la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) considera que el colorante E 171 no plantea riesgos para la salud debido a que el tamaño de las partículas de dióxido de titanio son de un tamaño grande con un contenido en nanopartículas limitado, algo por lo que no se considera un nanomaterial según las actual definición de la Comisión Europea. Sin embargo, la EFSA reconoce que este aditivo puede contener hasta un 3’2% de nanoparticulas de un tamaño inferior a 100 nanómetros.
El experimento se repitió en varias ocasiones emulando el contacto a partir de tres comidas al día durante cinco días, de este modo se podrían determinar los efectos de una exposición crónica al colorante E 171. El resultado de esta exposición prolongada provocó que se redujera la función del epitelio intestinal, barrera entre el ambiente interno y externo que recubre la pared del intestino. Esta barrera tiene dos funciones principales, por un lado evitar el acceso al interior de sustancias nocivas, toxinas, microorganismos, antígenos extraños, etc., y por otro lado actuar como un filtro que permite el paso de los nutrientes, el agua o los electrolitos.
Otro efecto de esta exposición prolongada fue el aumento de los productos químicos reactivos perjudiciales que contienen oxígeno, lo que provocó el incremento de la señalización proinflamatoria, de ahí que se incrementara la actividad de la enzima fosfatasa alcalina intestinal, una enzima que tiene propiedades antiinflmatorias. Todo ello se desencadenó por la exposición a las nanopartículas de dióxido de titanio, destacando que, según la EFSA, este colorante está formado por gránulos grandes y sólo hay un 3’2% de nanoparticulas con un tamaño inferior a 100 nanómetros.
En definitiva, los expertos concluyen que la exposición a las nanopartículas provocaron la reducción de la capacidad de absorción de las células epiteliales, y se alteró el transporte celular de nutrientes. Los expertos comentan que algunos alimentos como los productos procesados o los dulces, son los que más cantidad de nanopartículas pueden contener, por lo que se recomienda evitar estos productos o consumirlos con moderación. Poco a poco se van sumando nuevos estudios al respecto, es de suponer que la EFSA los considerará, ya que en teoría eliminan esas lagunas de conocimiento.
No se entiende que, a pesar de que la EFSA reconoce la posibilidad del daño cromosómico o el cáncer que puede provocar este colorante, no se haya aplicado el principio de precaución, no siendo prioritario hasta que se despejen estas lagunas. Por otro lado, el hecho de que la agencia considere que no puede determinar una ingesta diaria admisible, favorece que se utilice en grandes cantidades, lo que aumenta el volumen de nanopartículas que entran en contacto con el intestino. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la revista científica NanoImpact.
Foto 1 | Kathryn Cartwright
Foto 2 | Shari’s Berries