Ya hemos hablado de los riesgos de consumir leche cruda o no pasteurizada anteriormente, por lo que sabemos que, según algunas investigaciones, quienes la toman tienen hasta 840 veces más probabilidades de sufrir una enfermedad alimentaria, de ello hablábamos aquí. Pues bien, a la lista de consideraciones sobre la leche cruda hay que añadir otra, y es que según una investigación de la Universidad de California en Davis (Estados Unidos), la leche cruda puede contener bacterias con genes de resistencia a los antibióticos y, además, en una cantidad elevada.
Los investigadores apuntan que estas bacterias resistentes a los antibióticos, pueden transferir sus genes de resistencia a otras bacterias, lo que propagaría la resistencia con el consumo. Recordemos que las bacterias generan resistencia a los fármacos utilizando los integrotes, unos elementos móviles que, además, permiten transmitir la información genética de la resistencia adquirida de una a otra bacteria, de ahí que cada generación sea más resistente, y que se cuente con la capacidad de transmitir esta información a otras especies bacterianas.
Los expertos apuntan que este problema es especialmente destacado en la leche sin pasteurizar que no se refrigera, por eso quieren concienciar a los consumidores y explican que si quieren tomar este tipo de leche, deben guardarla en la nevera a fin de minimizar el riesgo de desarrollo de bacterias que contienen genes de resistencia a los antibióticos. El estudio tiene sentido, ya que cada vez hay más personas en Estados Unidos que optan por el consumo de leche cruda, de hecho, se calcula que un 3% de la población del país consume leche sin pasteurizar.
Se consume este tipo de leche pensando en los beneficios saludables con los que se promociona, por ejemplo, una mayor carga de bacterias saludables o probióticos, algo que según los investigadores, no está constatado. Quienes promueven el consumo de leche cruda comentan que con la pasteurización se amplía la vida útil de la leche y se mejora la seguridad alimentaria, pero este proceso destruye bacterias probióticas que son beneficiosas para el organismo, pero no se han realizado investigaciones que demuestren que estas bacterias llegan al intestino en una cantidad suficiente como para poder disfrutar de los beneficios que brindan.
En este estudio se ha concluido que no se han encontrado cantidades elevadas de bacterias beneficiosas en las diferentes muestras de leche cruda analizadas y se ha constatado que si la leche está a temperatura ambiente, se incrementa de forma significativa el contenido de bacterias con resistencia a los antibióticos. Si estas bacterias pasan los genes a otras potencialmente peligrosas, se podrían convertir en superbacterias cuyas infecciones serían muy peligrosas y no podrían ser tratadas con los fármacos habituales.
Los investigadores explican que según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, cada año casi tres millones de personas contraen una infección resistente a los antibióticos, y más de 35.000 mueren por este tipo de infecciones. En 2013 los CDC publicaron un informe en el que las cifras eran menores, en torno a unos dos millones de personas sufrían una infección de este tipo de bacterias y unas 23.000 personas morían por este tipo de enfermedades, por lo que se puede observar la tendencia al alza de este problema.
En esta investigación se analizaron más de 2.000 muestras de leche (cruda y pasteurizada) recogidas en tiendas minoristas de cinco estados. Tras los análisis oportunos se constató que la leche sin pasteurizar tenía una mayor cantidad de bacterias resistentes a los antibióticos cuando se dejaba a temperatura ambiente. Por ello y como hemos comentado, se pide tener una precaución especial y procurar tener siempre la leche refrigerada, aseguran que algunos consumidores dejan la leche fuera de la nevera a temperatura ambiente para que fermente y preparar Clabber, un tipo de leche agria que se espesa o cuaja, y se consume en el desayuno condimentada y acompañada con otros alimentos.
Los expertos comentan que es probable que este producto lácteo pueda contener una gran cantidad de bacterias con genes resistentes a los antibióticos, que acabarán en el sistema digestivo de los consumidores, algo que es muy contraproducente. De todos modos, apuntan que es necesario realizar nuevas investigaciones que permitan comprender el alcance y riesgos de la ingesta de este tipo de microorganismos que han generado resistencia a los fármacos, por lo que ya se están preparando nuevos trabajos en este campo.
Podéis conocer todos los detalles de la investigación, a través de este artículo publicado en la página de la universidad y en este otro publicado en la revista científica Microbiome.
Foto 2 | Yaniv Ben-Arie