Esta semana la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria de la Unión Europea) ha presentado la reevaluación realizada de todos los colorantes alimentarios que fueron permitidos antes del año 2009. En total se han analizado 41 colorantes y para ello se han tenido en cuenta todos los estudios realizados y los datos científicos disponibles hasta la fecha. Además de la seguridad que ofrecen estos aditivos, se han actualizado los límites máximos permitidos siempre que ha sido posible.
La EFSA comenta que ha sido un trabajo de gran importancia que era necesario acometer, sin embargo queda mucho por hacer, ya que todavía queda un gran número de aditivos alimentarios que deberán haber sido reevaluados para el año 2020, contando con todos los estudios y documentación científica aportada desde la última evaluación. La agencia comenta además, que en este periodo hasta el año 2020 trabajará para responder a cualquier solicitud que realice la Comisión Europea para la revisión de aquellos aditivos a partir de nuevas investigaciones que apunten que puedan suponer un riesgo para la salud humana.
De esta última revisión realizada por la EFSA sobre los colorantes alimentarios, destaca el dióxido de titanio (E 171), un colorante de color blanco obtenido a partir de la roca mineral ilmenita, que se utiliza en los productos de pastelería, panadería, yogures, quesos, salsas, chicles, caramelos de color blanco, compuestos multivitamínicos, productos de cosmética, etc. Algunos estudios han concluido que este colorante en dosis elevadas puede causar problemas en los riñones y en el hígado bloqueando la respiración celular, otros como el realizado en el año 2009 por investigadores del centro Jonsson Comprehensive Cancer de la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles), concluían que las nanopartículas de dióxido de titanio (de menos de 100 nanómetros de tamaño) podían causar daño genético sistémico, así se apreció en los estudios realizados con roedores de laboratorio.
Según las conclusiones de ese estudio, las nanoparticulas causan daño cromosómico, inflamación y aumento del riesgo de sufrir cáncer (al menos en los animales de laboratorio). Estas nanopartículas terminan acumulándose en diferentes órganos del cuerpo, ya que no pueden ser eliminadas, por lo que pueden viajar a cualquier parte del organismo, atravesar las membranas celulares e interferir en la actividad del núcleo celular donde está presente el material genético.
El caso es que la EFSA ha recogido toda la documentación científica existente sobre este colorante blanqueante y tras la investigación correspondiente, determina que este aditivo no representa un problema para la salud de los consumidores. Sin embargo, recomienda que se realicen nuevos estudios para eliminar esas lagunas de conocimiento existentes sobre los posibles efectos que el colorante tiene en el sistema reproductor. Si existen estas lagunas, es poco comprensible que se pueda considerar que el colorante no sea un problema para la salud, quizá tras llenar esas lagunas se termine concluyendo lo contrario.
La EFSA apunta además que debido a la falta de datos, no se puede concretar una ingesta diaria admisible, quizá sería necesario aplicar el principio de precaución, si se desconoce cuál es el valor máximo seguro, se debería establecer uno que fuera reducido, ya que con esta consideración los fabricantes pueden utilizar la cantidad que crean oportuna en los productos que elaboran.
Explica en los resultados de su evaluación que tras la ingesta, la mayor parte del dióxido de titanio pasa a través del cuerpo sin que provoque cambios en las heces, pero se aprecia que una pequeña cantidad, en torno a un máximo del 0’1%, puede ser absorbido por el intestino y distribuirse en varios órganos como ya hemos comentado. A pesar de que se habla de nanopartículas, la agencia considera que el dióxido de titanio de grado alimenticio no es un nanomaterial según la definición de lo que son los nanomateriales, pero reconoce que puede contener hasta un 3’2% de nanopartículas en peso.
La agencia recuerda que para que un compuesto pueda ser considerado un nanomaterial, las nanopartículas deben representar al menos el 50% de las partículas en la granulometría numérica, pero el dióxido de titanio de calidad alimentaria se compone principalmente de gránulos más grandes, con un contenido de nanopartículas limitado. También comenta que los estudios presentados que apuntan que puede afectar al sistema reproductivo, se han realizado con productos no alimenticios, como los de higiene personal o los fármacos.
La EFSA explica que cuando no hay datos suficientes para establecer una ingesta diaria admisible, los responsables de evaluar los posibles riesgos calculan un margen de seguridad para determinar si la exposición actual a través de los alimentos podría ser motivo de preocupación, de ahí que no se haya establecido un valor máximo. En definitiva, para la agencia se necesitan pruebas adicionales que permitan aclarar los posibles efectos para la salud reproductiva y definir los valores máximos de ingesta diaria permitida.
Parece que la reevaluación en casos como es el del colorante E 171, no ha servido de mucho al no poder aclarar varias dudas, como las mencionadas anteriormente, por lo que considerar que es un elemento seguro puede ser un error. Hay que decir que gracias a las reevaluaciones periódicas se han podido establecer niveles máximos más reducidos en algunos colorantes, por ejemplo el amarillo de quinoleína (E 104), el amarillo crepúsculo (E 110), o el Ponceau 4R (E 124). En otros casos se ha prohibido un colorante que inicialmente estaba aprobado, como es el caso del E 128 (rojo 2G).
Podéis conocer más detalles de la reevaluación realizada a través de este artículo publicado en la página web de la EFSA.
Foto 1 | Kelly Hunter
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