Decididamente estamos de acuerdo con las palabras de Pilar Muñoz González, presidenta de AEPNAA (Asociación Española de Alérgicos a Alimentos y Látex), “no sólo exigimos el etiquetado en los alimentos, sino que esté completo. Las etiquetas alimentarias son como un libro al que le faltan capítulos”. Estas declaraciones fueron lanzadas durante la presentación de la segunda edición del libro Alergias alimentarias, ¿y ahora qué? que ha sido revisado y actualizado.
Este libro o manual publicado por la AEPNAA y el Instituto Tomás Pascual, está avalado por la Sociedad Española de Inmunología Clínica y Alergología Pediátrica, y la Sociedad Española de Alergología e inmunología clínica. Está disponible en papel, se han distribuido alrededor de 3.500 ejemplares, y también se puede descargar a través de este enlace (Pdf). No sólo está dirigido a las personas que padecen alguna de las alergias alimentarias, también es de interés para las personas que no las sufren, para concienciar de los riesgos a los que se enfrenta alrededor de un 20% de la población, haciendo algo tan cotidiano y necesario para vivir como es comer.
A modo de denuncia, la presidenta de la AEPNAA declara que las etiquetas de los alimentos siguen estando incompletas, una cuestión que representa un atentado contra las personas que sufren una alergia alimentaria. Todavía hay muchas personas que no prestan atención a esta información a la que los consumidores tenemos derecho, obviamente es porque no tienen ningún problema de salud (o lo desconocen), y por falta de interés sobre lo que están ingiriendo. No nos incluimos en este sector, a pesar de no tener ningún tipo de alergia alimentaria, ya os hemos comentado en muchas ocasiones que miramos las etiquetas de los productos que vamos a comprar y elegimos los que preferimos por su origen, propiedades nutricionales… aunque ya sabemos que las etiquetas son como un libro al que le faltan capítulos, y no sólo eso, hay etiquetas con información que no es real.
Por poner un ejemplo, del que intentaremos averiguar algo más, os vamos a hablar de unos yogures a los que seguramente todos tendréis acceso, son los yogures Hacendado con bífidus, descremados, con muesli-cereales, con fresas-cereales y con kiwi-cereales. La tabla nutricional es idéntica para los tres, y nos cuesta mucho creer que un yogur con frutos secos tenga las mismas grasas, azúcares, Kcal… que el yogur con frutas como el kiwi y la fresa. Pero esto es sólo un ejemplo de la poca confianza que los consumidores podemos tener de los fabricantes de productos de alimentación, y una nimiedad en comparación con la indicación en el etiquetado de los ingredientes que contiene un producto y que puede provocar una reacción alérgica, un grave problema de salud, ¿hay derecho a que muchas personas deban vivir amenazadas, con el temor de si lo que van a comer les va a mandar al hospital?
Como hemos comentado en varias ocasiones sobre el tema de la celiaquía, no hay conciencia social sobre el problema cotidiano al que se enfrentan las personas que sufren alergias alimentarias, no sólo con el precario etiquetado de los alimentos, también cuando cualquiera de las comidas del día deben realizarse fuera de casa. En fin, es un tema que se puede extender muchísimo, y lo principal es conocer el problema y ayudar a que deje de serlo.
A todos, os recomendamos tener en vuestras lecturas el libro Alergias alimentarias, ¿y ahora qué?, que proporciona un acercamiento a este trastorno que afecta a la calidad de vida de muchas personas, y ofrece información sobre cómo se produce la reacción alérgica, los síntomas, los diagnósticos, los tratamientos, la normativa del etiquetado, y entre otras cosas, informa sobre los principales alimentos que causan reacciones alérgicas, como las proteínas de leche de vaca, el huevo, el pescado, el anisakis, el marisco, las legumbres, los frutos secos, algunas frutas y hortalizas y ciertos cereales.