La crisis alimentaria afecta más a los alimentos sin gluten, si quienes llevamos una dieta normal acusamos en nuestros bolsillos la subida del precio de los alimentos y nos parecen subidas abusivas, la comunidad celíaca lo sufre en mayor medida. Muchos de los alimentos que debe tomar un celíaco se encuentran sujetos a una dieta especial, libre de gluten, y estos alimentos son sometidos en su fabricación a unos procedimientos especiales, según argumentan los fabricantes. Esto hace que encarezcan todavía más, pero la crisis ha sido una justificación para marcar diferencias mayores.
Desde hace años, quienes tienen un familiar celíaco y quienes somos conscientes de la injusticia que se comete con las personas que padecen intolerancia al gluten con respecto al precio que tienen que pagar por los alimentos que pueden consumir, reivindicamos una alimentación más barata para ellos o en su defecto, una subvención por parte del Gobierno central y concretamente del Ministerio de Sanidad, dado que la celiaquía es una enfermedad y hoy por hoy, el único tratamiento es la eliminación del gluten en las dietas.
Accediendo al enlace de la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE), podemos hacernos una idea del enorme gasto que deben afrontar las familias de las personas celíacas. Lo peor es que la subida de los precios ha afectado en mayor medida a los alimentos sin gluten.
Pondremos un ejemplo, en el año 2007, un kilo de pan blanco sin gluten costaba 10,20 euros, hoy cuesta 11,38 euros. El pan normal con gluten costaba el año pasado 2,50 euros, hoy cuesta 2,77 euros. Se supone que la subida de precios en este caso debería ser igual para ambos productos, pero no es así, el año pasado la diferencia se situaba en 7,70 euros entre el kilo de pan normal y el kilo de pan sin gluten, hoy esa diferencia se sitúa en 8,61 euros, o sea, es todavía más caro.
Son muchos los productos para celíacos que tienen un precio muy elevado, muy por encima de los productos normales, algo que no encontramos lógico siendo el mismo producto y la misma materia que el año pasado. La Federación de Asociaciones de Celíacos de España ha realizado los cálculos medios para conocer cuál es el incremento de coste en la cesta de la compra de un celíaco, basándose en una dieta que contemple entre 2.000 y 3.000 calorías, el gasto extra se sitúa en 208,94 euros al mes, lo que se traduce en 1.614,48 euros más al año comparado con una dieta de una persona que no padece la intolerancia al gluten. Y claro, cuanto mayor es el número de miembros de una familia que padezcan celiaquía, mayor será el gasto.
Sanidad debería contemplar la alimentación de los celíacos como si se tratase de medicamentos y debería ser subvencionada. En otros países comunitarios, como por ejemplo el Reino Unido, un celíaco recibe de su médico de cabecera las recetas oportunas con las que poder comprar los alimentos mucho más baratos y dependiendo de la edad de quien padece la intolerancia, los alimentos son incluso gratis.
Pero tampoco tenemos que irnos muy lejos para darnos cuenta de quienes son solidarios con el problema de la celiaquía, un ejemplo sería el Gobierno de Castilla-La Mancha, el año pasado destinó una ayuda de 464.300 euros a la comunidad celíaca de la región, aproximadamente una subvención de 300 euros por persona. Esta iniciativa dejaba en evidencia al Gobierno central que no tardó mucho en prometer que iba a considerar ayudar a quienes padecen celiaquía en nuestro país. Ya estamos en el 2008 y todo sigue igual, no, igual no, peor.
Lo único que por el momento el Gobierno de nuestro país ha realizado por la comunidad celíaca ha sido obligar a la industria agroalimentaria a facilitar, a través de las etiquetas, información fehaciente sobre los ingredientes contenidos en los productos de alimentación, actuación a través de la nueva Ley de Seguridad Alimentaria elaborada dentro de la Estrategia de Seguridad Alimentaria 2008-2012.
De momento será la medida más efectiva hasta que se termine la investigación subvencionada por la Unión Europea en la que se pretende crear un biosensor capaz de detectar de forma precoz la intolerancia al gluten y capaz de realizar un seguimiento de la progresión de la enfermedad o incluso analizar la dieta que realizan quienes padecen intolerancia al gluten y saber qué reacciones les provocan los alimentos contemplados en la dieta.
El Ministerio de Sanidad debería solidarizarse con el problema de la celiaquía y debería proporcionar las ayudas oportunas que permitieran, al menos, equiparar económicamente la alimentación de quienes sufren intolerancia al gluten con la alimentación de quienes no son celíacos.