En los dos últimos años se ha incrementado el número de estudios cuyas conclusiones apuntan que es necesario reducir la producción y consumo de carne, con ello se lograrían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que genera el ganado, se ahorrarían recursos como el agua, se dispondría de más tierra para cultivar alimentos que se destinarían a los seres humanos (recordemos que hasta el 40% de los alimentos que se cultivan en el planeta se destinan a la alimentación animal), se mejoraría la salud y la calidad de vida de la población…
Se han propuesto diversas fórmulas, la mayoría apuntan a la introducción de un impuesto, recordemos que en el último estudio del que hablábamos, expertos de la Universidad de Oxford recomendaban aplicar un impuesto del 40% en la carne y un 20% en los productos lácteos, considerando que ese sobrecoste forzaría la reducción de consumo, y por tanto, la producción. Pues bien, parece que el Comisario de Agricultura y Desarrollo Rural de la UE, Phil Hogan, no debe estar de acuerdo con el resultado de estos estudios, decimos esto porque tiene intención de invertir 15 millones de euros en promocionar el consumo de carne en Europa.
Hablando sobre la cuestión medioambiental, incluso en uno de los últimos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se concluía que un cambio en la dieta podría reducir significativamente la emisión de gases de efecto invernadero, aludiendo a los problemas que derivan de la producción ganadera y consumo de productos animales. La Unión Europea quiere promover el consumo de carne en Europa, y no sólo tiene la intención de destinar los 15 millones de euros indicados, también pretende invertir otros cuatro millones el año que viene para abrir nuevos mercados de la carne en otros países no comunitarios.
Las acciones propuestas se dieron a conocer en una Cumbre de la Ganadería celebrada en Francia, en la que participó el Comisario Phil Hogan comprometiéndose a ayudar al sector ganadero por la caída de los precios de la carne. Merece la pena destacar que a principios de año se prometió a la industria ganadera un apoyo continuo para garantizar un acceso fácil al mercado de terceros países, hablando sobre todo del TTIP (Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión). Sin embargo, y según un informe de Amigos de la Tierra que podéis consultar aquí, este acuerdo daría vía libre a las importaciones de carne estadounidense, provocando la caída de ingresos de los productores comunitarios de hasta un 40%.
Como era de esperar, varias organizaciones dirigidas por Slow Food, como Greenpeace, la Alianza Europea de Salud Pública o Amigos de la Tierra, han protestado por los planes de promoción de consumo de carne. Por ello se ha redactado un documento en el que se insta al Comisario Phil Hogan a retirar esos compromisos para la promoción de la carne por varios motivos, aunque el principal argumentado es que supone una clara contradicción con el objetivo de la Unión Europea de reducir los gases de efecto invernadero, según el acuerdo que se alcanzó el año pasado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de París (COP 21). En este contexto, se han citado varios estudios que muestran la necesidad de reducir la producción ganadera como algo prioritario si se pretende frenar el calentamiento del planeta.
Se considera que, en vez de promover el consumo de carne, lo más acertado habría sido premiar a las granjas de ganado que funcionan de forma sostenible, a las que prestan más atención a la protección y bienestar de los animales, a las que utilizan razas autóctonas que contribuyen a reducir la huella del carbono y por tanto el daño ambiental. En el documento se destaca que el 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero son atribuibles al consumo de carne, se hace alusión a los problemas como la deforestación, la pérdida de la biodiversidad, la degradación del suelo o el agotamiento de los recursos hídricos, estas son algunas de las consecuencias directas de la producción industrial de carne según estas organizaciones.
En la carta se destacan los riesgos para la salud asociados al consumo de carne, como por ejemplo la obesidad, la diabetes tipo 2, diferentes tipos de cáncer, y por tanto, una mayor tasa de mortalidad. Recordemos que la OMS consideró que la carne procesada es un alimento cancerígeno y la carne roja fresca un probable carcinógeno. La industria cárnica europea ha recibido con satisfacción los compromisos del Comisario, indicando que la inversión podría ayudar a mejorar la sostenibilidad del sector. Dicha sostenibilidad, según la industria, vendría por el aumento del consumo local, lo que tendría un impacto positivo en el medio ambiente al reducir la huella del carbono. Posiblemente algunas personas no se crean lo que declara la industria, el hecho de hablar del TTIP y promover la apertura de nuevos mercados en otros países delata que la intención es aumentar el volumen de negocio sin tener en cuenta el impacto medioambiental.
Quizá el Comisario debería tener en cuenta toda la documentación científica que tiene sobre la mesa y seguir el ejemplo de países como Dinamarca, recordemos que ha propuesto introducir un impuesto climático en la carne de vacuno, siendo una medida necesaria y prioritaria, ya que el cambio climático es un problema ético que plantea un riesgo significativo para la salud humana, la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la naturaleza. En este artículo de Slow Europe hablan de las razones por las que se ha enviado la carta de protesta al comisario, que podéis leer aquí (Pdf), en ella se insta a la Comisión Europea a adoptar medidas concretas para apoyar una reorientación fundamental del sector cárnico en Europa, hacia una producción más pequeña y de mayor calidad, trabajar en el respeto por el bienestar animal, etc.
Cierto es que parece urgente reducir la producción y consumo de carne en beneficio de la salud y del medio ambiente, pero es sólo una parte de la solución, son muchos los frentes abiertos y que hay que abordar para cumplir con los objetivos climáticos tanto a nivel comunitario como a nivel mundial. Se puede citar, por ejemplo, el informe realizado hace unos meses por Oxfam, en el que se advertía que alimentos básicos como el arroz, el maíz o la soja, entre otros, provocan un enorme impacto medioambiental porque generan un elevado nivel de emisiones de gases de efecto invernadero. Oxfam advertía que, si la industria alimentaria no tomaba medidas urgentes, será imposible cumplir los objetivos marcados en el acuerdo de París sobre el cambio climático. Como vemos, se habla de la carne con razón, pero también hay que hablar de otros productos alimentarios y su relación con las emisiones de gases de efecto invernadero.