Simone Baroke, analista de Euromonitor International, firma fundada en 1972 que se dedica a la elaboración de estudios de mercado, investigación, consultoría, análisis de tendencias, etc., cree que la fructosa está destinada a compartir la misma suerte que las grasas trans. Antes sonaba mucho mejor este edulcorante que la glucosa o el azúcar en las etiquetas alimentarias, pero las investigaciones que se han realizado en los últimos años muestran que la fructosa, un tipo de azúcar que está presente en frutas y verduras, ha sido objeto de polémica al ser asociada como causa primigenia de la obesidad.
Antaño se creía que la fructosa era un posible sustituto saludable de la glucosa por su poder endulzante y por contener menor cantidad de calorías, pero numerosos estudios han mostrado que las dietas ricas en fructosa están asociadas a la resistencia a la insulina, a la obesidad, a la diabetes tipo 2 o al colesterol entre otros problemas. A diferencia de la glucosa, la fructosa se metaboliza en el hígado, este órgano se dedica exclusivamente a su metabolización cesando su actividad habitual, lo que provoca un cese en la actividad digestiva normal del organismo, causando un nivel más elevado de ghrelina (hormona sintetizada fundamentalmente por el estómago) u hormona del hambre en la sangre.
El uso de la fructosa como edulcorante se extendió a partir de la década de los 70 sustituyendo de forma progresiva a la glucosa en la industria alimentaria, se puede citar como ejemplo la fructosa de maíz, edulcorante que se obtiene a partir del almidón (la reserva alimenticia de la planta compuesta por amilosa y amilopectina) o fécula de maíz. Su uso se extendió debido a que es una alternativa edulcorante más económica para la industria de las bebidas y de los alimentos procesados, sobre el jarabe de maíz de alta fructosa, merece la pena retomar la lectura de una de las últimas investigaciones realizadas, en la que se concluía que era más tóxica que el azúcar de mesa o la sacarosa.
Simone Baroke comenta que las evidencias científicas y el cambio de opinión en los consumidores puede significar que la fructosa corra la misma suerte que las grasas trans, quizá todavía es pronto para que ocurra y esto es debido a muchas contradicciones. Un ejemplo es la conclusión de la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) sobre la fructosa en 2013, argumentando que era más beneficiosa que otros azúcares para el control del azúcar en sangre.
Posteriormente, en el año 2014 la Unión Europea autorizo la siguiente declaración de propiedades saludables: “El consumo de alimentos que contengan fructosa conduce a un aumento de glucosa en sangre, menor que en los alimentos que contienen sacarosa o glucosa”. La UE fue criticada por tal afirmación ante las evidencias que sugieren un vínculo con distintas enfermedades, la analista comenta que si bien no existen dudas acerca de los efectos nocivos de este edulcorante, las evidencias científicas están empezando ahora a adquirir fuerza, al final es posible que ocurra lo mismo que con las grasas trans y que sea un producto que se quiera eliminar de la alimentación. Evidentemente la fructosa está presente de forma natural en frutas y verduras, pero no sería un problema, ya que se consume como parte inherente de estos alimentos. No es lo mismo este tipo de consumo, que el añadido en los alimentos procesados y en las bebidas.
Ya hace tiempo que Action on Sugar ha instado a los consumidores a evitar los zumos de fruta y apostar por la fruta natural debido al añadido de fructosa y a la falta de fibra en los zumos, siendo estas bebidas un riesgo para la salud de los consumidores si no hay moderación en su consumo. Con las grasas trans el proceso ha sido largo pero poco a poco se ha demostrado que eran peligrosas para la salud, incluso recientemente la FDA concluyó que los aceites parcialmente hidrogenados, fuente dietética de grasas trans artificiales, no eran seguros para su uso en los productos alimentarios. Con la fructosa puede ocurrir lo mismo, la analista comenta que dado que los Gobiernos y agencias de salud se preocupan por las enfermedades crónicas y el incremento del coste de atención sanitaria que suponen, se acelerarán las investigaciones sobre la fructosa y quizá en un plazo de 3 a 5 años se apliquen los requisitos legales para reducir la fructosa en los alimentos y bebidas, y en menos de una década, podría dejar de utilizarse.
¿Por qué esperar tanto?, los fabricantes deben empezar a buscar alternativas y no dejar para el último momento un cambio en la formulación de sus productos. Algunas empresas ya han empezado a dejar de utilizar el edulcorante, de hecho, según los datos de Euromonitor, el volumen de fructosa utilizada en la industria alimentaria se ha reducido en un 8% entre el año 2009 y el año 2014 en Estados Unidos, un 9% en Australia y Asia, y un 19% en Europa occidental, de todos modos la reducción es poco significativa. En cambio, en América Latina, África y Oriente Medio entre otros, se ha incrementado su uso, quizá a causa de una legislación más precaria.
La fructosa acumula poco a poco más descrédito y se encamina hacia una posible desaparición de los alimentos y bebidas del mercado, pero Simone Baroke comenta que por el momento la evidencia científica sobre la fructosa es menos sólida que la que se asocia a las grasas trans, por lo que un movimiento regulatorio en la actualidad es improbable, pero no en un futuro a corto o medio plazo. Os invitamos a leer este artículo de la analista, da la impresión de que invite a la industria alimentaria a realizar cambios de forma voluntaria antes de que lleguen de forma obligatoria.
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