Un grupo de investigadores de la Universidad de Arizona (Estados Unidos) ha realizado un estudio con la finalidad de descubrir las razones por las que las plagas se adaptan y desarrollan resistencia a los cultivos transgénicos tan rápidamente. Para ello han analizado los datos globales sobre el uso de cultivos Bt y las respuestas que han tenido los insectos, concretamente la respuesta de 15 especies diferentes de plagas en 36 casos presentes en 10 países el mundo.
Los resultados muestran que la resistencia de las plagas a los cultivos transgénicos ha aumentado en cinco veces en la última década, en algunos casos la resistencia adquirida ha reducido significativamente la efectividad de los cultivos transgénicos, en otros, los insectos no han desarrollado resistencia y los cultivos modificados genéticamente siguen siendo eficaces. Finalmente, un reducido número de cultivos han sido clasificados como ‘alerta temprana a la resistencia’, es decir, que aunque existe resistencia por parte de los insectos, no es lo suficientemente severa como para provocar consecuencias.
De los 36 casos, 16 plagas evolucionaron de forma significativa haciendo ineficaces los cultivos modificados genéticamente, este dato es considerable, ya que en el año 2005 sólo se registraron tres casos de resistencia. En 17 casos no se desarrolló la resistencia y en los tres casos restantes, se produjo esa alerta temprana antes citada. A partir de los resultados se constata que los denominados refugios para retrasar el desarrollo de la resistencia son efectivos, recordemos que en el año 2012 se puso en marcha en Estados Unidos un plan para frenar la resistencia de los insectos mediante la creación de zonas de cultivo o “refugios” con plantas tradicionales para que no ingirieran las toxinas Bt (genes del Bacillus thuringiensis), y se redujera la descendencia de insectos que podrían ser resistentes a la toxina.
Los expertos explican que cuando se introdujeron por primera vez los cultivos modificados genéticamente en 1996, nadie se esperaba que los insectos pudieran adaptarse tan rápidamente, pero ahora, tras dos décadas, se cuenta con una amplia extensión de cultivos transgénicos, así como con un gran archivo de datos relacionados con la monitorización y seguimiento de estos cultivos, algo que permite tener una mayor comprensión científica de la rapidez con la que las plagas evolucionan adquiriendo la resistencia a las toxinas Bt.
Centrándonos en los 16 casos de plagas que adquirieron la resistencia, los investigadores comentan que en poco más de cinco años los insectos desarrollaron dicha resistencia, lo que muestra a la velocidad que han evolucionado. Aunque por otro lado destacan esos 17 casos en los que no se ha producido ningún cambio y los cultivos modificados genéticamente siguen siendo efectivos. En el estudio se habla de la importancia de los refugios, pero esto no es una novedad, recordemos que hace unos meses un estudio realizado por la Universidad Estatal de Carolina del Norte consideraba de vital importancia concienciar a los agricultores de cultivos transgénicos que era necesario contar con “cultivos refugio” en sus plantaciones, ya que detectaron que no se cultivaban los necesarios, lo que podría acelerar la velocidad a la que los insectos van a evolucionar adquiriendo la resistencia y arrasando irremediablemente con los cultivos de maíz y otras variedades Bt.
Los expertos de la Universidad de Arizona comentan que tanto los mejores como los peores resultados apoyan la predicción de los principios evolutivos, los factores que favorecen la eficacia sostenida de los cultivos Bt han sido la herencia recesiva de la resistencia en plagas y la creación de refugios. El apareamiento entre un insecto que ha desarrollado la resistencia y otro que no la ha desarrollado da como resultado descendientes que mueren al tratar de alimentarse con cultivos Bt, de hecho, los modelos informáticos muestran que los refugios son especialmente efectivos para retrasar la resistencia cuando la herencia en la plaga es recesiva.
A los investigadores les preocupa que la Agencia de Protección Ambiental haya relajado sus requisitos en la creación de cultivos refugio, en su momento esta agencia determinó que los agricultores que trabajan con cultivos modificados genéticamente debían destinar entre un 5% y un 20% de la zona de cultivo a la plantación de producto tradicional (refugios) dependiendo del tipo de semilla utilizada, pero en estudios recientes se ha demostrado que no se han seguido las reglas y parece que la agencia no ha estado por la labor de supervisarlo.
El caso es que este nuevo estudio revela que la resistencia de las plagas a los cultivos transgénicos está evolucionando con mayor rapidez, y parece ser que es debido a que la resistencia a algunas proteínas Bt provocan una resistencia cruzada, o lo que es igual, los insectos cuentan con un abanico de resistencia a proteínas Bt relacionadas que se han introducido en cultivos posteriores. La posible solución a este problema, es la introducción de nuevos cultivos que integran un tipo de proteína Bt denominada proteína vegetal insecticida o Vip, proteínas que actúan como toxinas binarias y son tóxicas para algunos insectos. Estas son diferentes al resto de proteínas Bt que se enmarcan en el grupo denominado Cry, por lo que la resistencia cruzada es reducida o simplemente no se produce.
Según leemos aquí, el estudio se considera una visión global de la situación y una oportunidad para mejorar las estrategias de gestión de la resistencia de los insectos, a fin de hacer más sostenible el uso de los cultivos transgénicos. Es curioso, inicialmente se suponía que el maíz Bt podía hacer frente a la acción de los insectos gracias a la producción de la proteína tóxica del Bacillus thuringiensis, con ello se aseguraba que se reduciría el uso de pesticidas y se producirían menores pérdidas de cosechas, algo que se ha truncado con el desarrollo por parte de los insectos de nuevas cualidades.
Ya hace algunos años que se sabe que cada vez más insectos desarrollan resistencia a los transgénicos, las medidas que se proponen se pueden considerar temporales, se habla de herencia recesiva, pero merece la pena recordar que según algunos estudios, la resistencia de los insectos al maíz transgénico se puede heredar como rasgo dominante, algo que se ha constatado en Sudáfrica con la polilla Busseola, una de las principales plagas que afectan al cultivo de maíz en ese país. Este insecto desarrolló un nuevo mecanismo defensivo que no seguía un patrón habitual de adaptación, algo que podría materializarse en otros insectos.
En definitiva, los cultivos transgénicos están contribuyendo de forma significativa a que los insectos sean más resistentes, algo que juega en contra de la agricultura mundial. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de la revista científica Nature Biotechnology.
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Foto 2| Nazareth College