Parece que la industria alimentaria ya no aguanta más que los Gobiernos de la Unión Europea pretendan aplicar impuestos en los alimentos, sobre todo cuando no existen razones de peso para ello y pudiendo entenderse que únicamente tienen una finalidad recaudatoria y no preventiva contra el sobrepeso o la obesidad como en ocasiones se abandera. Podemos poner por ejemplo el caso del impuesto de los refrescos en Francia, que se graven los refrescos azucarados podría tener algún sentido hasta cierto punto, pero no tiene sentido que también se graven las bebidas que contienen edulcorantes, como por ejemplo Coca Cola Zero, Coca Cola Light, aguas con sabor, cerveza sin alcohol, etc. Al respecto se ofrecieron algunos argumentos para aplicar la tasa, como la preocupación de la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) sobre los efectos que el aspartamo pueda tener en la salud.
No tiene sentido el argumento mencionado, pero claro, teniendo en cuenta que este segmento de consumo acapara un 17% en el país, no se podía obviar esta porción de tarta para obtener más ingresos para las arcas del Estado. Cansada de tanta injusticia, la industria alimentaria planta cara a los impuestos de los alimentos. FoodDrinkEurope, asociación que aglutina a un gran número de empresas agroalimentarias europeas, y la EFFAT (Federación Europea de los Sindicatos de Trabajadores de la Alimentación, la Agricultura y el Turismo), han redactado un documento en el que denuncian el abuso de impuestos y advierten a los Gobiernos comunitarios que deberán abstenerse de aplicar tasas en alimentos y bebidas de forma discriminatoria, éstas deberán tener un enfoque orientado a una verdadera prevención del sobrepeso y la obesidad. A través de este escrito se hace un llamamiento para que la industria rechace los impuestos cuando no existe coherencia y son claramente discriminatorios.
Los Gobiernos de algunos Estados miembros de la UE han introducido impuestos en alimentos e ingredientes alimentarios, como por ejemplo los edulcorantes, la comida rápida, el azúcar, las grasas, etc. Hasta la fecha y en todos los casos, el argumento ha sido que los impuestos son un modo efectivo de hacer frente al aumento del sobrepeso, a la obesidad y a otras enfermedades asociadas a la dieta y al estilo de vida. Para las empresas del sector, no existen estudios científicos que demuestren que los impuestos sean efectivos y logren cambiar los hábitos de los consumidores, en cambio sí apuntan que gravar alimentos y bebidas es contraproducente, daña la competitividad de la industria comunitaria, promueve la competencia desleal y se realizan compras transfronterizas, se penaliza a aquellos consumidores con economías más deprimidas y se destaca el carácter discriminatorio, es decir, algunos productos gravados son comparables y equivalentes en contenido nutricional con otros a los que no se les ha aplicado un impuesto de este tipo.
Un paréntesis antes de continuar, siguiendo este hilo nos gustaría recordar las palabras de Jack Winkler, profesor en políticas nutricionales de la Universidad Metropolitana de Londres (Reino Unido), el experto explicaba que este tipo de impuestos en los alimentos poco saludables eran medidas erróneas, según su opinión era preferible adoptar políticas que contribuyeran a reducir el coste de los alimentos saludables. Un ejemplo bastante bueno sobre la efectividad de este tipo de medidas lo conocíamos en el post Los descuentos en alimentos saludables mejoran la dieta. Una empresa privada de salud puso en marcha una curiosa iniciativa en la que se ofrecía un descuento en el seguro médico con el que se podían adquirir los alimentos considerados saludables hasta un 25% más baratos, los estudios demostraron que esta medida era efectiva y se había mejorado notablemente la dieta de quienes se beneficiaban de este seguro.
Volviendo al manifiesto de la industria alimentaria contra los impuestos en los alimentos, FoodDrinkEurope y EFFAT ofrecen otros argumentos para rechazar las tasas que los Gobiernos pretenden aplicar. Evidentemente también barren para casa y argumentan que los alimentos y bebidas que se producen en la Unión Europea nunca han sido tan seguros, tan saludables y con tanta calidad como hoy en día, seguramente más de un lector discrepará sobre esta cuestión, no es oro todo lo que reluce. Sí estamos de acuerdo en algunos argumentos, gravar bajo la premisa de mejorar la salud de los consumidores es una falacia y algunos ejemplos así lo demuestran, como el caso de las bebidas edulcoradas.
La industria apuesta por promover la educación del consumidor en materia de nutrición y estilo de vida, brindar apoyo a quienes padecen trastornos alimentarios, mayor responsabilidad y sensibilidad en la lucha contra el sobrepeso, la obesidad y las enfermedades derivadas de la alimentación, fomentar y proporcionar incentivos que permitan la reformulación de los alimentos, aplicar directrices de responsabilidad en el marco publicitario de alimentos y bebidas, facilitar el total acceso a la información nutricional y hacer que sea perfectamente comprensible por los consumidores. En definitiva, algunos puntos que se citan no son cumplidos por la industria alimentaria, dicen lo que no hacen (al menos una parte del sector). Recordemos por ejemplo el post sobre el gran fraude de los alimentos funcionales ofrecidos por la industria alimentaria.
En fin, es un tema del que se puede hablar largo y tendido, los Gobiernos abusan, pero también lo hace la industria alimentaria, en ambos casos pretenden engañar a los consumidores y son muchos los ejemplos que se pueden citar. Podéis conocer más detalles del documento ‘Posición común sobre la los impuestos discriminatorios en alimentos y bebidas’ a través de este enlace (Pdf).